Jueves,
25 jun (RV).- El pasado mes de mayo se celebró en la ciudad de Quito un encuentro
internacional de los departamentos episcopales de Migración y de las Caritas de América
y Europa. De este encuentro se produce una declaración de las Caritas nacionales de
Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, España, Italia y Estados Unidos, en ella subrayan
la condición de los migrantes como personas diferentes, pero no desiguales, y en todo
caso necesarios.
La realidad de la migración está llena, tanto de oportunidades
como de incertidumbres y peligros para las personas que se ponen en camino. En América
Latina y el Caribe este signo de los tiempos, resultado de causas económicas, políticas
y de violencia, constituye un fenómeno a veces dramático que afecta a millones de
personas: emigrantes, desplazados y refugiados.
La Iglesia católica, preocupada
por el bienestar integral de estos hermanos y hermanas imagen del Cristo sufriente,
les acompaña y desea servirles cada vez mejor en las distintas fases del proceso migratorio.
Este servicio pastoral es expresión de la caridad de una comunidad que se siente fraternidad
"sin fronteras, Iglesia familiar" y que, reconociendo la emigración como un derecho,
quiere preservar la dignidad humana del migrante en toda circunstancia.
En
EE.UU., país constituido en una larga historia de procesos migratorios, la atención
pastoral específica a los que llegan de fuera cuenta con una rica experiencia de iniciativas
y de respuestas institucionales contrastadas y en permanente proceso de renovación.
En Europa, siendo relativamente nueva la llegada de fuertes flujos migratorios desde
América Latina, la primera preocupación ha sido ayudar al migrante frente a los riesgos
de precariedad social y económica, fortaleciendo su integración social. Sin embargo,
a pesar de los esfuerzos realizados, la integración eclesial resulta todavía en muchos
casos débil e incipiente.
Por otra parte, es importante que nuestros países
andinos afronten con decisión la creciente migración regional, que suma cada año miles
de migrantes, desplazados y refugiados, superando conflictos y apostando por el desarrollo
y la paz entre nuestros pueblos.
En el documento conclusivo del encuentro de
los obispos encargados de la Migración y de las Caritas de América y Europa, se subrayan
algunos elementos fundamentales para acoger y entender la realidad de los migrantes,
que en la mayoría de las ocasiones son familias enteras, cuyo miembros sufren las
consecuencias de un nuevo entorno, otras actividades, nuevos amigos, por no hablar
del proceso de duelo por todo aquello que se dejó atrás.
Entre las sugerencias
para fortalecer la atención pastoral a los migrantes, se recomienda superar, tanto
por parte del migrante como de la sociedad de acogida, una valoración economicista
de la migración, dando paso a una visión de la misma como un derecho y una posibilidad
de desarrollo humano integral.
El magisterio católico ha afirmado con claridad
el derecho del migrante a que se respete su identidad cultural en el proceso de acompañamiento
pastoral. Pero también se considera necesario prestar una atención especial a la dimensión
religiosa de la vida del migrante, con "una actitud hospitalaria y acogedora, que
los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y
su peculiar identidad cultural".
Por último, el documento conclusivo da cuenta
de un agradecimiento especial de la Iglesia con todos aquellos que durante tanto tiempo
han trabajado y trabajan a favor de nuestros hermanos migrantes. Queremos renovar
nuestro compromiso personal y eclesial con ellos, con sus familias y comunidades.
Estamos convencidos de que la migración, antes que un problema, es ya un motivo de
esperanza y una oportunidad para construir juntos un mundo mejor, más fraterno y solidario.