2009-06-08 14:03:32

El Papa aprecia los esfuerzos de los obispos de Venezuela en difundir los valores cristianos en favor de la convivencia armónica y la estabilidad social


Lunes, 8 jun (RV).- Al recibir, poco después del medio día, en la Sala del Consistorio a los 42 prelados venezolanos Benedicto XVI agradeció a Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera, arzobispo de Maracaibo y presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, por sus palabras de afecto que como dijo el Papa “manifiestan su comunión con el Obispo de Roma y Cabeza del Colegio Episcopal, así como los desafíos y esperanzas del ministerio pastoral.

Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, al saludar al Santo Padre se refirió entre otras cosas, a la situación actual de la iglesia en su País, destacando que ha sido puesto un particular empeño en el iluminar desde la fe el difícil camino por el que viene transitando el pueblo venezolano, desde hace 10 años.

Por este motivo, el Papa los alentó con las siguientes palabras: “En efecto, los retos que debéis afrontar en vuestra labor pastoral son cada vez más abundantes y difíciles, viéndose además en los últimos tiempos incrementados por una grave crisis económica mundial. Sin embargo, el momento actual ofrece también numerosos y verdaderos motivos de esperanza, de esa esperanza capaz de llenar los corazones de todos los hombres, y que "sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo".

Recientemente la Iglesia local de Venezuela avió el programa pastoral en línea con la Misión Continental promovida en Aparecida. “Tenéis por delante, queridos hermanos, una apasionante tarea de evangelización y habéis iniciado la "Misión para Venezuela", en línea con la Misión Continental promovida por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida. También éstos son tiempos de gracia para los que se dedican por entero a la causa del Evangelio. Confiad en el Señor. Él hará fecunda vuestra entrega y vuestros sacrificios”.

En su discurso a los obispos venezolanos el Papa los animó a incrementar las iniciativas destinadas a dar a conocer en toda su integridad y hermosura la figura y el mensaje de Jesucristo, por lo que les recordó que para una buena formación doctrinal de todo el Pueblo de Dios es importante fomentar una profunda vida de fe y oración. En efecto, tras recordar la necesidad de la vida espiritual de los Obispos, el Santo Padre aludió a que éstos, “configurados plenamente con Cristo Cabeza por el sacramento del Orden, son en cierto modo para la Iglesia a ellos confiada un signo visible del Señor Jesús.

Benedicto XVI recomendó a los Obispos que presten particular atención de los sacerdotes y de sus colaboradores en el ministerio episcopal así como cuidado en la preparación selección y formación que se ofrece en los seminarios. Al referirse a los fieles laicos, que participan según su modo específico en la misión salvífica de la Iglesia el Papa recordó que ellos están llamados a iluminar y ordenar las realidades temporales de modo que respondan al designio amoroso de Dios, por lo que se les debe ofrecer, entre otras cosas, un adecuado conocimiento de la doctrina social de la Iglesia.

Antes de tomar la palabra el Papa, Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera se refirió a la situación por la que atraviesa actualmente la población de un País “caracterizado por un proyecto político que lleva por nombre socialismo del siglo XXI, de talante revolucionario, que ha introducido profundas modificaciones en todas las dimensiones de la vida del país, ha contado para su implantación con ingentes ingresos provenientes del petróleo y ha causado crecientes polarizaciones económicas, sociales y culturales. La progresiva ejecución de este proyecto ha polarizado el país y lo ha dividido en grupos contrapuestos”.

Antes de concluir su mensaje y saludar al amado pueblo venezolano, el Papá dijo: “En este sentido, aprecio vuestro empeño por irradiar la luz del Evangelio sobre los acontecimientos de mayor relevancia que afectan a vuestro país, sin otros intereses que la difusión de los más genuinos valores cristianos, con vistas también a favorecer la búsqueda del bien común, la convivencia armónica y la estabilidad social. Os confío de un modo particular a quienes pasan necesidad. Seguid fomentando las múltiples iniciativas de caridad de la Iglesia en Venezuela, de modo que nuestros hermanos más indigentes puedan experimentar la presencia entre ellos de Aquel que dio su vida en la Cruz por todos los hombres.



