2009-07-04 16:15:13

El Papa lamenta el profundo sentimiento de extravío que experimenta hoy la juventud y pide que la pastoral vocacional se centre en sembrar esperanza


Sábado, 4 jul (RV).- El tema de la promoción vocacional y la animación, la importancia del Evangelio en la vocación juvenil y los problemas que suelen afligir a los chicos y chicas de nuestro tiempo; el modo en que la Palabra de Dios puede constituirse en fuente de luz y fuerza - según nos ha sido revelado a lo largo de este año Paulino- así como temas inherentes al Año Sacerdotal y la emblemática figura del Cura de Ars; han sido algunos de los puntos centrales del discurso pronunciado esta mañana por el Santo Padre al recibir en audiencia a los 120 participantes en el Convenio europeo dedicado a la vocación y cuyo tema es “el Evangelio de la vocación para el joven en la cultura europea”.



Tras saludar a los presentes el Papa subrayó que se trata de un encuentro de reflexión finalizado a infundir nuevo impulso a los compromisos a favor de las vocaciones. En efecto subrayó que el cuidado vocacional constituye para cada diócesis una de las prioridades pastorales, que asume mayor valor en el contexto del Año Sacerdotal apenas iniciado.



En esta audiencia participaron obispos delegados para la pastoral vocacional de las varias Conferencias Episcopales europeas, así como los directores de los Centros Vocacionales nacionales, y sus colaboradores.



Tras aludir a la parábola del sembrador, centro de los trabajos de este convenio, el Papa dijo que, con la abundancia de la gratuidad, el Señor lanza las semillas de la Palabra de Dios sabiendo que podrán encontrar un terreno inadecuado, que por su aridez no propiciará la maduración de la semilla, o que ésta verá sofocada su fuerza vital cayendo entre abrojos y arbustos espinosos.



Explicó sin embargo que el sembrador no se desalienta, porque sabe que una parte de esta simiente está destinada a encontrar el “terreno bueno”, es decir corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia y nuevamente entregar con generosidad el fruto en beneficio de muchos.



La imagen del terreno puede evocar la realidad más o menos buena de la familia; el ambiente en ocasiones árido y duro del trabajo; los días del sufrimiento y de las lágrimas. La tierra es sobretodo el corazón de cada hombre, en particular de los jóvenes, a los cuales se ustedes se dirigen ofreciendo servicio de escucha y seguimiento: un corazón muchas veces confundido y desorientad, y sin embargo, capaz de contener en sí mismo impensadas energías de donación; preparado para abrirse en gemas de una vida gastada por amor de Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que viene del haber encontrado el más grande tesoro de la existencia. El Señor, dijo el Papa, es el único capaz de sembrar en el corazón del hombre.



Haciéndose a las palabras de Jesús, alusivas al grano de trigo que cayendo da abundante fruto Benedicto XVI recordó la relación existente entre la muerte del grano y el fruto abundante que solamente puede dar muriendo. El grano de trigo es Jesús, el fruto es la vida en abundancia que él ha adquirido para nosotros mediante su Cruz. Esta, añadió es la lógica y la verdadera fecundidad de cada pastoral vocacional en la Iglesia: como Cristo, el sacerdote y el animador deben ser un grano de trigo que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre; que sabe vivir escondido del clamor y del ruido; que renuncia a la búsqueda de aquella visibilidad y grandeza de imagen que hoy, muchas veces se constituyen en criterios y más aún en objetivos de vida en tantas partes de nuestra cultura fascinando a muchos jóvenes.



Dirigiéndose pues al grupo de participantes en el convenio Europeo sobre la pastoral vocacional, recibidos este mediodía, el Santo Padre los llamó “queridos amigos” y los invitó a ser sembradores de confianza y de esperanza recordándoles que la juventud de hoy experimenta un profundo sentimiento de extravío, y que en no raras ocasiones las palabras humanas carecen de futuro y prospectiva, de sentido y sabiduría. Se difunde entonces –dijo- una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad para vivir el tiempo de la espera… y sin embargo esta espera puede ser la "hora de Dios": Su llamada, meditada, con la fuerza y con la eficacia de la Palabra –añadió- genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La palabra de Dios puede convertirse verdaderamente en luz y fuerza, fuente de esperanza, capaz de trazar un camino que pasa a través de Jesús, y este es el mensaje que nos llega del Año Paulino apenas concluido.



Recordando la figura del Apóstol de los Gentiles, el Papa dijo que, conquistado por Cristo fue un formador de vocaciones, como se percibe de los saludos de sus cartas donde aparecen decenas de nombres propios, es decir de rostros de hombres y mujeres que colaboraron con él en el servicio del Evangelio.



Este, añadió Benedicto XVI es también el mensaje del Año Sacerdotal apenas iniciado: “el Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, faro de este nuevo itinerario espiritual, que con su vida demostró ser un verdadero maestro en el ministerio de la consolación y del acompañamiento vocacional. Quiso recordar el Papa, ya casi al final de su discurso que precisamente el Año Sacerdotal ofrece una bella oportunidad para encontrar el significado profundo a la pastoral vocacional como también sus elecciones fundamentales de método tales como el testimonio, sencillo y creíble; la comunión, con itinerarios concertados y compartidos en la Iglesia particular; la cotidianeidad, que educa a seguir al Señor en la vida de todos los días; la escucha, guiada por el Espíritu y Santo para orientar a los jóvenes en la búsqueda de Dios y la verdadera felicidad; y la verdad, capaz de generar libertad interior.








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