Hoy,
tercer domingo de octubre, se celebra la Jornada mundial de las misiones, que constituye
para todas las comunidades eclesiales y para cada cristiano una fuerte llamada al
compromiso de anunciar y testimoniar el Evangelio a todos, en particular a los que
todavía no lo conocen. En el Mensaje que escribí para esta ocasión me inspiré en una
expresión del Libro del Apocalipsis, que a su vez se hace eco de una profecía de Isaías:
"Las naciones caminarán a su luz" (Ap 21, 24). La luz de la que se habla es la de
Dios, revelada por el Mesías y reflejada en el rostro de la Iglesia, representada
como la nueva Jerusalén, ciudad maravillosa en la que resplandece con toda su plenitud
la gloria de Dios. Es la luz del Evangelio, que orienta el camino de los pueblos y
los guía hacia la formación de una gran familia, en la justicia y la paz, bajo la
paternidad del único Dios bueno y misericordioso. La Iglesia existe para anunciar
este mensaje de esperanza a toda la humanidad, que en nuestro tiempo "ha logrado grandes
conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la
misma existencia" (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).
En el mes de octubre,
especialmente en este domingo, la Iglesia universal pone de relieve su vocación misionera.
Guiada por el Espíritu Santo, se sabe llamada a proseguir la obra de Jesús mismo anunciando
el Evangelio del reino de Dios, que "es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo"
(Rm 14, 17). Este reino ya está presente en el mundo como fuerza de amor, de libertad,
de solidaridad, de respeto a la dignidad de cada hombre, y la comunidad eclesial siente
con fuerza en el corazón la urgencia de trabajar para que la soberanía de Cristo se
realice plenamente. Todos sus miembros y articulaciones cooperan en ese proyecto,
según los diversos estados de vida y los carismas.
En esta Jornada mundial
de las misiones quiero recordar a los misioneros y misioneras —sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos voluntarios— que consagran su existencia a llevar el Evangelio
al mundo, afrontando también incomodidades y dificultades y a veces incluso verdaderas
persecuciones. Pienso, entre otros, en don Ruggero Ruvoletto, sacerdote fidei donum,
recientemente asesinado en Brasil; en el padre Michael Sinnott, religioso, secuestrado
hace pocos días en Filipinas. Y ¿cómo no pensar en lo que se está planteando en el
Sínodo de los obispos para África respecto al sacrificio extremo y al amor a Cristo
y a su Iglesia? Agradezco a las Obras misionales pontificias el valioso servicio que
prestan a la animación y a la formación misionera. Invito, además, a todos los cristianos
a un gesto material y espiritual de compartir para ayudar a las Iglesias jóvenes de
los países más pobres.
Queridos amigos, hoy, 18 de octubre, también es la
fiesta de san Lucas evangelista que, además del Evangelio, escribió los Hechos de
los Apóstoles, para narrar la expansión del mensaje cristiano hasta los confines del
mundo entonces conocido. Invoquemos su intercesión, junto con la de san Francisco
Javier, la de santa Teresa del Niño Jesús, patronos de las misiones, y la de la Virgen
María, para que la Iglesia siga difundiendo la luz de Cristo entre todos los pueblos.
Os pido, también, que recéis por la Asamblea especial para África del Sínodo de los
obispos, que se está celebrando estas semanas aquí, en el Vaticano.
Después
del Ángelus
(En francés)
El Ángelus me da la alegría de saludaros, queridos
peregrinos de lengua francesa. Celebramos hoy la Jornada mundial de las misiones.
Cristo en el Evangelio nos recuerda que el Hijo del hombre vino para servir. Nuestra
fidelidad a Cristo no nos debe llevar a buscar los honores, la notoriedad, la fama,
sino que nos invita a comprender y a hacer comprender que la verdadera grandeza se
encuentra en el servicio y en el amor al prójimo. En el corazón del Sínodo para África,
invoquemos a la Virgen María, Nuestra Señora de África, para que dé frutos abundantes.
¡Que Dios os bendiga!
(En inglés)
Doy una cordial bienvenida a todos
los peregrinos de habla inglesa presentes en este Ángelus. La liturgia de hoy nos
recuerda que Jesús, compartiendo en todo nuestra humanidad, se compadece de nuestras
debilidades y entiende nuestra lucha contra la tentación. En este Domingo mundial
de las misiones, dirijámonos a él en oración y aproximémonos a su trono de gracia,
para recibir su misericordia y proclamar el Evangelio del amor en todo el mundo.
(En
alemán)
Con alegría doy la bienvenida a todos los hermanos y hermanas de lengua
alemana. La Jornada mundial de las misiones, que celebramos hoy, nos recuerda que
la misión es la base de la vida de la Iglesia. En fidelidad a la misión del Señor,
predicar su Evangelio es para nosotros una prioridad y una urgencia. A los cristianos
bautizados y confirmados nos corresponde llevar a los pueblos de la tierra y a todos
los que nos rodean a Jesucristo, que es la salvación del mundo, la paz, la unidad,
la reconciliación, y da nueva vida. Pidamos al Espíritu Santo que reavive en nosotros
el celo, la valentía y el entusiasmo para predicar el Evangelio. ¡Dios os bendiga
a todos!
(En español)
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua
española, en particular a los fieles de la Hermandad del Señor de los Milagros, de
Roma; a los miembros de la Hermandad de la Virgen de la Amargura, de Lorca; y al grupo
de jóvenes españoles y latinoamericanos que trabajan pastoralmente en la defensa de
la vida. En este domingo la Iglesia celebra la Jornada mundial de las misiones. Os
invito a todos a orar por tantos sacerdotes, religiosos y laicos, que han entregado
su vida a la evangelización de los pueblos. Encomiendo a la protección maternal de
María santísima, que durante este mes invocamos especialmente con el título de Nuestra
Señora del Rosario, a todos los misioneros del mundo, para que no les falte nunca
nuestro apoyo espiritual y material en su difícil tarea apostólica.
(En polaco)
Queridos
hermanos polacos: "Las naciones caminarán en su luz" (Ap 21, 24). Con el espíritu
del lema de la Jornada mundial de las misiones de este año, pidamos en la oración
que la luz de Cristo ilumine a toda la comunidad humana. Que su Evangelio ayude a
las personas de todos los continentes a convertirse en una gran familia, para que
todos los pueblos descubran en Dios a un Padre que los ama. Agradeciéndoos la ayuda
espiritual y material para las misiones, os imparto de corazón a todos una bendición.
(En italiano)
Dirijo un cordial saludo a los Clérigos Regulares de
la Madre de Dios, venidos para la clausura del IV centenario de la muerte de su fundador,
san Juan Leonardi. Queridos hermanos, con vosotros están también los alumnos de todos
los colegios de Propaganda Fide, acompañados por el cardenal Ivan Dias, prefecto de
la Congregación para la evangelización de los pueblos, así como los representantes
de los farmacéuticos, cuyo patrono es san Juan Leonardi. Os exhorto a todos a seguirlo
en el camino de la santidad y a imitar su celo misionero. Saludo con afecto a todos
los peregrinos de lengua italiana, en particular a la Comunidad Cenáculo, que desde
hace tantos años ayuda a los jóvenes, especialmente a los que han caído en el abismo
de las drogas, a volver al camino de la vida encontrándose con Jesucristo.