Intervención del Card. Anthony Olubunmi OKOGIE, Arzobispo de Lagos (NIGERIA)
S. Em. R. Card. Anthony Olubunmi OKOGIE, Arzobispo de Lagos (NIGERIA)
Quisiera
que miráramos a las familias africanas como a una fuente de muchas bendiciones divinas
para el crecimiento y el bienestar de las familias africanas en general.
África,
definida en el pasado por sus colonizadores como el “continente negro”, hoy es vista
bajo otra luz, si bien en la mayor parte de los países de África todavía existe la
pobreza; los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos. La vida
familiar se desintegra a causa de los divorcios, las infidelidades y las ideologías
occidentales incompatibles con nuestra cultura. Los recursos naturales necesarios
para el desarrollo de nuestra sociedad están siendo saqueados por los neo-colonialistas.
En efecto, parece que sólo los deshonestos se abren camino en la sociedad. Actualmente
nuestra moral está decaída y muchas personas, incluidos algunos líderes de la Iglesia,
dejando a un lado la prudencia, dicen: “¿de qué sirve ser buenos?”. Las palabras del
profeta Malaquías “no todo está perdido, confiad sólo en Dios” son muy apropiadas
para quien se encuentra hoy en nuestra posición. Parece que hemos olvidado que, como
hijos, somos más amados por Dios que por nuestros mismos padres. Parece que hemos
olvidado las palabras del Señor Jesús “sin mí no podéis hacer nada”. Por tanto, armémonos
de oración y seamos pacientes, porque en Dios prevalecerá la justicia auténtica, pues
sabemos que su amor por nosotros supera todo cuanto podamos imaginar.
Los africanos
son conocidos, generalmente, como personas muy religiosas. La idea de Dios o de la
divinidad es algo innato en nosotros. No nos sorprende, pues, que dos de las religiones
más difundidas en el mundo, el cristianismo y el islam, hayan sido acogidas con calor
en el continente. Es triste, sin embargo, constatar que con frecuencia estas dos religiones
se han utilizado mal y se han convertido en fuente de conflictos mortales en África.
A pesar de ello, muchos padres difícilmente logran cumplir con sus responsabilidades
hacia la familia, sin una vida familiar de oración organizada, consciente, sólida
y seria o, dicho con palabras más sencillas, sin recurrir a Dios en momentos de dificultad,
de alegría y de dolor. Ellos saben y están convencidos que solamente Dios puede cambiar,
bendecir y robustecer la familia.
Al agradeceros las diversas sugerencias sobre
la necesidad de la oración, quisiera unir mi voz para subrayar una vez más la importancia
y la centralidad de la oración en esta situación aparentemente desoladora. Aunque
parezca que las cosas van mal, y aunque se puedan proponer muchas soluciones, si éstas
no son bendecidas por Dios, me pregunto, cuánto puede durar nuestro éxito, siempre
que exista. No nos olvidemos, pues, de animar a nuestros fieles respecto de este don
que Dios nos ha dado, siendo conscientes de que sólo con Él podremos tener éxito.
Él es la vid y nosotros los sarmientos. Con Él podremos, pues, realizar nuestro compromiso.