Cultura y Humanismo: los desafíos culturales del mundo globalizado
Miércoles, 26 ago (RV).- En nuestro programa de hoy dedicado a la Cultura y al Humanismo
analizaremos, junto al presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, monseñor Gianfranco
Ravasi, cuáles son los desafíos culturales del mundo globalizado. Escuchar el programa.
“Sustancialmente
podemos decir que son dos, a pesar de la complejidad de la situación contemporánea
y la situación social del mundo. Yo querría solamente enfocar dos que son por su naturaleza
casi antítesis. Por un lado está intentar cada vez más individuar cuáles son las líneas
fundamentales de la comunicación global. Y por otro, existe un aspecto que es su antítesis,
hasta tal punto que en nuestros días se tiende a hablar de glocalización, y no de
globalización, para decir que las culturas, las etnias, y los países, quieren conservar
su identidad. Es por este motivo que se pone de relieve la importancia para la cultura
de saber equilibrar el lenguaje universal y las características propias. Por un lado,
está la comunicación, algunos valores, elementos que pertenecen a todos los países,
porque todos los países tienen la parábola en sus tejados, tienen antenas de televisión
incluso en zonas perdidas de África, pero por otro lado está la voluntad de conservar
la propia identidad y las propias tradiciones”.
Ante esta dicotomía, monseñor
Ravasi explica con estas palabras cuáles son las prioridades del Pontificio Consejo
para la Cultura. “El primer desafío, sin duda alguna, es el lenguaje. Entender
como se comunica hoy en día. Internet es un nuevo lenguaje. Teniendo en cuenta que
en cualquier forma de lenguaje cambia también el mensaje, como decía ya a su tiempo
el gran estudioso de la comunicación Mcluhan: el medio es el mensaje. Entonces hay
que recordar que el lenguaje on-line es un lenguaje que es diferente respecto al escrito
de forma inmediata, es un lenguaje frío. Internet lo utilizan todos: pero solos, en
soledad. Otra prioridad que seguramente se presenta en nuestros días es la del fenómeno
un poco particular que yo llamaría de la nueva cultura, es decir, de la cultura contemporánea.
Además del lenguaje y de la nueva cultura, pienso también en un tercer elemento importante
para no borrar la tradición cultural elevada: me refiero a la dimensión del arte.
Precisamente por este motivo he propuesto al Papa –que ha aceptado- que el 21 de noviembre
reciba a los artistas”.
La pregunta que surge en este sentido es cómo puede
el hombre materialista descubrir la propia dimensión espiritual a través de la cultura,
a lo que el presidente del Pontificio Consejo de la Cultura responde así: “El verdadero
problema desde el punto de vista religioso en la cultura contemporánea no es tanto
el del ateismo o del rechazo sistemático, coherente, consciente de la dimensión trascendente,
que es un componente bastante marginal. El elemento fundamental ahora es en cambio
el de la indiferencia, el ateismo genérico superficial, banal que simplemente considera
el problema religioso, o el problema ético, como un problema marginal, secundario
que no atormenta la conciencia, que no interroga la existencia del hombre. Es éste
el verdadero drama: tenemos ante nosotros una especie de niebla: Dios es como mucho
un elemento que a veces atraviesa nuestra vida, pero es del todo marginal y secundario.
Por este motivo el hombre se interesa solamente por el presente, por lo cotidiano,
por las cosas tangibles, nunca se plantea la posibilidad de levantar la cabeza, de
preguntarse sobre algo que vaya más allá. Ésta es la nueva forma de materialismo,
que no es teórico o marxista, o dialéctico, que eran visiones del mundo, una concepción
alternativa respecto al cristianismo. La televisión, la comunicación actual, continuamente
nos ponente ante los ojos, modas y modos de vida, objetos, consumo. El hombre no tiene
la capacidad de preguntarse sobre las grandes preguntas fundamentales. El ateismo
clásico tradicional proponía grandes preguntas, dando respuestas alternativas respecto
a las cristianas. Ahora en cambio domina lo gris, domina la indiferencia, domina esta
nueva forma de idolatría. Y es éste precisamente el papel principal de las religiones
y de la cultura: crear inquietudes, proponer preguntas, remover esta niebla gris para
hacer brillar al hombre en su profundidad”.