Ceremonia de Beatificación en Toledo del Card. Sancha y Hervás
Domingo, 18 oct (RV).- En la catedral primada de Toledo, esta mañana, el prefecto
de la Congregación para las Causas de los Santos, el arzobispo Angelo Amato, en nombre
de Benedicto XVI, ha beatificado -en una solemne Concelebración Eucarística- al que
fuera cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, Ciriaco María Sancha y Hervás.
A
continuación les ofrecemos el texto íntegro de la Homilía:
Eminentísimos
y Excelentísimos Señores, sacerdotes, consagrados y consagradas, autoridades civiles
y militares, hermanos todos en el Señor:
1. Participamos hoy con gran alegría
en esta solemne beatificación del Venerable Siervo de Dios Ciriaco María Sancha y
Hervás (1833-1909), arzobispo de Toledo y Cardenal de la Santa Iglesia Romana. Damos
gracias ante todo a Dios Trino por este Siervo suyo misericordioso y santo, auténtica
obra de arte de la gracia divina. Agradecemos también al Santo Padre Benedicto XVI
este nuevo don que otorga a la Iglesia en España, Iglesia desde siempre riquísima
en santos y en mártires.
El domingo pasado, once de octubre de dos mil nueve,
el Santo Padre canonizó en el Vaticano a dos santos españoles: Francisco Coll i Guitart,
sacerdote dominico, fndador de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciación,
y Rafael María Arnáiz y Barón, conocido como el Hermano Rafael, oblato de la Orden
Cisterciense.
Hace dos años, el ventiocho de octubre de dos mil siete, en
la Plaza de San Pedro de Roma, fueron proclamados beatos cuatro cientos noventa y
ocho mártires españoles que dieron su vida durante la persecución religiosa en España
de los años mil novecientos treinta y uno – mil novecientos treita y nueve. Estos
fieles –obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, padres y madres de familia,
jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de toda edad y condición– provenían de muchas
diócesis españolas. Para este numeroso grupo, la archidiócesis de Toledo dio una aportación
extraordinaria de testimonio martirial, [que se añadió a la de los que habían sido
beatificados anteriormente]. En aquella ocasión, de esta iglesia particular provenían
cincuenta y cinco mártires: el Padre Víctor Chumillas Fernández con ventiún compañeros
franciscanos; Liberio González Nombela y otros doce sacerdotes del clero secular de
esta archidiócesis; Teodosio Rafael y tres compañeros, Hermanos de las Escuelas Cristianas;
y el Padre Eusebio del Niño Jesús con otros quince compañeros carmelitas descalzos.
La Iglesia en España sigue siendo una Iglesia de santos, de testigos heroicos
del Evangelio de Jesús, que es un Mensaje de paz, de justicia y de reconciliación.
2.
En este firmamento de santidad brilla con luz propia el Beato arzobispo y cardenal
Ciriaco María Sancha y Hervás. Hemos oído hace poco la lectura de su vida ejemplar.
Quisiera subrayar aquí tres facetas, puestas de relieve en las Letras Apostólicas
del Santo Padre Benedicto XVI, que le llama «asiduo e infatigable testigo de Cristo,
padre de los pobres y promotor de la unidad de la Iglesia». Son tres aspectos que
resalta la liturgia de la Palabra del día de hoy.
Allí donde ejercitó su ministerio,
el Beato no se ahorró fatigas y sufrimientos. Se le pueden aplicar algunas de las
expresiones con las que Isaías hace referencia al Mesías futuro: «El Señor quiso triturarlo
con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación [...]. Mi siervo justificará
a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (primera lectura: Is 53,10-11).
Su
empuje apostólico estaba firmemente enraizado en la integridad y en la verdad de la
profesión de la fe: «Hermanos – dice el autor de la Epístola a los Hebreos
– , mantengamos la confesión de la fe [...]. No tenemos un sumo sacerdote incapaz
de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente
como nosotros, menos en el pecado» (Heb 4,14-16).
3. Para conservar y defender
la unidad y la comunión en la Iglesia, el Beato no se detuvo ante trabajos y humillaciones.
Durante meses, el joven sacerdote don Ciriaco estuvo encarcelado por haberse opuesto
a la toma de posesión del arzobispo cismático de Santiago de Cuba, nombrado contra
la voluntad de la Santa Sede. Y, una vez libre, sus palabras no fueron de resentimiento
o de venganza, sino de comprensión y de caridad.
Fortalecido por la meditación
y la asimilación diaria de la Palabra de Dios, adecuaba toda su vida a la humildad
de Nuestro Señor Jesucristo. Por eso podía inculcar a sus Hijas espirituales el amor
al sacrificio, a las ocupaciones más bajas y humillantes, a la perfección en los actos
comunitarios como medio para alcanzar los valores del Reino. Las impulsaba, sobre
todo con el ejemplo, a imitar al Señor especialmente en la abnegación y en la humildad.
Cuando era obispo de Ávila escribió una carta al nuncio, suplicándole que tuviera
con él «la caridad de advertirme todos los defectos que encuentre en mí, que serán
muchos».
