2009-10-15 18:03:27

Intervenciónde Mons. António Francisco JACA, Obispo de Caxito (ANGOLA)


S. E. R. Mons. António Francisco JACA, S.V.D., Obispo de Caxito (ANGOLA)

Intervención consignada por escrito, pero no leída en el Aula.



La guerra civil y fratricida que asoló Angola en los últimos treinta años, además de los innumerables muertos, dejó unos traumas profundos en nuestro pueblo: miles de familias destrozadas y desarraigadas; miles de viudas y huérfanos, miles de ex-militares sin la suficiente asistencia y abandonados, y una gran parte de nuestro pueblo viviendo todavía en los umbrales de la pobreza, etc.

Si por una parte se hace una inversión significativa, lo que es de alabar, para reconstruir las infraestructuras destruidas por la guerra, por otra parte, poco o casi nada se ha hecho para reconstruir el tejido humano profundamente herido por los largos años de guerra civil. Y las consecuencias ya se hacen sentir, sobre todo con el aumento abrumador de la criminalidad de jóvenes y adolescentes.

Hoy es evidente la preocupación de la sociedad angoleña. La desesperación se va apoderando de las familias más pobres, que no poseen lo necesario para vivir y muchos padres no saben cómo educar a sus hijos. Nuestras iglesias y santuarios se transforman a menudo en lugares de refugio, para solicitar ayuda, ahogar las penas y buscar una palabra de consuelo. Una palabra de consuelo que las familias no siempre encuentran porque, y lo digo con mucha tristeza, numerosos sacerdotes se ocupan de otras muchas cosas y no se muestran disponibles para atenderlas, y tampoco les prestan la debida atención pastoral, principalmente en el sacramento de la reconciliación y en el ministerio de la escucha.

El éxodo de las aldeas a las ciudades ha provocado unos cambios profundos en el modus vivendi de la población. Ello ha afectado con frecuencia a la familia, sobre todo en la educación de los hijos. Por poner un ejemplo: los niños, sobre todo en las grandes ciudades, permanecen solos en casa, pues los padres salen muy temprano para ir al trabajo dejando a sus hijos durmiendo, y cuando regresan a casa, por la tarde o por la noche, los encuentran también durmiendo. ¿Quién cuida de estas criaturas durante todo el día? Abandonados a su suerte, tienen como compañía a otros niños, en la calle, la televisión, etc. Vemos, por tanto, a niños que cuidan de otros niños y que se educan en la calle, a merced de todo y de todos.

Se asiste también a la invasión silenciosa de la televisión. No se puede negar la influencia negativa, en niños y jóvenes de ciertos canales de televisión, nacionales e internacionales: telenovelas, películas de violencia, video-clips, canciones con letras impropias (difundidas también ampliamente por la radio), que presentan un modus vivendi ajeno a nuestra realidad e incentivan la violencia y otros comportamientos antisociales. Conviene señalar también ciertos contenidos que se difunden por internet o por los móviles, a través de SMS y video-mensajes, pues éstos son medios modernos de comunicación que las nuevas generaciones usan mucho. En este último campo, los propios adolescentes y jóvenes son los protagonistas, y también los destinatarios, de la transmisión de mensajes indecorosos.

En muchos barrios del extrarradio, sobre todo en las grandes ciudades, existen “salas” cinematográficas precarias e improvisadas, donde los niños y los adolescentes “consumen” inocentemente películas de violencia y otras no aconsejables para los menores.








All the contents on this site are copyrighted ©.