Ángelus: el Papa reza por las víctimas del accidente de tren en Italia y condena el
atentado en una Catedral de Filipinas, rechazando la violencia como solución de los
conflictos
Domingo, 5 jul (RV).- Benedicto XVI ha presidido este mediodía, como es tradicional,
el rezo del Ángelus desde el palacio apostólico del Vaticano. El Pontífice, fiel a
su preocupación por cuanto acaece en el mundo, ha enviado dos mensajes de cercanía
y solidaridad a las poblaciones de Italia y Filipinas.
Recordando el accidente
de un tren de mercancías que explotó en las inmediaciones de la estación de ferrocarriles
italiana de Viareggio, Benedicto XVI se ha unido al dolor de cuantos han perdido a
sus seres queridos, han permanecido heridos, o han sufrido daño materiales graves.
El Papa ha elevado su oración a Dios por todas las personas que se han visto implicadas
en esta tragedia, expresando su deseo de que accidentes de este tipo no se repitan,
garantizando la seguridad laboral. “Que Dios acoja en su paz a los difuntos, conceda
la pronta curación a los heridos, e infunda consuelo interior a cuantos han visto
a sus seres queridos afectados por esta tragedia”, ha finalizado el Pontífice.
Asimismo
el Papa ha deplorado el atentado perpetrado esta mañana en Cotabato, en Filipinas,
donde ha explotado una bomba delante de la catedral, durante la celebración de la
Misa dominical, que ha causado algunos muertos y numerosos heridos, entre los que
hay mujeres y niños. “Mientras rezo a Dios por las víctimas de este innoble gesto
-ha dicho el Papa- elevo mi voz para condenar una vez más el uso de la violencia,
que no constituye nunca una vía digna para la solución de los problemas existentes”.
Mientras
que durante su alocución previa al rezo mariano, el Pontífice ha recordado cómo, en
el pasado, el primer domingo de julio se caracterizaba por la devoción a la Preciosísima
Sangre de Cristo. Centrándose en este argumento el Papa ha expresado su pesar por
la sangre derramada, tanto ayer –con Caín y Abel-, como hoy en el mundo actual a causa
de las numerosas violencias, injusticias y odio. “¿Cuándo aprenderán los hombres que
la vida es sagrada y pertenece a Dios?”, “¿Cuándo comprenderán que somos todos hermanos?”,
se ha preguntado el Santo Padre respondiendo así: “Al grito por la sangre derramada
que se eleva desde todos los rincones de la tierra, Dios responde con la sangre de
su Hijo, que ha donado la vida por nosotros. Cristo no ha respondido al mal con el
mal, sino con el bien, con su amor infinito. La sangre de Cristo es la garantía del
amor fiel de Dios por la humanidad. Observando las llagas del Crucificado, cada hombre,
incluso en condiciones de extrema miseria moral, puede decir: Dios no me ha abandonado,
me ama, ha dado la vida por mi; y de este modo, encuentra la esperanza”.
La
importancia de la Sangre de Cristo ha sido un tema tratado y analizado por numerosos
pontífices, como Juan XXIII, quien explicó su significado en las Letanías. De hecho,
este argumento aparece en la Sagrada Escritura, como ha recordado el Papa, evocando
el valor salvífico de la sangre de Cristo descrito en la Carta a los Hebreos, de especial
significado en este Año Sacerdotal: “Cristo … entró de una vez para siempre en el
santuario, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre,
consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros
y la ceniza de una vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a
la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo –que por el Espíritu
eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios- purificará de las obras muertas nuestra
conciencia para rendir culto al Dios vivo!” (Hb 9,11-14).
Y tras el rezo mariano
del Ángelus y el responso por los fieles difuntos, Benedicto XVI ha saludado en varias
lenguas a todos los fieles presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano. En español,
éstas han sido sus palabras: “Saludo con afecto
a los peregrinos de lengua española. En el evangelio de este domingo, hemos contemplado
la escena en la que Jesús estando “en su tierra” comienza a predicar en la sinagoga.
Los que le escuchan desconfiaban de Él porque sabían que era “el hijo del carpintero”.
El Señor, nos dice el evangelista, quedo extrañado por “su falta de fe” y “no pudo
hacer allí ningún milagro”. Que la Santísima Virgen María nos alcance la gracia de
gozar de una experiencia viva de Cristo, que alimente y nutra nuestra fe en sus palabras
y obras. Muchas gracias y feliz domingo”.