G8: el Papa pide reformar la economía mundial y evitar la especulación porque “la
legitimación ética" de sus políticas exige tener en cuenta las necesidades de la comunidad
internacional
Sábado, 4 jul (RV).- Benedicto XVI pide a los líderes políticos del G-8 una reforma
de la economía mundial que evite la especulación crediticia y que se tenga en cuenta
y escuche también la voz de África y de los países menos desarrollados económicamente,
porque “la legitimación ética de sus compromisos políticos exige que se confronten
con el pensamiento y las necesidades de toda la Comunidad Internacional”.
En
una carta al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en vísperas de la reunión
del G-8 en la localidad italiana de L’Aquila, Benedicto XVI aprovecha este encuentro
de los jefes de Estado y de gobierno de los países más industrializados para recordar
su deber de “reformar la arquitectura financiera internacional para asegurar la coordinación
eficaz de las políticas nacionales, evitando la especulación crediticia y garantizando
una amplia disponibilidad internacional de crédito público y privado al servicio de
la producción y del trabajo, especialmente en los países y en las regiones más desaventajadas”.
De
hecho el Papa escribe que “la legitimación ética de los compromisos políticos del
G-8 exige que se confronten con el pensamiento y las necesidades de toda la Comunidad
Internacional.” Además el Pontífice resalta la importancia de reforzar el multilateralismo,
no sólo en el ámbito económico, sino en todo lo relacionado con la paz, la seguridad
mundial, el desarme, la salud, la salvaguardia del ambiente y de los recursos naturales
para las generaciones futuras.
El Santo Padre considera positiva la ampliación
del G8 a otras regiones, sin embargo considera necesario que en el momento de las
negociaciones y de las decisiones concretas y operativas se tengan en consideración
todas las instancias, “no sólo las de los países más importantes o con más éxito económico”.
Benedicto XVI pide que se escuche la voz de África y de los países menos desarrollados
económicamente, que se busquen formas eficaces para enlazar las decisiones de las
distintas agrupaciones de países, incluido el G8, a la Asamblea de las Naciones Unidas,
“donde cada nación, cualquiera que sea su peso político y económico, puede legítimamente
expresarse en una situación de igualdad con las demás”.
El Papa llama la atención
sobre la elección del gobierno italiano del lugar de esta reunión en la localidad
de L’Aquila, receptora de la generosa solidaridad del pueblo italiano y de otras naciones,
de organismos nacionales e internacionales hacia las poblaciones de Los Abruzos castigadas
por el terremoto. “Una movilización solidaria –escribe el Santo Padre- que puede constituir
una invitación a los miembros del G8 y para los gobiernos y pueblos del mundo para
afrontar unidos los actuales retos que sitúan improrrogablemente a la humanidad frente
a elecciones decisivas para el destino mismo del hombre, íntimamente unido al de la
Creación”.
Benedicto XVI se dirige a los participantes del G8 para recordarles
que “la medida de la eficacia técnica de los procedimientos que hay que adoptar para
salir de la crisis coincide precisamente con la medida de su valencia ética”. El Pontífice
se refiere a la efectiva creación de empleo para todos, de trabajos que consientan
a las familias vivir de forma digna, dar cabida a la responsabilidad que tienen de
educar a sus hijos y ser protagonistas en las comunidades de las que forman parte.
De
hecho, como subraya el Papa “el tema del acceso a la educación está íntimamente relacionado
con la eficacia de la cooperación internacional”. La educación es una condición indispensable
para el funcionamiento de la democracia, para la lucha contra la corrupción, para
el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales y para la normalización
efectiva de todos los estados, pobres y ricos. En este sentido Benedicto XVI ha recordado
la labor educativa que desarrolla la Iglesia católica y otras confesiones religiosas
en las regiones más pobres y abandonadas del planeta.
En su amplia carta el
Papa hace un llamamiento a los países miembros del G8 y demás representantes de los
gobiernos del mundo para que la ayuda al desarrollo se centre sobre todo en los recursos
humanos, que se mantengan y se potencien no sólo a pesar de la crisis, sino precisamente
porque son la solución a la misma. “Sólo invirtiendo en el ser humano –insiste el
Papa- se podrá conseguir alejar de forma eficaz las preocupantes perspectivas de recesión
mundial. Este es el camino para conseguir que la economía mundial salga adelante en
beneficio de los habitantes de cada país”.
Siempre en el contexto de la crisis
económica mundial, Benedicto XVI ha denunciado la amenaza de la cancelación o de la
drástica reducción de los planes de ayuda internacional a África y los demás países
económicamente menos desarrollados. Un tema que ha permitido al Papa recordar con
afecto los numerosos llamamientos de Juan Pablo II para la condonación de la deuda
externa.
De hecho Juan Pablo II estaba convencido de que la liberación del
pesado fardo de la deuda externa de los países más pobres y la erradicación de las
causas de la pobreza extrema en el mundo dependían de la plena asunción de las responsabilidades
solidarias con la humanidad que tiene los gobiernos y los estados económicamente más
avanzados. Prueba de ello es que tras el gran impulso del Jubileo del Año 2000 con
respecto a soluciones adecuadas a las problemáticas relativas a la deuda y a la vulnerabilidad
económica de África y otros países pobres, y gracias a los notables cambios en el
escenario económico y político mundial, la mayoría de los países menos desarrollados
ha podido gozar de un periodo de extraordinario crecimiento. Y en este escenario hubo
la posibilidad de poder alcanzar el objetivo fijado por la Comunidad internacional
de hacer desaparecer la pobreza extrema antes del 2015. Por desgracia, constata el
Pontífice, la crisis financiera y económica que afecta a todo el planeta desde principios
de 2008 ha mutado el panorama, y ahora no sólo se ha apagado la esperanza de erradicar
la pobreza extrema, sino que incluso existe la posibilidad de que caigan en la miseria
poblaciones que hasta ahora gozaban de un mínimo bienestar material.