2009-10-10 10:40:45

Intervención del Card. Anthony Olubunmi OKOGIE, Arzobispo de Lagos (NIGERIA)


S. Em. R. Card. Anthony Olubunmi OKOGIE, Arzobispo de Lagos (NIGERIA)



Quisiera que miráramos a las familias africanas como a una fuente de muchas bendiciones divinas para el crecimiento y el bienestar de las familias africanas en general.

África, definida en el pasado por sus colonizadores como el “continente negro”, hoy es vista bajo otra luz, si bien en la mayor parte de los países de África todavía existe la pobreza; los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos. La vida familiar se desintegra a causa de los divorcios, las infidelidades y las ideologías occidentales incompatibles con nuestra cultura. Los recursos naturales necesarios para el desarrollo de nuestra sociedad están siendo saqueados por los neo-colonialistas. En efecto, parece que sólo los deshonestos se abren camino en la sociedad. Actualmente nuestra moral está decaída y muchas personas, incluidos algunos líderes de la Iglesia, dejando a un lado la prudencia, dicen: “¿de qué sirve ser buenos?”. Las palabras del profeta Malaquías “no todo está perdido, confiad sólo en Dios” son muy apropiadas para quien se encuentra hoy en nuestra posición. Parece que hemos olvidado que, como hijos, somos más amados por Dios que por nuestros mismos padres. Parece que hemos olvidado las palabras del Señor Jesús “sin mí no podéis hacer nada”. Por tanto, armémonos de oración y seamos pacientes, porque en Dios prevalecerá la justicia auténtica, pues sabemos que su amor por nosotros supera todo cuanto podamos imaginar.

Los africanos son conocidos, generalmente, como personas muy religiosas. La idea de Dios o de la divinidad es algo innato en nosotros. No nos sorprende, pues, que dos de las religiones más difundidas en el mundo, el cristianismo y el islam, hayan sido acogidas con calor en el continente. Es triste, sin embargo, constatar que con frecuencia estas dos religiones se han utilizado mal y se han convertido en fuente de conflictos mortales en África. A pesar de ello, muchos padres difícilmente logran cumplir con sus responsabilidades hacia la familia, sin una vida familiar de oración organizada, consciente, sólida y seria o, dicho con palabras más sencillas, sin recurrir a Dios en momentos de dificultad, de alegría y de dolor. Ellos saben y están convencidos que solamente Dios puede cambiar, bendecir y robustecer la familia.

Al agradeceros las diversas sugerencias sobre la necesidad de la oración, quisiera unir mi voz para subrayar una vez más la importancia y la centralidad de la oración en esta situación aparentemente desoladora. Aunque parezca que las cosas van mal, y aunque se puedan proponer muchas soluciones, si éstas no son bendecidas por Dios, me pregunto, cuánto puede durar nuestro éxito, siempre que exista. No nos olvidemos, pues, de animar a nuestros fieles respecto de este don que Dios nos ha dado, siendo conscientes de que sólo con Él podremos tener éxito. Él es la vid y nosotros los sarmientos. Con Él podremos, pues, realizar nuestro compromiso.








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