El Papa resalta la fidelidad, la prudencia y la bondad, como las virtudes características
del buen obispo
Sábado, 12 sep (RV).- Benedicto XVI ha presidido, esta mañana, la Santa Misa de ordenación
de cinco nuevos obispos, poniendo de relieve que Dios les ha confiado su Iglesia no
para atar a los hombres, buscar poder o prestigio personal sino para conducirlos hacia
Jesucristo, el Dios viviente.
Fidelidad, prudencia y bondad son las virtudes
del ministerio sacerdotal resaltadas por Benedicto XVI al presidir, esta mañana, en
la Basílica de San Pedro, la Santa Misa de Ordenación episcopal de cinco presbíteros,
que hasta el momento han prestado servicio en distintos dicasterios de la Sede Apostólica,
como la Secretaría de Estado, la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Gobernatorato
de la Ciudad del Vaticano, y que ahora se desempeñarán otros campos de acción pastoral.
El
Santo Padre ha llegado al Vaticano en helicóptero, desde su residencia veraniega en
Castelgandolfo para celebrar la consagración episcopal de mons. Gabriele Giordano
Caccia, Nuncio Apostólico en Líbano; mons. Franco Coppola, Nuncio Apostólico en Burundi;
mons. Pietro Parolin, Nuncio Apostólico en Venezuela; mons. Raffaello Martinelli,
Obispo de Frascati, y mons. Giorgio Corbellini, presidente de la Oficina del Trabajo
de la Sede Apostólica.
Ante todo, el Papa ha recordado que la ordenación episcopal
es un evento de oración. “Ningún hombre puede hacer de otro un sacerdote o un obispo”-ha
explicado - pues es “el Señor mismo que, a través de la palabra de la oración y el
gesto de la imposición de las manos, asume al hombre totalmente a su servicio, lo
atrae a su mismo Sacerdocio”, para que su Palabra y su obra estén presentes en todos
los tiempos.
“La Iglesia no es nuestra, sino suya, la Iglesia de Dios”- ha
enfatizado el Papa- “no atamos a los hombres a nosotros; no buscamos poder, prestigio,
o estima para nosotros mismos. Conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así hacia
el Dios viviente”.
El Pontífice ha subrayado que el mismo Jesús resumió todos
los aspectos del Sacerdocio en una sola frase: “el Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". Por lo tanto,
“servir es donarse a sí mismo, a los demás de parte de Dios y en vista de Dios”, ha
reiterado el Papa, enumerando luego las características de este servicio iniciando
por la fidelidad:
«La fidelidad es altruismo, y así, es liberadora para el
ministro mismo y para cuantos le son confiados. Sabemos cómo las cosas en la sociedad
civil y, con frecuencia, también en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos
de aquellos a los cuales les ha sido confiada una responsabilidad, trabajan para sí
mismos y no para la comunidad».
Benedicto XVI ha hecho hincapié en que la
fidelidad del Siervo de Jesús consiste en no tratar de adaptar la fe a las modas del
momento, pues sólo Cristo tiene palabras de vida eterna y se deben llevar a la gente.
“La fe - ha agregado el Santo Padre - necesita ser transmitida: no nos fue entregada
sólo para nosotros, para la salvación personal de nuestra alma, sino para los demás,
para este mundo y nuestro tiempo”. Luego, el Papa se ha referido a la segunda característica
que Jesús pide al siervo de Dios. Es decir, la prudencia, advirtiendo que no se debe
confundir con la astucia, sino que se debe asumir como un criterio para actuar en
la verdad:
«La prudencia exige la razón humilde, disciplinada y vigilante
que no se deja deslumbrar por los prejuicios, no juzga según los deseos y pasiones,
sino que busca la verdad- incluso la verdad incómoda. Prudencia significa ir en búsqueda
de la verdad y actuar conforme a ella. El siervo prudente es sobre todo un hombre
de verdad y un hombre de sincera razón».
El Santo Padre ha recordado asimismo
que dejándonos plasmar por la verdad de Cristo nos hacemos hombres verdaderamente
razonables, “no nos dejamos guiar por la pequeña ventana de la personal astucia, sino
por la gran ventana que Cristo nos ha abierto sobre toda la verdad, miramos al mundo
y a los hombres y reconocemos así las cosas que verdaderamente son importantes en
la vida”.
La bondad es la tercera característica del siervo de Dios, ha explicado
luego Benedicto XVI, poniendo de relieve que, tal como dijo Jesús, “nadie es bueno
sino Dios”, que es la bondad en persona, por ello, “en una criatura, en el hombre,
ser bueno se basa necesariamente en su orientación interior hacia Dios”:
«Nos
hacemos siervos buenos mediante nuestra relación viva con Jesucristo. Sólo si nuestra
vida se desarrolla en diálogo con ÉL, sólo si su ser, sus características penetran
en nosotros y nos plasman, podemos convertirnos en siervos verdaderamente buenos».
Al
concluir su homilía, el Papa se ha referido al nombre de María, que la Iglesia recuerda
hoy. “En Ella, totalmente unida a su Hijo, los hombres en las tinieblas y en los sufrimientos
de este mundo han encontrado el rostro de la Madre, que nos da la valentía para seguir
adelante”. El Santo Padre ha invitado a rezarle a la Madre del Señor, para que nos
conduzca siempre hacia su Hijo, fuente de toda bondad.