El arzobispo de Bukavu abandona el Sínodo para apoyar a su comunidad atacada
Martes, 6 oct (RV).- “Mientras nosotros
tomamos la palabra en este Sínodo, los agentes pastorales en nuestras arquidiócesis
son molestados por los enemigos de la paz…” Estas palabras de monseñor Rusengo, arzobispo
de Bukavu, en la República Democrática del Congo, parecían sólo ejemplificar la situación
de conflicto y violencia que se vive en África. En cambio, estaba hablando de una
realidad concreta. Esta madrugada, la comunidad de Hermanos Maristas de su arquidiócesis
fueron atacados, tal como había pasado hace apenas cuatro días, el 2 de octubre con
un grupo de sacerdotes amenazados de ser asesinados. Monseñor Rusengo, anunció que
deja el Sínodo para ir a animar y asistir a su gente. “Ante estas situaciones, dijo,
la Iglesia es el único sostén para un pueblo aterrorizado, humillado, explotado,
dominado que quieren silenciar”. Un aplauso solidario de los padres sinodales resonó
en aquella sala donde más de un pastor tiene una historia que contar sobre persecuciones
y martirios. Una realidad que no escapa a la Iglesia de Zimbawe, como lo expresó Monseñor
Munyanyi, obispo de Gweru, quien hablando de la pobreza, la violencia, la deplorable
condición de la mujer y de los niños, así como de las minorías de su país, reconoció
las inhumanas experiencias sociopolíticas que han sufrido antes y después de la época
colonial. Por ello, afirmó que se comete un error cuando se pretende hablar de reconciliación
pidiéndole a la gente que simplemente olvide el pasado, cuando la reconciliación que
necesita el país la necesita la misma iglesia quien sufre las tensiones de tener,
a veces, dos idiomas y dos etnias. Y así monseñor Munyanyi, hablando del camino de
la paz, creyó oportuno recordar las palabras del Papa Juan Pablo II expresadas en
el Instrumentum laborís: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” invitando
a tomarlas seriamente. Una invitación que los padres sinodales apreciaron con un aplauso. Una
cuarta congregación la de esta tarde, en la que no faltaron temas puntuales como el
esfuerzo ecuménico planteado por el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio
Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos. Si bien reconoció que el
diálogo ecuménico ha avanzado con las iglesias ortodoxa y protestante, advirtió sobre
la necesidad de tomar con ímpetu el diálogo con las iglesias evangélicas y los movimientos
carismáticos y pentecostales que están tomando una gran relevancia por sus afinidades
con las expresiones indígenas y tradicionales de la cultura africana. “No tenemos
que criticar a estos movimientos por sus errores –recalcó el cardenal Kasper- sino
ver dónde están las deficiencias en nuestro trabajo pastoral”. “Pasar del diálogo
de las culturas a la cultura del diálogo, fue la propuesta del obispo maronita de
El Cairo, quien la consideró fundamental para la formación de los futuros sacerdotes.
“Nosotros podemos constatar que la cuestión del diálogo es un problema cultura y espiritual
por excelencia, pues está ligado, más a nuestra comprensión de nosotros mismos, que
a nuestra toma de posición frente al otro. De allí que consideró que actuar desde
la centralidad del otro representa una alternativa para formar sacerdotes que sean
instrumentos de paz y reconciliación. Han sido muchas las reflexiones de los padres
sinodales en esta cuarta congregación en la que no faltaron referencias concretas
a la situación socio política de los países, y la necesidad de tomar conciencia de
que la misión de la iglesia debe conducir a los hombres al servicio del bien común. Desde
el aula del Sínodo Alina Tufani Díaz.