DISCURSO COMPLETO RealAudioMP3

Señor Cardenal,

Queridos Hermanos en el Episcopado

 

1. Os doy mi cordial bienvenida, Pastores de la Iglesia en Venezuela, a este encuentro durante vuestra visita ad limina y, como Sucesor de Pedro, doy gracias al Señor por esta ocasión de confirmar a mis hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32) y de participar con ellos en sus alegrías y preocupaciones, en sus proyectos y en sus dificultades.

Agradezco ante todo a Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, sus palabras, que manifiestan vuestra comunión con el Obispo de Roma y Cabeza del Colegio Episcopal, así como los desafíos y esperanzas de vuestro ministerio pastoral.

2. En efecto, los retos que debéis afrontar en vuestra labor pastoral son cada vez más abundantes y difíciles, viéndose además en los últimos tiempos incrementados por una grave crisis económica mundial. Sin embargo, el momento actual ofrece también numerosos y verdaderos motivos de esperanza, de esa esperanza capaz de llenar los corazones de todos los hombres, y que "sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo" (Spe salvi, 27). Al igual que hizo con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), el Señor resucitado camina también a nuestro lado infundiéndonos su espíritu de amor y fortaleza, para que podamos abrir nuestros corazones a un futuro de esperanza y de vida eterna.

3. Tenéis por delante, queridos Hermanos, una apasionante tarea de evangelización y habéis iniciado la "Misión para Venezuela", en línea con la Misión Continental promovida por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida. También éstos son tiempos de gracia para los que se dedican por entero a la causa del Evangelio. Confiad en el Señor. Él hará fecunda vuestra entrega y vuestros sacrificios.

Os animo, por tanto, a incrementar las iniciativas para dar a conocer en toda su integridad y hermosura la figura y el mensaje de Jesucristo. Para ello, además de una buena formación doctrinal de todo el Pueblo de Dios, es importante fomentar una profunda vida de fe y oración. En la liturgia, y en el diálogo íntimo de la plegaria personal o comunitaria, el Resucitado viene a nuestro encuentro, transformando nuestro corazón con su presencia amorosa.

Deseo recordar también la necesidad de la vida espiritual de los Obispos. Éstos, configurados plenamente con Cristo Cabeza por el sacramento del Orden, son en cierto modo para la Iglesia a ellos confiada un signo visible del Señor Jesús (cf. Lumen gentium 21). Por eso, el ministerio pastoral ha de ser un reflejo coherente de Jesús, Siervo de Dios, mostrando a todos la importancia capital de la fe, así como la necesidad de poner en primer lugar la vocación a la santidad (cf. Juan Pablo II Exhor. ap. Pastores gregis, 12).

4. Para llevar a cabo una fructífera acción pastoral es indispensable la estrecha comunión afectiva y efectiva entre los Pastores del Pueblo de Dios, que "han de ser siempre conscientes de que están unidos entre sí y mostrar su solicitud por todas las Iglesias" (Christus Dominus, 6). Esta unidad, que hoy y siempre se ha de promover y expresar de manera visible, será fuente de consuelo y de eficacia apostólica en el ministerio que se os ha confiado.

5. El espíritu de comunión lleva a prestar una atención especial a vuestros sacerdotes. Ellos, colaboradores inmediatos del ministerio episcopal, han de ser los primeros destinatarios de vuestro cuidado pastoral, tratándolos con cercanía y fraterna amistad. Ello les ayudará a desempeñar con abnegación el ministerio recibido y también a acoger con espíritu filial, cuando fuere necesario, las advertencias sobre aquellos aspectos que deben mejorar o corregir. Por eso, os animo a redoblar los esfuerzos para impulsar el celo pastoral entre los presbíteros, de modo particular durante este próximo año sacerdotal que he querido declarar.

A esto se añade el interés que se ha de tener por el Seminario Diocesano, para alentar una esmerada y competente selección y formación de los llamados a ser pastores del Pueblo de Dios, sin escatimar medios humanos y materiales para ello.

