DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI A LOS OBISPOS DE SUDÁFRICA, BOTSUANA, SUAZILANDIA,
NAMIBIA Y LESOTHO EN VISITA "AD LIMINA"
Viernes 10 de junio de 2005
Queridos hermanos en el episcopado:
1.
"Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos" (Sal 133, 1). Con este
espíritu de armonía, os doy la bienvenida con alegría y afecto, obispos de Sudáfrica,
Botsuana, Suazilandia, Namibia y Lesotho. A través de vosotros extiendo mi cordial
saludo al clero, a los religiosos y a los laicos de vuestros países.
En este
año dedicado a la Eucaristía, habéis recibido la bendición de hacer vuestra solemne
visita ad limina Apostolorum. "La Eucaristía, corazón de la vida cristiana y manantial
de la misión evangelizadora de la Iglesia, no puede menos de constituir siempre el
centro y la fuente del servicio petrino" (Mensaje en la santa misa por la Iglesia
universal, 20 de abril de 2005, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española,
22 de abril de 2005, p. 6). Del mismo modo, la Eucaristía debe estar siempre en el
centro de vuestro ministerio episcopal y debe inspirar a quienes os ayudan en vuestra
sagrada tarea.
2. La comunión con Cristo es la fuente inagotable de cada
uno de los elementos de la vida eclesial, "en primer lugar la comunión entre todos
los fieles, el compromiso de anunciar y testimoniar el Evangelio, y el ardor de la
caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños" (ib.). Los católicos
en vuestra región constituyen una minoría. Esto plantea muchos desafíos, que requieren
dedicación por parte de la Iglesia para apacentar eficazmente la grey y, al mismo
tiempo, permanecer fiel a su compromiso misionero.
Por esta razón, es esencial
que los obispos promuevan la obra crucial de la catequesis para asegurar que el pueblo
de Dios esté verdaderamente preparado para testimoniar con la palabra y con las obras
la doctrina auténtica del Evangelio. Al contemplar la Iglesia en África, y todo lo
que se ha logrado allí durante el último siglo, doy gracias a nuestro Padre celestial
por los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres, que han dedicado
su vida a esta noble tarea. Los obispos tienen la responsabilidad particular de asegurar
que estos "evangelizadores insustituibles" reciban la necesaria preparación espiritual,
doctrinal y moral (cf. Ecclesia in Africa, 91).
3. Aunque vuestra región
necesita aún más sacerdotes, no podemos menos de dar gracias a Dios por el gran número
de vocaciones al sacerdocio de las que sois testigos actualmente en el África subsahariana.
Como pastores de la grey de Cristo, tenéis la grave responsabilidad de ayudarles a
convertirse en hombres de la Eucaristía. Los sacerdotes están llamados a dejarlo todo
y a ser cada vez más devotos del santísimo Sacramento, llevando a los hombres y mujeres
a este misterio y a la paz que implica (cf. Homilía del domingo de Pentecostés, 15
de mayo de 2005). Por tanto, os aliento en vuestros continuos esfuerzos por seleccionar
con esmero a los candidatos al sacerdocio. De igual modo, es preciso formar con gran
celo a estos jóvenes a fin de garantizar que estén preparados para los numerosos desafíos
que deberán afrontar, ayudándoles a manifestar con la palabra y con las obras la paz
y la alegría de nuestro Señor y Salvador.
Un mundo lleno de tentaciones exige
sacerdotes totalmente entregados a su misión. Por consiguiente, se requiere de modo
muy especial que se abran plenamente al servicio de los demás como hizo Cristo, aceptando
el don del celibato. Los obispos deben ayudarles, procurando que este don jamás se
transforme en un peso, sino que sea siempre fuente de vida. Un modo para lograr este
objetivo es reunir a los ministros de la Palabra y de los sacramentos para que reciban
formación permanente, participando en retiros y días de recogimiento.
4.
La vida familiar ha sido siempre un elemento unificador de la sociedad africana. De
hecho, dentro de la "iglesia doméstica", "construida sobre sólidas bases culturales
y sobre los ricos valores de la tradición familiar africana", los niños aprenden por
primera vez el carácter central de la Eucaristía en la vida cristiana (cf. Ecclesia
in Africa, 92). Es preocupante que el entramado de la vida africana, su misma fuente
de esperanza y estabilidad, esté amenazado por el divorcio, el aborto, la prostitución,
el tráfico de seres humanos y la mentalidad anticonceptiva, todo lo cual contribuye
a una crisis de la moral sexual.
Queridos hermanos en el episcopado, comparto
vuestra profunda preocupación por la devastación causada por el sida y las enfermedades
relacionadas con él. Oro a Dios especialmente por las viudas, los huérfanos, las jóvenes
madres y todos aquellos cuyas vidas han quedado destrozadas por esta cruel epidemia.
Os exhorto a continuar vuestros esfuerzos por combatir este virus, que no sólo mata,
sino que también pone seriamente en peligro la estabilidad social y económica del
continente. La Iglesia católica ha estado siempre a la vanguardia tanto en la prevención
como en la curación de esta enfermedad. La doctrina tradicional de la Iglesia ha resultado
ser el único método seguro para prevenir la difusión del sida. Por esta razón, "el
afecto, la alegría, la felicidad y la paz que proporcionan el matrimonio cristiano
y la fidelidad, así como la seguridad que da la castidad, deben ser siempre presentados
a los fieles, sobre todo a los jóvenes" (ib., 116).
5. Queridos hermanos,
mientras seguimos celebrando un año dedicado a la sagrada Eucaristía, oro para que
os sostenga la promesa del Señor: "Yo estoy con vosotros todos los días" (Mt 28,
19). Que vuestro testimonio de hombres llenos de esperanza eucarística ayude a
vuestra grey a apreciar cada vez más este misterio. A cada uno de vosotros y a todos
los que han sido encomendados a vuestra solicitud pastoral imparto cordialmente mi
bendición apostólica.