La Santa Sede denuncia las condiciones inhumanas en los campos de refugiados
Viernes, 24 jul (RV).- La Santa Sede aboga por una respuesta globalizada eficaz y
coherente a los desastres naturales y los causados por el hombre que golpean a millones
de personas en todo el mundo e invita a las autoridades nacionales y los grupos involucrados
en los conflictos a respetar las normas del derecho internacional. Igualmente, se
compromete, una vez más, a continuar asistiendo a las personas necesitadas independientemente
de su etnia o credo religioso.
Estos argumentos fueron expuestos, el pasado
20 de julio, por el arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede
ante las Naciones Unidas y otros organismos internacionales en Ginebra, en su intervención
ante la Sección de Asuntos Humanitarios del Consejo Económico y Social de la ONU.
El desafío fundamental presentado en dicha reunión fue el derecho de las personas,
sus familias y sus comunidades a una asistencia humanitaria y que ésta pueda llegar
sin impedimentos a las personas necesitadas.
El representante vaticano advirtió
que si bien, en 2008, ha habido una disminución del número de refugiados, más de 10
millones todavía viven en los campos de prófugos y unos 26 millones siguen siendo
desplazados internos a causa de conflictos pasados y recientes, por falta de seguridad
o debido a persecución. Asimismo, denunció que las personas que piden asilo, los migrantes
irregulares y los desplazados, las víctimas de desastres naturales y de los cambios
climáticos están confinadas en centros de detención o en campos improvisados, que
lejos de los reflectores de los medios de comunicación, viven en condiciones insostenibles
que conllevan un inconmensurable dolor físico, mental, emotivo y espiritual.
El
observador permanente de la Santa Sede enfatizó la necesidad de respetar las normas
del derecho humanitario internacional, especialmente cuando se siguen verificando
continuas violencias sexuales contra mujeres y niñas dentro y alrededor de los campos
de refugiados. También señaló la urgencia alcanzar y asistir a los prisioneros de
guerra y denunció la privación de la libertad, del derecho al trabajo, a la educación,
a la reunificación familiar y al desarrollo personal que se presenta en los campos
de refugiados o en los centros de detención.
Ante este panorama, la Santa
Sede exhorta a las autoridades nacionales y a las partes involucradas en los conflictos
armados, a asumir su responsabilidad de proteger la vida de los civiles que están
bajo su control o jurisdicción respetando las normas y principios del derecho humanitario
internacional, en especial, la protección del personal humanitario y la posibilidad
de que la ayuda humanitaria alcance a las personas necesitadas. Una responsabilidad
que también deben asumir los Estados en caso de desastres naturales promoviendo y
permitiendo el acceso a medidas aptas para salvar el mayor número de vidas, sin usarlas
como un control político y sin condicionamiento alguno.
Monseñor Tomasi recordó
que cuando las autoridades nacionales no pueden responder a las crisis están llamadas
a permitir el acceso de actores regionales o internacionales que trabajan en el campo
de las emergencias, teniendo en cuenta que la Organización de Naciones Unidas, al
coordinar estas respuestas internacionales, además de gestionar con eficacia los recursos
disponibles preservan los principios fundamentales de neutralidad, imparcialidad y
humanidad.
En este contexto, el representante vaticano subrayó que muchas
organizaciones locales, con frecuencia de tipo confesional, son las primeras en estar
presentes en el territorio cuando se verifican conflictos o desastres naturales y
las que permanecen incluso después de terminada la intervención internacional, por
ello la Santa Sede pidió que se adopten políticas que reconozcan la contribución de
estos actores locales a largo plazo y que sea habilitada su capacidad para responder
a las necesidades de todos incluso después de la emergencia.
Por último, la
Santa Sede se comprometió a continuar sus esfuerzos para atender a las personas golpeadas
por crisis humanitarias, independientemente de su etnia o del credo religioso, a través
de sus numerosas instituciones de asistencia humanitaria imparcial, que ante todo
colocan en el centro a la persona humana, sus necesidades materiales, psicológicas
y espirituales.