2009-06-11 15:04:11

En la solemnidad del Corpus Christi, el Papa celebrará esta tarde la misa ante la fachada de san Juan de Letrán, catedral de Roma, y dirigirá la procesión eucarística hasta la basílica de Santa María la Mayor


Jueves, 11 jun (RV).- Hoy se cel|ebra en la Iglesia la solemnidad del Corpus Domini o Corpus Christi. Es la festividad de la veneración y adoración de las especies eucarísticas, donde nuestro Señor Jesucristo permanece en su cuerpo y divinidad para darnos a todos vida nueva en el Espíritu.

Esta celebración del Corpus Christi por razones pastorales, en muchos de nuestros países se traslada hasta el domingo siguiente, permitiendo así la participación de todos los fieles que por diversos motivos no pueden asistir el día jueves.

Esta tarde a las 19,00, Benedicto XVI ante la fachada de la archibasílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, celebrará la Santa Misa de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Al final de la celebración, como cada año, el Santo Padre dirigirá la Procesión Eucarística a lo largo de la vía Merulana, hasta legar a la basílica papal de Santa María la Mayor. Al final de la misma el sucesor de san Pedro impartirá la Bendición con el Santísimo sacramento.

“Después de haber reflexionado durante el Congreso eclesial sobre pertenencia y corresponsabilidad pastoral - se lee en la Carta enviada para esta ocasión al clero y a todos los fieles romanos por el cardenal Vallini, Vicario del Papa para la Diócesis de Roma - podremos vivir, junto a nuestro Obispo la experiencia de reunirnos ante la presencia del Señor para caminar con el Resucitado a lo largo de los caminos y adorarlo como el Señor de nuestra vida”.

Ante la Eucaristía experimentamos la revolución más profunda de la historia humana, que nos libera verdaderamente de las idolatrías de ayer y de hoy. Así lo subrayó el Papa el año pasado en la homilía de la Misa de esta solemnidad. Unidos sin distinción ante el Señor; caminando con Él, que nunca nos dejas solos, y adorando a Cristo, arrodillándonos ante un Dios que fue el primero en inclinarse hacia los hombres.

“La Eucaristía, dijo, nunca debe quedar como un hecho privado, reservado a personas que se eligen por afinidad o amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo. Como nosotros aquí, hemos decidido encontrarnos aunados por la fe y llamados a convertirnos en un único cuerpo compartiendo el pan que es Cristo. Estamos unidos más allá de nuestras diferencias de nacionalidad, profesión, estrato social o ideas políticas: nos abrimos los unos a los otros para convertirnos en una cosa sola, a partir de Cristo”.

“La Eucaristía, afirmó el Santo Padre, es el Sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que se coloca a nuestro lado y nos indica la dirección. En efecto, no basta ir hacia delante, hay que saber a dónde se va. No basta el progreso sin criterios de referencia. Aún más, si nos salimos del camino corremos el riesgo de caer en un precipicio o de alejarnos de la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos”.

Benedicto XVI finalizó su homilía afirmando que: “Adorar el Cuerpo de Cristo, quiere decir creer en Él, que en ese pedazo de pan está realmente Cristo, que da verdadero sentido a la vida, al universo inmenso y la criatura más pequeña. A toda la historia humana, así como a la existencia más breve. Adoración es oración prologa la celebración y la comunión eucarística, en la que el alma sigue nutriéndose. Se nutre de amor, de verdad, de paz, se nutre de esperanza, porque Aquel ante el cual nos postramos no nos juzga, no nos aplasta. Sino que nos libera y nos transforma”.

El motivo más inmediato de la introducción de esta fiesta fueron las revelaciones de la beata Juliana, religiosa Agustina del convento de Mont Cornillon, quien compartió sus visiones con teólogos, e inclusive el Papa Urbano IV, y por ellas se instituyó la fiesta el jueves dentro de la octava de la Santísima Trinidad. La promulgación definitiva de la fiesta para toda la Iglesia la hizo el Papa Juan XXII en el año 1317.

La procesión eucarística prácticamente se realiza desde sus inicios, y hay testimonios que indican que ya en el año 1350 se realizaba en Roma. La procesión se asoció en sus inicios a la súplica por el buen tiempo y la buena cosecha. En cuatro altares se cantaban los inicios de los cuatro evangelios: era común la convicción de que el canto de estos pasajes traería una particular protección de todos los peligros.

La procesión suplicante se fue volviendo cada vez más importante para los fieles, y durante la reforma adquirió otro carácter, el de ser una profesión de fe en la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Y así la celebramos hoy, en toda la Iglesia, como nuestra profesión de fe en la presencia real, en todo su ser y divinidad de Jesucristo, Nuestro Señor.

Tan alta es la fe de los pueblos en la presencia de Jesús en la Eucaristía, que muchos han sido consagrados al Santísimo Sacramento, como nos cuenta Mons. Ubaldo Santana, de Venezuela: RealAudioMP3

También compartimos la experiencia de la fiesta del Corpus Christi que se realiza en Colombia, como nos la cuenta el P. Jhon Chaverra, de la diócesis de Sonsón-Río Negro: RealAudioMP3







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