El Papa exhorta a los cristianos a no dejarse seducir por el hedonismo y el consumismo
y vivir el bautismo unidos a la Iglesia, incluso cuando veamos en su rostro sombras
Domingo, 8 nov (RV).- Benedicto XVI ha animado a todos los bautizados a no olvidar
nunca el don recibido el día del Bautismo, el momento en el que Cristo nos unió para
siempre a él, y ser fieles a esta unión a través de elecciones coherentes con el Evangelio.
En su última actividad pastoral en la diócesis de Brescia, el Papa ha visitado la
parroquia de san Antonio en Concesio, lugar donde Pablo VI recibió el bautismo.
“No es fácil ser cristianos.
Es necesario valor y tenacidad para no conformarse con la mentalidad del mundo, para
no dejarse seducir de la potente llamada del hedonismo y el consumismo, para afrontar,
si es necesario también, las incomprensiones e incluso persecuciones. Vivir el bautismo
implica permanecer sólidamente unidos a la Iglesia, incluso cuando vemos en su rostro
algunas sombras y manchas”.
El Santo Padre ha pedido que, no obstante, amemos
y sirvamos a la Iglesia con amor fiel, que se traduzca en gestos concretos dentro
de nuestras comunidades, sin ceder a la tentación del individualismo y el prejuicio,
y superando cualquier rivalidad y división, porque sólo así seremos verdaderos discípulos
de Cristo.
En el lugar donde Pablo VI recibió el Bautismo, el Papa ha hablado
ampliamente de la importancia de este sacramento en la vida de cada cristiano y retomando
las palabras en este mismo contexto del entonces arzobispo Montini ha recordado que
“en el mundo en el que vivimos a menudo se interpone una nube que nos niega la alegría
de ver con serenidad el cielo divino... existe la tentación de creer que la fe es
un vínculo, una cadena de la que hay que liberarse, algo antiguo y pasado de moda
que no sirve... por lo que el hombre piensa que es suficiente la vida económica y
social para dar una respuesta a todas las aspiraciones del corazón humano”.
En
este contexto Benedicto XVI ha recurrido a las Confesiones de san Agustín para reafirmar
que “nuestro corazón no tendrá paz hasta que no descanse en Dios. Sólo si encuentra
la luz que le ilumina y le da plenitud de significado, el ser humano es verdaderamente
feliz. Esta es la luz de Cristo, don que se recibe en el bautismo, y que se redescubre
constantemente para transmitirlo a los demás”.