2009-10-08 15:32:41

Intervención del Card. Francis ARINZE, Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (NIGERIA)


S. Em. R. Card. Francis ARINZE, Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (NIGERIA)



Para dar a la Iglesia una mayor credibilidad y valentía en su misión profética de predicar la reconciliación, la justicia y la paz, habría que preocuparse de que reconciliación, justicia y paz se vivieran dentro de las estructuras de la Iglesia, sobre todo entre los que tienen una autoridad en ámbito eclesial, como obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Proponemos algunas sugerencias presentes en varios artículos del Instrumentum laboris (por ej. 17, 38, 45, 53, 61, 109 y 110).

La gente, justamente, mira a los obispos como a guías. Estas son las personas más importantes para demostrar que la pertenencia étnica, el idioma o la clase social no son determinantes a la hora de asignar tareas en la Iglesia, y que la Conferencia episcopal nacional actúa como un organismo colegial único y habla con una sola voz, sin dejarse influenciar por consideraciones tribales.

Los sacerdotes dan ejemplo de unidad y armonía cuando el presbiterio diocesano actúa como una fraternidad sacramental, cuando se alegran de vivir en comunidades de dos o tres sacerdotes en lugar de ser párrocos que viven solos, y cuando aceptan incondicionalmente a un nuevo obispo nombrado por el Santo Padre, sin organizar facciones con la mentalidad miope de los “hijos de la tierra”. El éxito de la Iglesia en el nombramiento de obispos fuera de su propia área lingüística representa un importante mensaje para algunas comunidades africanas afectadas por el virus político-social de un nacionalismo extremo. Aquí tenemos el deber de rendir homenaje a algunos sacerdotes que, como sabemos, fueron asesinados durante las masacres tribales porque predicaban la caridad y la armonía sin fronteras tribales y más allá de estas.

Las congregaciones religiosas dan un hermoso testimonio de la universalidad, porque generalmente sus miembros proceden de ambientes étnicos muy diferentes.

Justicia: Para estar al servicio de la justicia del Reino de Dios, la Iglesia “tiene el deber de vivir la justicia ante todo en su interior, entre sus miembros” (IL 45). Las diócesis deben preocuparse de que se cumplan los contratos con las congregaciones religiosas y, sobre todo, vigilar que los hombres y mujeres consagrados, los catequistas, los asistentes domésticos de las parroquias y otros dependientes de la Iglesia sean retribuidos adecuadamente. Es un escándalo que a final de mes estos humildes trabajadores no se lleven a casa más que el agua bendita. Además, los párrocos deberían recordar que los donativos de los fieles durante el Ofertorio no son sólo para el clero, sino para los pobres y para la Iglesia en general, incluidos los consagrados y los catequistas (cfr. Misal Romano, 73; Redemptionis Sacramentum, 70).

En algunas diócesis o parroquias la participación de las mujeres en los consejos no es suficiente (cfr. IL, 61). Allí donde su colaboración se ha apreciado adecuadamente, se han obtenido resultados muy positivos.

Este Sínodo puede ayudar a la Iglesia de cada país a dar un testimonio mayor de la reconciliación, la justicia y la paz. “La vida de una comunidad eclesial, que encarna la Palabra, se convierte en lámpara que ilumina a toda la sociedad, para que el pueblo evite los caminos que llevan a la muerte y, en cambio, emprenda los que llevan a la vida, es decir, a seguir a Jesús ‘camino, verdad y vida’” (IL, 38).








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