4. El Beato Ciriaco Sancha y Hervás vivió pobremente y fue el padre
de los pobres. Durante su estancia misionera, en Cuba había ya comenzado la lucha
por la independencia de la isla. El hambre, la miseria y la desolación reinaban por
doquier. El buen corazón del joven sacerdote quedó profundamente afectado por la marginación
y el estado de degradación de los niños abandonados. Por este motivo fundó el Instituto
de las Hermanas de los pobres, que adoptaron más tarde el nombre de Hermanas de la
Caridad del Cardenal Sancha. Pertenecían al Instituto jóvenes cubanas, adecuadamente
formadas y alentadas por don Ciriaco. Su tarea consistía en proporcionar calor humano
y espiritual a los huérfanos, a los ancianos abandonados y a los inválidos. Para el
Siervo de Dios, los pobres eran el sacramento vivo de la presencia de Jesús entre
nosotros y la Providencia divina era su punto de referencia diario para alimentar
la caridad en sus obras. Recomendó a sus religiosas, como quicio de su actuación,
la confianza en la Providencia divina, invitándolas a acoger y a prestar socorro al
mayor número posible de pobres esperando no en los medios humanos, sino en la infinita
Providencia de Dios.
A su regreso a España, continuó esa tarea de servicio
a los pobres, también como obispo y como cardenal, fiel a la palabra de Jesús, que
en el Evangelio de hoy nos dice: «Sabéis que los que son reconocidos come jefes de
los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el
que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo
de todos» (Mc 10, 35-45).
Javier Vales Failde, autor del libro Un sociólogo
purpurado, escribe: «Era sumamente comunicativo, conversaba y bromeaba con todos,
especialmente con los pobres y los humildes, a quienes socorría con las rentas de
su cargo y los donativos que sabía recoger de las clases ricas, siendo sus paseos
en extremo pintorescos, pues desde la linajuda dama hasta la vendedora ambulante y
el deshonrado rapazuelo, todos se acercaban alegres y confiados a besar el pastoral
anillo del Cardenal, y para todos tenía consejos oportunos, chanzas corteses y palabras
de aliento y de consuelo, cumpliendo siempre este apotegma que oí muchas veces de
sus propios labios: la autoridad debe ser imán que atraiga y no losa que aplaste».
5.
Santidad de vida, celo por las almas, cercanía a los pobres, amor a la Iglesia y al
Sumo Pontífice: son éstos los rasgos característicos de su figura de pastor y de
maestro. Fiel a las enseñanzas del Papa León trece, el Beato destacó en la promoción
de la dignidad humana y cristiana de los obreros, fundando escuelas nocturnas para
su formación, defendiendo el salario justo, fomentando las asociaciones para tutelar
sus derechos y visitando los barrios pobres.
Dedicó particular atención a la
formación intelectual y espiritual de los sacerdotes, así como al sustentamiento de
los seminaristas y de los sacerdotes pobres y ancianos. En Madrid, Valencia y Toledo
cuidó con solicitud la formación permanente de los sacerdotes. Con este fin, puso
en marcha las conferencias morales para el clero. El Beato estaba persuadido de que
la misión del sacerdote católico no consistía sólo en santificarse, sino también en
asumir el compromiso de ser luz del mundo, sal de la tierra y custodio de la buena
doctrina. Todo esto no puede hacerse realidad si el sacerdote carece de una profunda
formación espiritual y cultural.
El cardenal Sancha daba un consejo de valor
perenne, también en nuestros días. El sacerdote –son sus palabras textuales– «estará
ajeno a la política, porque ésta no tiene entrañas, y es egoísta y cruel, mientras
el sacerdote debe ser compasivo, desprendido y lleno de caridad. Eso no obstante,
cuando la política sale de su esfera y se convierte en arma destructora de la Iglesia
y de la fe, es obligación muy apremiante del sacerdote el combatirla. Entonces no
combate un sistema político sino un sistema impío y de irreligión».
6. El alma
de este extraordinario apostolado era su fe inmensa en Dios. Salvador Pérez escribe:
«Para Ciriaco Sancha Dios no era una elucubración: Dios era el aliento de su alma,
y hablar de Él le resltaba tan fácil y natural, que conseguía introducir a todos en
el ambiente sobrenatural en el que él se movía».
Otro testigo, el difunto cardenal
Marcelo González Martín, arzobispo de Toledo, añade: «Fue un hombre de Dios y de su
época, amó siempre a los más pobres, luchó intrépidamente por la fe católica, se distinguió
por su celo, sufrió persecución, devolvió bien por mal, vivió y murió como un santo.
Su ejemplo sigue teniendo hoy esa singular actualidad que acompaña a los que han vivido
inmersos en el tiempo y en los problemas de los hombres, pero anclados en los eterno
valores de la unión con Dios por encima de todo».
Es vivísima la actualidad
del Beato Ciriaco Sancha, con la novedad perenne del Evangelio.
En este año
sacerdotal, es modelo de de la dignidad y santidad de la vida sacerdotal.
Para
las religiosas por él fundadas, será siempre fuente de inspiración existencial, para
imitar a Cristo, el buen samaritano.
Para todos nosotros, hombres y mujeres
de poca fe, constituye un modelo de fe, que nos empuja a vivir siempre con la mirada
puesta en lo alto; de esperanza, para tener presente que nuestra verdadera meta es
la patria celestial; y un dechado de caridad, que nos recuerda que el amor de Dios
y del prójimo hace dignamente humana nuestra vida.
El Beato Ciriaco Sancha
es timbre de gloria de la España católica.
Queridos hermanos: nos dirigimos
confiadamente a la intercesión de la Virgen del Sagrario, para seamos dignos de recibir
la herencia del Beato Ciriaco, le imitemos y sigamos gozando su protección ante Dios
Trino, fuente de toda gracia.