6. Los fieles laicos, por su parte, participan según su modo específico en la misión salvífica de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 33). Como discípulos y misioneros de Cristo, están llamados a iluminar y ordenar las realidades temporales de modo que respondan al designio amoroso de Dios (ibíd. 31). Para ello, hace falta un laicado maduro, que dé testimonio fiel de su fe y sienta el gozo de su pertenencia al Cuerpo de Cristo, al que debe ofrecerse, entre otras cosas, un adecuado conocimiento de la doctrina social de la Iglesia. En este sentido, aprecio vuestro empeño por irradiar la luz del Evangelio sobre los acontecimientos de mayor relevancia que afectan a vuestro País, sin otros intereses que la difusión de los más genuinos valores cristianos, con vistas también a favorecer la búsqueda del bien común, la convivencia armónica y la estabilidad social.

Os confío de un modo particular a quienes pasan necesidad. Seguid fomentando las múltiples iniciativas de caridad de la Iglesia en Venezuela, de modo que nuestros hermanos más indigentes puedan experimentar la presencia entre ellos de Aquel que dio su vida en la Cruz por todos los hombres.

7. Concluyo con una palabra de esperanza y aliento en vuestra tarea; contáis siempre con mi apoyo, solicitud y cercanía espiritual. Y os pido que llevéis mi saludo afectuoso a todos los miembros de vuestras Iglesias particulares: a los Obispos eméritos, los sacerdotes, religiosos y fieles laicos, especialmente a los matrimonios, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas que sufren. Con estos sentimientos, e invocando la protección de la Virgen María, Nuestra Señora de Coromoto, tan querida en toda Venezuela, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 8 de junio de 2009.





SALUDO DE MONS. UBALDO RAMON SANTANA SEQUERA, PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA RealAudioMP3



Beatísimo Padre,

Los arzobispos, obispos, exarcas y vicarios apostólicos de las 39 circunscripciones eclesiásticas de Venezuela nos sentirnos llenos de gozo por este encuentro con Su Santidad. Estamos casi todos aquí. Solo tres hermanos obispos no pudieron acudir a esta cita por quebrantos de salud: el arzobispo de Ciudad Bolívar, Mons. Medardo Luzardo Romero; el obispo de San Felipe, Mons. Nelson Martínez Ruz y el Obispo de San Fernando de Apure, Mons. Víctor Pérez Rojas. Con sus respectivas Iglesias, ellos también están muy unidos a nosotros en este momento.

Bendecimos al Señor de la Gloria por este momento de gracia que nos renueva en la fe, nos cohesiona en la comunión eclesial y nos fortalece para cumplir nuestra misión evangelizadora. Es un encuentro esperado, más aún anhelado_ Necesitábamos sentir al Papa cerca de nosotros, ser confirmados colegialrnente en la fe y recibir su mensaje de ánimo y de esperanza, en estos momentos tan desafiantes para la humanidad y para Venezuela.

Si algo ha caracterizado tanto la vida de fe de nuestro pueblo como el ejercicio pastoral de nuestro episcopado a través de todas las épocas, ha sido el reconocimiento y el cultivo de la relación vital con el Sucesor de Pedro. La historia de nuestra Iglesia, en estos dos últimos siglos, nos ha enseñado que estrechar la comunión y consolidar la unidad ""cum Petro et sub Petro", son bienes particularmente preciosos ya que hemos vivido en carne propia la amenaza por parte de gobiernos anticlericales, de separarnos de la roca romana creando Iglesias nacionales sometidas a los poderes de turno.

Por eso venir a Roma para peregrinar a las tumbas de los apóstoles y encontramos con el Papa no es para nosotros el mero cumplimiento de un requerimiento canónico sino un acontecimiento de fe. Santo Padre, tanto el Episcopado Venezolano como el pueblo fiel que peregrina en todas las regiones de nuestra patria le expresamos nuestra inquebrantable adhesión a su persona y a su magisterio. Lo hacemos con mayor conciencia aun porque hemos sido testigos de cómo, en estos últimos tiempos, Su Santidad ha sido también objeto de injustos y despiadados ataques por proclamar el Evangelio de la dignidad humana y de la familia. Queremos que sepa que en Venezuela los pastores y los católicos lo amamos, lo respetamos y lo seguimos. Cuente siempre con nuestra fidelidad y con nuestras oraciones.

