Intervención de Mons. Liborius Ndumbukuti NASHENDA, Arzobispo de Windhoek (NAMIBIA)
S. E. R. Mons. Liborius Ndumbukuti NASHENDA, O.M.I., Arzobispo de Windhoek, Presidente
de la Conferencia Episcopal (NAMIBIA)
En general, Namibia goza de estabilidad
política y económica, pero la Iglesia está llamada a ser un guardián vigilante y profético
respecto a la cuestión de la reconciliación, la justicia y la paz. Después de la guerra,
que acabó en 1989 y a la que siguieron unas elecciones controladas por las Naciones
Unidas, hemos observado tres movimientos:
1) No se concedió suficiente espacio
para que las partes que se habían enfrentado en la guerra compartieran sus heridas
y que, por consiguiente, se pudiera acelerar el proceso de curación interna.
2)
Se trató de hacer justicia mediante una distribución ecua de los recursos disponibles,
pero ahora vemos que está aumentando la distancia entre ricos y pobres.
3)
La paz ha prosperado entre los distintos pueblos del país.
Hemos intentado
emprender dos proyectos, de los que os querría hacer partícipes:
1) Hemos invitado
a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles a que animen a los fieles y a las
personas de buena voluntad a ejercer su derecho democrático al voto para elegir como
futuros líderes a personas que sean buenos servidores y administradores, y que en
su administración se preocupen de ofrecer servicios de calidad y de luchar contra
todas las formas de corrupción mediante la comisión anti-corrupción ya existente.
Nos
hemos reunido con todos los partidos políticos para exhortarlos a apoyar el principio
de democracia en su campaña electoral, en un espíritu de tolerancia y de respeto recíproco,
a fin de mantener la paz conquistada con tanto esfuerzo, que es un bien muy valioso;
recalcando el hecho de que en todas las carreras hay siempre un ganador y un perdedor,
y que este último tiene que aceptar el resultado con dignidad y humildad. Por consiguiente,
los líderes africanos tienen que aprender a ceder el poder con elegancia.
2)
Un ministerio especial para los que practican la prostitución, con un sacerdote competente
en la materia. En muchas situaciones, las personas que trabajan en este sector, el
80% de las cuales está afectada de SIDA, se ven abocadas a este estilo de vida a causa
de la pobreza y sufren abusos sexuales por parte de personas que tienen un buen sueldo.