El mundo defiende el valor de la justicia internacional el próximo 17 de julio
Lunes, 13 jul (RV).- Justicia: “Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina
a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”. A través de esta definición
dada por la Real Academia Española de la Lengua, se exalta la importancia que este
valor tiene en nuestros días y que adquiere a lo largo del tiempo al ampliarse no
sólo a territorios nacionales, sino también internacionales. Porque como recordaba
Benedicto XVI en uno de sus discursos, “para poder responder duraderamente a las aspiraciones
de los pueblos a la verdadera paz, don que nos viene de Dios, tenemos también el deber
de comprometernos a construirla sobre los fundamentos sólidos, que son la verdad,
la justicia y la solidaridad”.
Es indudable que la defensa del valor
de la justicia internacional tiene que ser defendido, por este motivo se ha establecido
que cada 17 de julio se celebre en todo el mundo el Día de la Justicia Internacional,
con el fin de que todos los Estados consoliden su compromiso con la justicia internacional.
A
lo largo de los años, casi la mitad de la comunidad internacional ha ratificado el
Estatuto de Roma por el que se comprometen a iniciar investigaciones y enjuiciamientos
por delitos tipificados en cada uno de sus tribunales nacionales. En particular, a
raíz de una remisión del gobierno de la República Democrática del Congo, el fiscal
anunció el inicio de la primera investigación de la Corte Penal Internacional sobre
delitos graves cometidos en ese país. La investigación abarcó crímenes de lesa humanidad
y crímenes de guerra, como asesinato, violación y tortura, cometidos en este país
en el que perdieron la vida tres millones de personas a causa del conflicto generado
en la República Democrática del Congo en 1998.
“Deseo que la comunidad
internacional se comprometa con firmeza en favor de la paz y de la justicia”, de este
modo Benedicto XVI volvía a hacer un llamamiento a toda la Comunidad Internacional
para que estableciera la paz, la cual, según el propio Santo Padre, “comienza dentro
de cada país, mediante la búsqueda de relaciones de amistad y colaboración entre las
diferentes comunidades étnicas, culturales y religiosas – a lo que el Papa añadió
que - La fe auténtica no puede engendrar violencia; al contrario, favorece la paz
y el amor. A pesar de las dificultades, la Iglesia católica está comprometida a proseguir
sus esfuerzos para impulsar la comprensión y el respeto entre los creyentes de las
diferentes tradiciones religiosas”.
Y es que, en este sentido todos
los Estados tienen que aprovechar la oportunidad de consolidar su compromiso con la
justicia internacional ratificando el Estatuto de Roma a fin de aceptar la jurisdicción
de la Corte Penal Internacional y reformando la legislación nacional existente o promulgando
leyes nuevas para abarcar el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes
de guerra. La comunidad internacional debe, asimismo, garantizar que todo el sistema
de justicia internacional sea efectivo, a todas las instituciones que se tienen que
encargar de hacer justicia a todas las víctimas, cumpliendo las más estrictas normas
de justicia internacional y recibiendo el apoyo económico y político necesario para
funcionar con eficacia, ya que no garantizar esto supone comprometer la justicia y
menoscabar el imperio de ley.
Benedicto XVI afirmaba en este sentido
que “el noble objetivo de conseguir el bien común a través de una vida social ordenada
sólo puede lograrse si los líderes políticos garantizan el bienestar de las personas
y los grupos con espíritu de integridad y justicia”, recordando al mismo tiempo las
palabras de su predecesor, Juan Pablo II, cuando señalaba que “solamente surgirá un
mundo mejor si se construye sobre sólidos fundamentos de sanos principios éticos y
espirituales”.