Intervención de Mons. Denis KIWANUKA LOTE, Arzobispo de Tororo (UGANDA)
S. E. R. Mons. Denis KIWANUKA LOTE, Arzobispo de Tororo (UGANDA)
Durante los
dos últimos años, en diferentes lugares de Uganda ha habido serios problemas de inundaciones
y sequías. Ambos fenómenos contribuyeron a la pérdida de los cultivos. Nos referimos
a las prolongadas inundaciones y sequías que son el resultado de la irrazonable tala
de árboles que no son remplazados. En otros lugares del mundo los cambios climáticos
están causados por el sobrepastoreo y la disposición impropia de la basura y de desechos
industriales. El resultado de todo esto es la desertificación, el agotamiento de las
fuentes de agua, la contaminación de las aguas y la existencia de enfermedades. Este
estado penoso ya lo había previsto hace doscientos años un estudioso de los fenómenos.
Este advirtió que, si se fuerza la naturaleza, ésta siempre reacciona. Parece que
la gente ha ignorado las advertencias y la consecuencia son las continuas rupturas
del ecosistema que estamos experimentando. No se pueden ignorar las leyes de la naturaleza,
así como uno no puede ignorar las instrucciones contenidas en el manual de fábrica,
si quiere que su máquina funcione bien. El mundo físico posee leyes que deben respetarse. Tanto
los profetas de la fatalidad como los de la esperanza han escrito ampliamente sobre
las condiciones de deterioro de la tierra como residencia del hombre, y la mayoría
de ellos han sugerido el modo de revertir la situación. La protección del ambiente
se ha vuelto un argumento global, meritando la atención de todos. Del mismo modo que
el pandémico SIDA/HIV no sólo infecta a algunas personas, sino que afecta a todas,
el calentamiento global contamina y afecta a toda la gente. Por esta razón la Iglesia
en África, a través de este Sínodo, debe tratar seriamente el tema del cambio climático
como una obligación moral de todos. Este Sínodo debería encontrar las vías de la reconciliación
entre la tierra como víctima y la humanidad como su trasgresor.