En la solemnidad del Corpus Christi, el Papa celebrará esta tarde la misa ante la
fachada de san Juan de Letrán, catedral de Roma, y dirigirá la procesión eucarística
hasta la basílica de Santa María la Mayor
Jueves, 11 jun (RV).- Hoy se cel|ebra en la Iglesia la solemnidad del Corpus Domini
o Corpus Christi. Es la festividad de la veneración y adoración de las especies eucarísticas,
donde nuestro Señor Jesucristo permanece en su cuerpo y divinidad para darnos a todos
vida nueva en el Espíritu.
Esta celebración del Corpus Christi por razones
pastorales, en muchos de nuestros países se traslada hasta el domingo siguiente, permitiendo
así la participación de todos los fieles que por diversos motivos no pueden asistir
el día jueves.
Esta tarde a las 19,00, Benedicto XVI ante la fachada de la
archibasílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, celebrará la Santa Misa de
la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Al final de la celebración, como cada
año, el Santo Padre dirigirá la Procesión Eucarística a lo largo de la vía Merulana,
hasta legar a la basílica papal de Santa María la Mayor. Al final de la misma el sucesor
de san Pedro impartirá la Bendición con el Santísimo sacramento.
“Después de
haber reflexionado durante el Congreso eclesial sobre pertenencia y corresponsabilidad
pastoral - se lee en la Carta enviada para esta ocasión al clero y a todos los fieles
romanos por el cardenal Vallini, Vicario del Papa para la Diócesis de Roma - podremos
vivir, junto a nuestro Obispo la experiencia de reunirnos ante la presencia del Señor
para caminar con el Resucitado a lo largo de los caminos y adorarlo como el Señor
de nuestra vida”.
Ante la Eucaristía experimentamos la revolución más profunda
de la historia humana, que nos libera verdaderamente de las idolatrías de ayer y de
hoy. Así lo subrayó el Papa el año pasado en la homilía de la Misa de esta solemnidad.
Unidos sin distinción ante el Señor; caminando con Él, que nunca nos dejas solos,
y adorando a Cristo, arrodillándonos ante un Dios que fue el primero en inclinarse
hacia los hombres.
“La Eucaristía, dijo, nunca debe quedar como un hecho privado,
reservado a personas que se eligen por afinidad o amistad. La Eucaristía es un culto
público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo. Como nosotros aquí, hemos decidido
encontrarnos aunados por la fe y llamados a convertirnos en un único cuerpo compartiendo
el pan que es Cristo. Estamos unidos más allá de nuestras diferencias de nacionalidad,
profesión, estrato social o ideas políticas: nos abrimos los unos a los otros para
convertirnos en una cosa sola, a partir de Cristo”.
“La Eucaristía, afirmó
el Santo Padre, es el Sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino
que se coloca a nuestro lado y nos indica la dirección. En efecto, no basta ir hacia
delante, hay que saber a dónde se va. No basta el progreso sin criterios de referencia.
Aún más, si nos salimos del camino corremos el riesgo de caer en un precipicio o de
alejarnos de la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos”.
Benedicto
XVI finalizó su homilía afirmando que: “Adorar el Cuerpo de Cristo, quiere decir creer
en Él, que en ese pedazo de pan está realmente Cristo, que da verdadero sentido a
la vida, al universo inmenso y la criatura más pequeña. A toda la historia humana,
así como a la existencia más breve. Adoración es oración prologa la celebración y
la comunión eucarística, en la que el alma sigue nutriéndose. Se nutre de amor, de
verdad, de paz, se nutre de esperanza, porque Aquel ante el cual nos postramos no
nos juzga, no nos aplasta. Sino que nos libera y nos transforma”.
El motivo
más inmediato de la introducción de esta fiesta fueron las revelaciones de la beata
Juliana, religiosa Agustina del convento de Mont Cornillon, quien compartió sus visiones
con teólogos, e inclusive el Papa Urbano IV, y por ellas se instituyó la fiesta el
jueves dentro de la octava de la Santísima Trinidad. La promulgación definitiva de
la fiesta para toda la Iglesia la hizo el Papa Juan XXII en el año 1317.
La
procesión eucarística prácticamente se realiza desde sus inicios, y hay testimonios
que indican que ya en el año 1350 se realizaba en Roma. La procesión se asoció en
sus inicios a la súplica por el buen tiempo y la buena cosecha. En cuatro altares
se cantaban los inicios de los cuatro evangelios: era común la convicción de que el
canto de estos pasajes traería una particular protección de todos los peligros.
La
procesión suplicante se fue volviendo cada vez más importante para los fieles, y durante
la reforma adquirió otro carácter, el de ser una profesión de fe en la presencia real
de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Y así la celebramos hoy, en toda la
Iglesia, como nuestra profesión de fe en la presencia real, en todo su ser y divinidad
de Jesucristo, Nuestro Señor.
Tan alta es la fe de los pueblos en la presencia
de Jesús en la Eucaristía, que muchos han sido consagrados al Santísimo Sacramento,
como nos cuenta Mons. Ubaldo Santana, de Venezuela:
También compartimos
la experiencia de la fiesta del Corpus Christi que se realiza en Colombia, como nos
la cuenta el P. Jhon Chaverra, de la diócesis de Sonsón-Río Negro: