2009-07-06 15:13:55

XXX Jornada Mundial del Turismo: diversidad, hecho positivo para promocionar la aceptación de otras culturas y el deseo de enriquecerse gracias a ellas


Lunes, 6 jul (RV).- Hoy se ha hecho público el Mensaje del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, para la XXX Jornada Mundial del Turismo que se celebrará el 27 de septiembre y que lleva por título: “El turismo, consagración de la diversidad”. Esta Jornada Mundial promovida desde 1980 por la Organización Mundial del Turismo la Iglesia aprovecha esta oportunidad para dar a conocer su visión cristiana del turismo y recordar las responsabilidades de cada uno, también en los momentos de descanso y de diversión, de la cultura y de conocimiento, de la distensión física y espiritual.

En el mensaje, para esta jornada, se observa que el turismo ofrece ocasiones de encuentro y de conocimiento relativo a otras formas de vivir, otras religiones y formas de ver el mundo y su historia. Tras un impacto hoy, por medio del “turismo virtual”, vía telemática, será después el traslado físico el que evidenciará la diversidad natural, ecológica, social, cultural y hará descubrir al turista y a quién le acoge las convergencias de los seres humanos en su diversidad.

Aquí entran en juego la ética de la responsabilidad y el respeto de la diversidad, también para alejar peligros de uniformidad o incomprensiones, prejuicios o rebajas de las tradiciones. Contemplando la diversidad, el hombre descubre las huellas de Dios, Creador de las distinciones que identifican a cada criatura. Gracias a Él la familia humana se reúne en paz y en el reconocimiento mutuo. El Mensaje lleva la fecha del 24 de junio de este año y la firma de los arzobispos, Antonio María Veglió y Agostino Marchetto, presidente y secretario respectivamente del dicasterio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes. El mensaje se ha publicado en italiano, francés, inglés, alemán y español.


MENSAJE COMPLETO
Mensaje pastoral con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo 2009
(27 septiembre)
 
Tema: El turismo, consagración de la diversidad
El tema de la Jornada Mundial del Turismo, propuesto por la competente Organización Mundial, El turismo, consagración de la diversidad, nos abre caminos de encuentro con el ser humano en su diversidad, en su riqueza antropológica.
La diversidad es un hecho, una realidad, y, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI, es también un hecho positivo, un bien, y no una amenaza o un peligro, a tal punto de desear que “las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que también deseen enriquecerse gracias a ella”.
La experiencia de la diversidad es propia de la existencia humana, también porque el desarrollo personal avanza por etapas diversificantes, que favorecen el crecimiento y la maduración personal. Se trata de un descubrimiento progresivo que, confrontándonos con quienes y con cuanto nos circunda, nos distingue del que es diverso a nosotros.
En la valoración positiva del diverso observamos una paradoja: si por un lado se constata, en este tiempo de globalización, que las culturas y las religiones se acercan cada vez más, y que en el corazón de todas las culturas brota un auténtico deseo de paz, por otro lado se constatan incomprensiones, existen prejuicios y malentendidos profundamente enraizados, que levantan barreras y alimentan divisiones. Es el miedo a lo diverso, a lo desconocido.
Debemos trabajar por reemplazar la discriminación, la xenofobia y la intolerancia por la comprensión y la aceptación mutua, recorriendo los caminos del respeto, la educación y el diálogo abierto, constructivo y comprometido.
En este esfuerzo la Iglesia tiene una función importante, partiendo de la profunda convicción manifestada por Pablo VI en la encíclica Ecclesiam suam de que “la Iglesia debe entrar en diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra, la Iglesia se hace mensaje, la Iglesia se hace coloquio”. Es un diálogo constructivo y sincero que, parar ser autentico, “no debe ceder al relativismo y al sincretismo, y debe estar animado por el respeto sincero a los demás y por un generoso espíritu de reconciliación y fraternidad”.
Desde esta perspectiva, el turismo, en cuanto pone en contacto con otros modos de vivir, otras religiones, otras formas de ver el mundo y su historia, es también una ocasión para el diálogo y la escucha, y constituye una invitación a no cerrarse en la propia cultura, sino a abrirse y confrontarse con modos de pensar y de vivir diversos. Por tanto no debe sorprender que sectores extremistas y grupos terroristas de índole fundamentalista señalen el turismo como un peligro y un objetivo a destruir. El conocimiento mutuo ayudará - lo esperamos ardientemente - a construir una sociedad más justa, solidaria y fraterna.
La experiencia inicial del hombre respecto a la diversidad es hoy también vivida en el mundo virtual, megalópolis cósmica ofrecida permanentemente a cada uno de nosotros. Gracias a esta primera forma de “turismo”, virtual, cinemático, la diversidad se observa cercana, facilitando la proximidad del diverso lejano. Es este turismo el primero a consagrar la diversidad.
Pero es sobretodo el turismo, entendido como desplazamiento físico, que evidencia la diversidad natural, ecológica, social, cultural, patrimonial y religiosa, y el que también nos hace descubrir el trabajo compartido, la cooperación entre los pueblos, la unidad de los seres humanos en la magnífica y desconcertante diversidad de sus realizaciones.
En el descubrimiento de la diversidad aparecen además paradojas y límites: si el turismo se desarrolla en ausencia de una ética de responsabilidad, paralelamente toma cuerpo el peligro de la uniformidad y de la belleza como “fascinatio nugacitatis” (cfr. Sb 4,12). De este modo sucede, por ejemplo, que los autóctonos pueden hacer para los turistas espectáculo de sus tradiciones, ofreciendo la diversidad como un producto comercial, solo por lucro.
Todo eso exige un esfuerzo, tanto por parte del visitante como del autóctono que acoge, de asumir comportamiento de apertura, respeto, cercanía, confianza, de modo que en el deseo de encontrar a los demás, respetándolos en su diversidad personal, cultural y religiosa, se abran al diálogo y a la comprensión.
La diversidad se fundamenta en el misterio de Dios. La Palabra creadora está en el origen de la riqueza de las especies, especialmente de aquél/aquella que es “imagen y semejanza” de Dios. Esta Palabra bíblica poética es aquella de la diversidad, fundadora de identidad de cada criatura, siendo el Creador el primero a contemplar la belleza-bondad de todo aquello que Él ha hecho (cfr. Gen 1). Y Dios es también esa fuerza maravillosa, principio de unidad de todas las diversidades, que aparecen como “una manifestación particular del Espíritu para el bien común” (1 Cor 12,7). Contemplando la diversidad, el hombre descubre las huellas del divino en las pisadas humanas. Y para el creyente, el conjunto de las diversidades abre caminos para acercarse a la infinita grandeza de Dios. Como fenómeno posible de consagración de la diversidad, para nosotros el turismo puede ser cristiano, camino abierto a su confesión contemplativa.
Dios confía a la Iglesia la tarea de forjar en Cristo Jesús, gracias al Espíritu, una nueva creación, recapitulando en Él (cfr. Ef 1,9-10) todo el tesoro de la diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflictos, de modo que contribuya “a la creación en el Espíritu de Pentecostés de una nueva sociedad en la que las distintas lenguas y culturas ya no constituirán límites insuperables, como después de Babel, sino en la cual, precisamente en esa diversidad, es posible realizar una nueva manera de comunicación y de comunión”.
Son pensamientos estos que pueden animar en el compromiso de cuantos se ocupan de la pastoral específica del turismo, especialmente en su atención a quien sufre de cualquier modo por tal fenómeno, que es también signo de nuestro tiempo y trae consigo aspectos positivos que hemos nuevamente subrayado con ocasión de la reciente celebración del 40 aniversario de la publicación del Directorio Peregrinans in terra.
El soplo divino venza toda xenofobia, discriminación, racismo, vuelva cercanos aquellos que están lejanos, en la contemplación de la unidad/diversidad de una familia humana bendecida por Dios. Es el Espíritu que reúne en la unidad y en la paz, en la armonía y en el mutuo aprecio. En Él hay orden y bondad a lo largo de los siete días de la creación. Que Él entre, asimismo, en la difícil historia humana, gracias también al turismo.
 
Ciudad del Vaticano, 24 junio 2009







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