2009-10-06 17:59:07

Relaćion de Mons. Orlando B. QUEVEDO, Arzobispo de Cotabato (FILIPINAS)


S. E. R. Mons. Orlando B. QUEVEDO, O.M.I., Arzobispo de Cotabato, Secretario General de la "Federation of Asian Bishops' Conferences" (F.A.B.C.) (FILIPINAS)

El tema de la Segunda Asamblea Especial para África “al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”, se encuentra en profunda sintonía con las aspiraciones de la Iglesia en Asia.
A pesar de las grandes diferencias, la Iglesia en Asia y la Iglesia en África tienen semejanzas extraordinarias. Si el cristianismo ha hecho camino durante la época de los apóstoles en Egipto y en África Septentrional por medio de la obra de San Marcos evangelista, muchos cristianos en India remontan sus propios orígenes al apóstol San Mateo. Pero, en su conjunto la Iglesia en África es tan joven como la Iglesia en Asia. En muchos países de ambos continentes, el cristianismo ha sido llevado por misioneros extranjeros durante el período de la colonización. Así mismo, un impulso misionero se evidenció durante el siglo XIX y también en el XX.
La riqueza de culturas, los tantos valores familiares tradicionales que son verdaderamente humanos, las miles de lenguas habladas, el encuentro entre el cristianismo, el islamismo y las religiones tradicionales locales son fenómenos importantes y muy similares tanto en África como en Asia. Y ambos continentes son continentes de los pobres y de los jóvenes.
Las dos Exhortaciones postsinodales de nuestro querido Papa Juan Pablo II, Ecclesia en África (1995) y Ecclesia en Asia (1998) poseen similitudes sorprendentes. Por ejemplo, en relación a los desafíos pastorales actuales, es decir, los imperativos de la inculturación y del diálogo interreligioso, la promoción de una emergente cultura materialista y relativista globalizante a través de la comunicación social, el impacto negativo de la globalización económica entre los pobres, el menoscabo de los valores morales en la vida social, económica y política, además de las amenazas continuas a la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, las varias facetas de la injusticia y del violento conflicto que destruye la armonía de las sociedades africanas y asiáticas.

La Iglesia en África y la Iglesia en Asia están suscitando interrogantes similares y de gran importancia: ¿qué somos nosotros como comunidad de discípulos, como Iglesia?, ¿cómo podemos ser testimonios creíbles de nuestro Señor Jesús y de su Evangelio?, ¿cómo debería¬mos responder a los complejos desafíos pastorales que enfrentamos en la misión de proclamar a Jesús como nuestro Señor y Salvador?
Entiendo que la Iglesia en África está explorando las implicaciones teológicas y pastorales de la Iglesia como Familia de Dios. Nosotros en Asia, guiados por las Sagradas Escrituras y por el Magisterio vivo de la Iglesia, consideramos haber sido conducidos por el Espíritu Santo para explorar, en el contexto asiático, la teología de la Iglesia como Comunión, siendo Siervos humildes del Evangelio entre los pueblos asiáticos. Esta óptica teológica ha abierto la opción pastoral de la actual renovación radical en curso de la Iglesia en Asia, una opción, más del ser que del hacer. Para nosotros los actos deben proceder del mismo corazón de una Iglesia que es renovada en el Misterio Pascual de Jesús, nuestro Señor.
De ahí, en sus 35 años de existencia fecunda, la Federación de las Conferencias de los Obispos de Asia ha promovido una renovación de la Iglesia en el continente hacia una interioridad espiritual más profunda; hacia el diálogo con las culturas asiáticas, con las tradiciones religiosas y las antiguas filosofías de Asia, así como con los pueblos asiáticos, especialmente con los pobres; hacia un discipulado auténtico, hacia la renovación del laicado en función de un liderazgo en la transformación social; hacia un significado de la misión ad gentes; hacia la renovación de la familia asiática come objetivo central de la evangelización y hacia un vivir creíble de la Eucaristía en las realidades de vida de Asia.
Tal renovación es fundamentalmente un llamado de Dios que es Amor (Deus Caritas est), que ofrece esperanza y salvación (Spe salvi),conduciéndonos a amarle en la verdad (Caritas in Veritate).
En relación con el amar en la verdad, las Iglesias en África y Asia conocen experiencias similares en el dolor y en la alegría. El dolor - en el origen de muchas fuerzas de una cultura de la muerte -, tanto Ecclesia en África como Ecclesia en Asia tratan con profunda preocupa¬ción el incremento de la pobreza y de la marginación de nuestros pueblos, los ataques continuos contra el matrimonio y la familia tradicional; las injusticia contra las mujeres y la infancia; nuestra propensión a favorecer las armas de destrucción antes que el desarrollo integral; nuestra incapacidad para competir con los potentes en un orden económico global que no respeta las normas jurídicas y morales; la intolerancia religiosa antes que un diálogo de la razón y de la fe; el dominio de la avidez antes que el del derecho en la vida pública; las divisiones y el conflicto antes que la paz, así como la degradación de la ecología humana y natural. Además, la frecuencia de tifones devastadores, inundaciones, sequías, terremotos y tsunamis en el continente asiático exigen ahora nuestro interés pastoral colectivo en relación con el calentamiento global y a los cambios climáticos.
Por otra parte, tenemos mucha alegría y esperanza en los movimientos de justicia y paz, como lo demuestran la conciencia creciente y la participación de jóvenes y mujeres en su adquisi¬ción de poder a favor de la transformación social, en el compromiso de diferentes grupos de la sociedad civil para favorecer la integridad en la vida pública y para tutelar la integridad de todo lo creado, en la solidaridad de las personas de buena voluntad provenientes de clases sociales y tradiciones religiosas diferentes con la finalidad de actuar en función de un orden social más justo, más pacífico y más fraternal.
La razón de nuestra alegría y de nuestra esperanza es que observamos muchos fermentos positivos en el seno de la Iglesia: en las pequeñas comunidades cristianas, entre los numero¬sos religiosos y religiosas, y en el interior del mismo clero. Todos ellos llevan los valores del Reino de Dios a los nuevos areópagos de la evangelización.

Con estos sentimientos de alegría y de esperanza en el Señor, expreso la solidaridad de los miembros de la Federación de las Conferencias de los Obispos de Asia a todos los participan¬tes de la Segunda Asamblea Especial para África . Os agradezco por haber acogido a muchos misioneros asiáticos, así como también a muchos trabajadores emigrantes en vuestro amado continente.
En relación a la IX Asamblea plenaria de la FABC de Manila, me sea permitido expresar nuestro agradecimiento a Su Eminencia, Cardenal Francis Arinze, Enviado Especial del Santo Padre, y a su Su Eminencia, Cardenal Ivan Dias, quien ha invitado a Su Excelencia, Arzobis¬po Robert Sarah como su representante personal.
De modo especial, en nombre de la FABC deseo expresar nuestra más profunda y afectuosa fidelidad a nuestro amado Santo Padre, Papa Benedicto XVI. Le invitamos, Santidad, a visitar nuestra región en un futuro próximo. Gracias.
 







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