2009-10-13 17:16:57

Intervención de la Sra. Barbara PANDOLFI, Presidente general del Institudo Secular de las Missioneras de la Regalità de Cristo (ITALIA), Oyente


Sra. Barbara PANDOLFI, Presidente general del Institudo Secular de las Missioneras de la Regalità de Cristo (ITALIA)

La presencia de los Institutos Seculares es una presencia escondida, aceptando la precariedad de la vida cotidiana, conjuntamente con los otros, sin protección ni privilegios, en la búsqueda de caminos y soluciones frecuentemente probables, vivida con el deseo de una fraternidad universal.
Por esto, la vocación de los Institutos seculares evidencia la exigencia de la promoción de un laicado maduro, que pueda contribuir a la construcción de una sociedad civil basada en los valores humanos del cristianismo.
En la búsqueda de la justicia y de la paz, especialmente de la experiencia de los laicos consagrados, integrados en los diferentes ámbitos de la vita social, se pueden favorecerse micro procesos de reconciliación, contribuyendo a la conciencia crítica, identificando a la luz del Evangelio, los caminos alternativos de la justicia y de la participación.
Nuestra vida y experiencia nos lleva a mirar al mundo y a la historia con juicio y sentido crítico, pero también con una visión positiva que parte de la certeza que, dondequiera se puedan encontrar los signos y el germen de la presencia de Dios que exigen ser conocidos, promovidos y acompañados, se hace necesario el estilo del diálogo e del testimonio.
Si la mujer es un eje central de la sociedad africana, mucha veces lo es de manera de modo “escondido”, ni oficial ni reconocido, entre dificultades y prejuicios.
Siendo Institutos femeninos la mayoría de los Institutos Seculares en África, se presenta urgentemente la exigencia de favorecer y promover la valorización de la mujer, no sólo porque esposa y madre, sino en cuanto persona capaz de responsabilidad y de autonomía en los diferentes ámbitos de la vida social, y en la urgencia de su presencia especial y no sólo subordinada en la Iglesia.
Si la primera fractura en el género humano causada por el pecado, ha sido entre un hombre y una mujer, uno de los signos de la paz y de la reconciliación, quizás, pueda estar justamente dado por la promoción de una real corresponsabilidad y de un efectivo reconocimiento de igual dignidad entre hombres y mujeres, más allá de todo dominio y discriminación.
Quizás haya llegado el momento en el que la mujer, con frecuencia y tradicionalmente sujeta al hombre, pueda ser realmente y en todos los campos de la vida social y eclesial, frente al hombre y en diálogo con él. En este sentido el Evangelio puede volverse una fuerza real de cambio.







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