Relaćion de Mons. Orlando B. QUEVEDO, Arzobispo de Cotabato (FILIPINAS)
S. E. R. Mons. Orlando B. QUEVEDO, O.M.I., Arzobispo de Cotabato, Secretario General
de la "Federation of Asian Bishops' Conferences" (F.A.B.C.) (FILIPINAS)
El
tema de la Segunda Asamblea Especial para África “al servicio de la reconciliación,
de la justicia y de la paz”, se encuentra en profunda sintonía con las aspiraciones
de la Iglesia en Asia. A pesar de las grandes diferencias, la Iglesia en Asia y
la Iglesia en África tienen semejanzas extraordinarias. Si el cristianismo ha hecho
camino durante la época de los apóstoles en Egipto y en África Septentrional por medio
de la obra de San Marcos evangelista, muchos cristianos en India remontan sus propios
orígenes al apóstol San Mateo. Pero, en su conjunto la Iglesia en África es tan joven
como la Iglesia en Asia. En muchos países de ambos continentes, el cristianismo ha
sido llevado por misioneros extranjeros durante el período de la colonización. Así
mismo, un impulso misionero se evidenció durante el siglo XIX y también en el XX. La
riqueza de culturas, los tantos valores familiares tradicionales que son verdaderamente
humanos, las miles de lenguas habladas, el encuentro entre el cristianismo, el islamismo
y las religiones tradicionales locales son fenómenos importantes y muy similares tanto
en África como en Asia. Y ambos continentes son continentes de los pobres y de los
jóvenes. Las dos Exhortaciones postsinodales de nuestro querido Papa Juan Pablo
II, Ecclesia en África (1995) y Ecclesia en Asia (1998) poseen similitudes sorprendentes.
Por ejemplo, en relación a los desafíos pastorales actuales, es decir, los imperativos
de la inculturación y del diálogo interreligioso, la promoción de una emergente cultura
materialista y relativista globalizante a través de la comunicación social, el impacto
negativo de la globalización económica entre los pobres, el menoscabo de los valores
morales en la vida social, económica y política, además de las amenazas continuas
a la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, las varias facetas de la
injusticia y del violento conflicto que destruye la armonía de las sociedades africanas
y asiáticas.
La Iglesia en África y la Iglesia en Asia están suscitando interrogantes
similares y de gran importancia: ¿qué somos nosotros como comunidad de discípulos,
como Iglesia?, ¿cómo podemos ser testimonios creíbles de nuestro Señor Jesús y de
su Evangelio?, ¿cómo debería¬mos responder a los complejos desafíos pastorales que
enfrentamos en la misión de proclamar a Jesús como nuestro Señor y Salvador? Entiendo
que la Iglesia en África está explorando las implicaciones teológicas y pastorales
de la Iglesia como Familia de Dios. Nosotros en Asia, guiados por las Sagradas Escrituras
y por el Magisterio vivo de la Iglesia, consideramos haber sido conducidos por el
Espíritu Santo para explorar, en el contexto asiático, la teología de la Iglesia como
Comunión, siendo Siervos humildes del Evangelio entre los pueblos asiáticos. Esta
óptica teológica ha abierto la opción pastoral de la actual renovación radical en
curso de la Iglesia en Asia, una opción, más del ser que del hacer. Para nosotros
los actos deben proceder del mismo corazón de una Iglesia que es renovada en el Misterio
Pascual de Jesús, nuestro Señor. De ahí, en sus 35 años de existencia fecunda,
la Federación de las Conferencias de los Obispos de Asia ha promovido una renovación
de la Iglesia en el continente hacia una interioridad espiritual más profunda; hacia
el diálogo con las culturas asiáticas, con las tradiciones religiosas y las antiguas
filosofías de Asia, así como con los pueblos asiáticos, especialmente con los pobres;
hacia un discipulado auténtico, hacia la renovación del laicado en función de un liderazgo
en la transformación social; hacia un significado de la misión ad gentes; hacia la
renovación de la familia asiática come objetivo central de la evangelización y hacia
un vivir creíble de la Eucaristía en las realidades de vida de Asia. Tal renovación
es fundamentalmente un llamado de Dios que es Amor (Deus Caritas est), que ofrece
esperanza y salvación (Spe salvi),conduciéndonos a amarle en la verdad (Caritas in
Veritate). En relación con el amar en la verdad, las Iglesias en África y Asia
conocen experiencias similares en el dolor y en la alegría. El dolor - en el origen
de muchas fuerzas de una cultura de la muerte -, tanto Ecclesia en África como Ecclesia
en Asia tratan con profunda preocupa¬ción el incremento de la pobreza y de la marginación
de nuestros pueblos, los ataques continuos contra el matrimonio y la familia tradicional;
las injusticia contra las mujeres y la infancia; nuestra propensión a favorecer las
armas de destrucción antes que el desarrollo integral; nuestra incapacidad para competir
con los potentes en un orden económico global que no respeta las normas jurídicas
y morales; la intolerancia religiosa antes que un diálogo de la razón y de la fe;
el dominio de la avidez antes que el del derecho en la vida pública; las divisiones
y el conflicto antes que la paz, así como la degradación de la ecología humana y natural.
Además, la frecuencia de tifones devastadores, inundaciones, sequías, terremotos y
tsunamis en el continente asiático exigen ahora nuestro interés pastoral colectivo
en relación con el calentamiento global y a los cambios climáticos. Por otra parte,
tenemos mucha alegría y esperanza en los movimientos de justicia y paz, como lo demuestran
la conciencia creciente y la participación de jóvenes y mujeres en su adquisi¬ción
de poder a favor de la transformación social, en el compromiso de diferentes grupos
de la sociedad civil para favorecer la integridad en la vida pública y para tutelar
la integridad de todo lo creado, en la solidaridad de las personas de buena voluntad
provenientes de clases sociales y tradiciones religiosas diferentes con la finalidad
de actuar en función de un orden social más justo, más pacífico y más fraternal. La
razón de nuestra alegría y de nuestra esperanza es que observamos muchos fermentos
positivos en el seno de la Iglesia: en las pequeñas comunidades cristianas, entre
los numero¬sos religiosos y religiosas, y en el interior del mismo clero. Todos ellos
llevan los valores del Reino de Dios a los nuevos areópagos de la evangelización.
Con estos sentimientos de alegría y de esperanza en el Señor, expreso la solidaridad
de los miembros de la Federación de las Conferencias de los Obispos de Asia a todos
los participan¬tes de la Segunda Asamblea Especial para África . Os agradezco por
haber acogido a muchos misioneros asiáticos, así como también a muchos trabajadores
emigrantes en vuestro amado continente. En relación a la IX Asamblea plenaria
de la FABC de Manila, me sea permitido expresar nuestro agradecimiento a Su Eminencia,
Cardenal Francis Arinze, Enviado Especial del Santo Padre, y a su Su Eminencia, Cardenal
Ivan Dias, quien ha invitado a Su Excelencia, Arzobis¬po Robert Sarah como su representante
personal. De modo especial, en nombre de la FABC deseo expresar nuestra más profunda
y afectuosa fidelidad a nuestro amado Santo Padre, Papa Benedicto XVI. Le invitamos,
Santidad, a visitar nuestra región en un futuro próximo. Gracias.