Intervención del Card. Walter KASPER, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
de la Unidad de los Cristianos
S. Em. R. Card. Walter KASPER, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
de la Unidad de los Cristianos (CIUDAD DEL VATICANO)
Mientras que,
gracias a Dios, ha habido un rápido crecimiento de la Iglesia en África, lamentablemente
se ha constatado también una fragmentación que se hace siempre más profunda entre
los cristianos. Aunque esta situación no se da solo en África, es demasiado fácil
considerar que estas divisiones son una derivación del legado recibida por África
de una Cristiandad dividida, aunque en África se han dado ulteriores divisiones, basta
pensar en las sucedidas recientemente en las comunidades Carismáticas y Pentecostales,
en las Iglesias llamadas independientes y en las sectas. Las mismas están muy difundidas
en todo el mundo y su vitalidad
en el Continente africano se refleja en el
aumento de las Iglesias independientes africanas, que actualmente han creado una institución
oficial, la OAIC, con sede en Nairobi.
En otros aspectos, el diálogo con estos
grupos no es fácil y a menudo del todo imposible por causa del comportamiento agresivo
y -por no entrar en detalles- por el bajo nivel teológico que poseen. Debemos afrontar
este desafío urgentemente con una actitud autocrítica. De hecho, no basta decir qué
hay de equivocado en ellos, debemos preguntarnos en qué erramos o qué nos falta en
nuestro trabajo pastoral. ¿Por qué tantos cristianos abandonan nuestra Iglesia? ¿Qué
es lo que no encuentran en nosotros que buscan en otros lugares? El PCPCU ha tratado
de dar alguna respuesta con dos simposios para obispos y teólogos, celebrados en Nairobi
y en Dakar. Estamos dispuestos a ayudar también en futuro. En este contexto, quisiera
mencionar solamente dos puntos importantes: la formación catequética ecuménica y la
constitución de pequeñas comunidades cristianas en el seno de nuestras parroquias.
Permitanme
ahora volver sobre los muchos otros desafíos y tareas:
1. Podemos ahora dar
una mirada hacia atrás a estos casi cincuenta años de dialogo ecuménico. Desde el
Concilio Vaticano II se han realizado importantes progresos ecuménicos, pero el camino
hacia la plena comunión eclesial probablemente es todavía largo y arduo por causa
de las dificultades que continúan existiendo en nuestros diálogos teológicos. Se requieren,
ahora, pasos adecuados para comprometernos juntamente con nuestros interlocutores
ecuménicos en un proceso de recogida de los frutos del diálogo. El compromiso de la
Iglesia Universal debe ser traducido y recibido en las Iglesias locales. Esto debe
producirse en la catequesis y en la formación teológica, a nivel diocesano y parroquial.
2.
Mientras que la Iglesia católica en África tradicionalmente ha mantenido un dialogo
constante con las tradiciones protestantes históricas y hoy también con las mas nuevas,
la reciente y rápida difusión de la Iglesia Ortodoxa en el Continente hace fundamental
para la Iglesia católica en África comprometerse en el dialogo y en relaciones positivas
también con nuestros hermanos y hermanas ortodoxos.
3. La Iglesia Católica
en África debe impulsar las relaciones ecuménicas con los movimientos Evangélicos,
Carismáticos y Pentecostales en el Continente africano, también por la relevancia
de sus expresiones indígenas y por la afinidad lograda con la visión del mundo cultural
africano. Un tal compromiso ecuménico exige, por una parte una fidelidad inspirada
en los principios de la Iglesia sobre el ecumenismo (UR, 2-4), y por otra una compresión
especifica de las expresiones culturales africanas. El diálogo y la búsqueda de la
unidad, deben considerar seriamente el contexto de las raíces culturales africanas.
De hecho, las raíces de diferentes árboles, separados pero cercanos entre si, igualmente
se entrelazan aunque continúan siendo diferentes, en la lucha por acceder a la misma
surgiente de vida que son el suelo y el agua. Este entrelazamiento es emblemático
del acercamiento ecuménico, unido con la cuestión de la enculturación y de la relevancia
del contexto.
4. Nuestra búsqueda de unidad en la verdad y en el amor no debe
nunca perder de vista la conciencia de que la unidad de la Iglesia es obra y don del
Espíritu Santo y va mucho más allá de nuestros esfuerzos . Por lo tanto, el ecumenismo
espiritual, especialmente la oración, es el verdadero corazón del compromiso ecuménico,(UR,
8). Sin embargo, el ecumenismo no dará frutos duraderos si no va acompañado por gestos
concretos de conversión que muevan las conciencias y promuevan la curación de los
recuerdos y de las relaciones.
Como afirma el Decreto sobre el Ecumenismo,
“El verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior” (UR, 7). Una tal
metánoia (UR, 5-8; UUS 15s; 83ss) nos llevará mas cerca de Dios, al centro de nuestra
vida, de tal modo que nos acercará más también unos a otros.
Por lo tanto,
el tema del Sínodo representa un desafío para la Iglesia en África para que agudice
la propia visión ecuménica y ofrezca a los pueblos de África la búsqueda de la unidad
como autentico tesoro del Evangelio. La Iglesia católica en África es estimulada a
seguir construyendo puentes de amistad y, a través de un ecumenismo espiritual orante
y el discernimiento de la voluntad de Dios, comprometerse en el “ministerio de la
reconciliación” (2Cor 5, 18), que nos fue confiado por medio de Cristo. Es esta la
base de nuestro compromiso ecuménico. La renovación de la vida interior de nuestro
corazón y de nuestra mente es el punto crucial de todo dialogo y de toda reconciliación,
haciendo del ecumenismo un compromiso recíproco de comprensión, respeto y amor, para
que el mundo crea.