2009-06-21 17:25:14

El Papa visita a enfermos y personal de la Casa Alivio del Sufrimiento, un lugar de oración y ciencia, donde el género humano se encuentra en Cristo


Domingo, 21 jun (RV).- Esta tarde el Papa tuvo un encuentro en la Casa de Alivio del Sufrimiento, con los enfermos, el personal sanitario y los dirigentes del Hospital. “En esta mi visita a San Giovanni Rotondo, no podía faltar un alto en la Casa de Alivio del Sufrimiento, ideada y querida por san Pío de Pietrelcina como “lugar de oración y de ciencia, donde el género humano se encuentre en Cristo Crucificado como una sola grey con un solo pastor”… Es justamente por esto que quiso confiarla al apoyo material y sobre todo espiritual de los Grupos de Oración, que aquí tienen el centro de su misión al servicio de la Iglesia. Padre Pío quería que en esta adecuada infraestructura sanitaria se pudiese experimentar que el compromiso de la ciencia en el curar a los enfermos no debe separarse jamás de una filial confianza hacia Dios, infinitamente tierno y misericordioso. Inaugurándola, el 5 de mayo de 1956, la definió “criatura de la Providencia” y hablaba de esta institución como de “una semilla echada por Dios sobre la tierra, que Él calentará con los rayos de su amor”.



A los médicos, personal sanitario y demás dirigentes, el Santo Padre agradeció el bien que, desde hace más de cincuenta años -fieles a las disposiciones de un humilde fraile capuchino- cumplen en la “Casa de Alivio del Sufrimiento”, con resultados reconocidos en el plano científico y médico.



El Papa reflexionó sobre cada vez que se entra en un lugar de terapia, cuando el pensamiento se dirige naturalmente al misterio de la enfermedad y del dolor, a la esperanza de la curación y al valor inestimable de la salud, del cual a menudo nos damos cuenta sólo cuando nos falta. En los hospitales - agregó- se experimenta lo precioso de nuestra existencia, pero también su fragilidad. Siguiendo el ejemplo de Jesús, que recorría toda Galilea, “curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mt 4,23), la Iglesia, desde sus inicios, movida por el Espíritu Santo, ha considerado un propio deber y privilegio estar junto a quien sufre, cultivando una atención preferencial por los enfermos.



La enfermedad, que se manifiesta de tantas formas y golpea de maneras diversas, suscita preguntas inquietantes, constató Benedicto XVI: ¿Por qué sufrimos? ¿Puede considerarse positiva la experiencia del dolor? ¿Quién nos puede librar del sufrimiento y de la muerte? Interrogantes existenciales, observó el Papa, que la mayoría de veces permanecen humanamente sin respuesta, ya que el sufrimiento constituye un enigma inescrutable a la razón. El sufrimiento forma parte del misterio mismo de la persona humana…



“Es cuanto he subrayado en la Encíclica Spe salvi, notando que “ella deriva de una parte, de nuestra finitud, de otra, de la cantidad de culpa que, a lo largo de la historia se ha acumulado y que también en la actualidad crece de modo incesante”. Y he agregado que “es ciertamente necesario hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento... pero eliminarlo completamente del mundo no se encuentra entre nuestras posibilidades simplemente porque… ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal… continua fuente de sufrimiento”.



Quien puede eliminar el poder del mal es sólo Dios, sentenció el Papa. Justamente por el hecho que Jesucristo vino al mundo para revelarnos el designio divino de nuestra salvación, la fe nos ayuda a penetrar en el sentido de todo lo humano y por la tanto también del sufrir. Existe una íntima relación entre la Cruz de Jesús - símbolo del supremo dolor y precio de nuestra verdadera libertad - y nuestro dolor, que se transforma y se vuelve sublime cuando es vivido con la certeza de la cercanía y de la solidaridad de Dios.



Padre Pío había intuido tal profunda verdad y, en el primer aniversario de la inauguración de esta Obra, dijo que en esta “el doliente debe vivir el amor de Dios por medio de la sabia aceptación de sus dolores, de la serena meditación de su destino en Él”.



Al final de su discurso, el Pontífice invitó a todos a ser “reservas de amor”: pacientes, médicos, sacerdotes, dijo, serán reservas de amor, que mientras más abundante sea en unos, más se comunicará a los otros. Es esta la misión a la que Padre Pío llama esta tarde a todos los que forman parte de la gran familia de la Casa de Alivio del Sufrimiento. Que el Señor, pidió el Papa, les ayude a realizar el proyecto iniciado por el Santo de Pietrelcina con el aporte de todos: de los médicos y de los investigadores científicos, de los operadores sanitarios y de los colaboradores, de los voluntarios y de los benefactores, de los frailes capuchinos y de los demás sacerdotes, sin olvidar los grupos de oración que, “aunados a la Casa de Alivio, son la vanguardia de esta Ciudadela de la caridad, vivero de fe, foco de amor”... Sobre todos y cada uno de ellos, Benedicto XVI invocó la intercesión de Padre Pío y la maternal protección de María, Salud de los enfermos.








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