Es también un acontecimiento de fe porque, al encontrarse todo un episcopado con el Vicario de Jesucristo, cabeza visible de la Iglesia, se produce una recirculación de los bienes y dones que el Espíritu Santo derrama constantemente sobre la Iglesia, tanto en el ámbito particular como universal. La colegialidad episcopal se consolida, el Cuerpo de la Iglesia crece hacia la unidad en la diversidad, la savia vital que viene de Cristo circula intensamente por toda la vid llenando de vitalidad todos los sarmientos.

Santo Padre, el estar delante de Usted, nos permite darle las gracias de una manera mucho más cálida, por su luminoso magisterio en estos cuatro años de pontificado, por la realización, el año pasado, del Sínodo sobre la Palabra en la Vida y en la Misión de la Iglesia, por sus alentadores y valientes viajes apostólicos, por la feliz y fructuosa iniciativa del Año Paulino y, finalmente, por el recién decretado Año sacerdotal. Nuestro agradecimiento se hace aún mayor por la " recognitio" que le otorgó a los 16 documentos del Concilio Plenario de Venezuela, por la beatificación de nuestra segunda beata, la Madre Candelaria de San José, y por la investidura cardenalicia que le otorgó al Arzobispo de Caracas, Mons. Jorge Urosa Savino. Todos estos gestos nos han hecho sentir su apostólica solicitud, su paternal cercanía y su deseo de vemos crecer en santidad y consolidarnos en la fe.

Desde nuestra ultima visita ad limina en el 2002, cuando tuvimos la dicha de ser recibidos por el inolvidable y amado Siervo de Dios Juan Pablo II, se han producido en el mundo entero rápidas y profundas mutaciones que están repercutiendo en todos los ámbitos del saber y de la organización de la vida humana. Nuestro país no sc ha quedado afuera de esas convulsiones. Urgidos de responder a las nuevas realidades y a la apremiante invitación del Santo Padre de entrar en el tercer milenio con un proyecto de nueva evangelización, nuestras Iglesias, después de un serio discernimiento evangélico, decidieron convocar un Concilio Plenario Nacional.

Este evento eclesial, fue un verdadero Pentecostés para Venezuela. La copiosa cosecha de sus 16 documentos pastorales, son dones que el Espíritu Santo ha puesto en nuestras manos para llevar a cabo la nueva evangelización del país y de sus habitantes. En estos momentos nos encontramos en plena fase de ejecución de las conclusiones del Concilio, utilizándolo como marco referencia! para asumir las líneas pastorales convergentes del Documento de Aparecida y todas las iniciativas pastorales provenientes del Magisterio Universal.

Un servicio en el que hemos puesto particular empeño ha sido el de iluminar desde la fe el dificil camino por el que viene transitando el pueblo venezolano desde hace una década. Como es sabido, en Venezuela se ha impuesto desde hace una década un nuevo proyecto político que lleva por nombre socialismo del siglo XXI, de talante revolucionario, que ha introducido profundas modificaciones en todas las dimensiones de la vida del país, ha contado para su implantación con ingentes ingresos provenientes del petróleo y ha causado crecientes polarizaciones económicas, sociales y culturales. La progresiva ejecución de este proyecto ha polarizado el país y lo ha dividido en grupos contrapuestos.

Esta confrontación, que se ha resuelto a través de numerosos eventos electorales, ha provocado una creciente polarización política, ha aumentado la violencia, la inseguridad y el odio, poniendo en serio riesgo la convivencia democrática. Ante tales amenazas, y sabiendo que la gran mayoría de la población es profundamente religiosa y católica, nos hemos sentido llamados corno pastores a emitir numerosos mensajes, cartas y exhortaciones pastorales.

En estos pronunciamientos hemos actuado con unanimidad, nos hemos ceñido a nuestra misión religiosa y evangelizadora, hemos convocado a todos los sectores al entendimiento, al diálogo y a la reconciliación, hemos apelado a las raíces cristianas de nuestra nación, hemos recordado tanto a gobernantes como a gobernados los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, hemos defendido a los más pobres, hemos buscado siempre el bien común y la construcción de la convivencia democrática. No hemos buscado ni prebendas ni privilegios sino solamente la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la vida abundante de nuestro pueblo. El ejercicio de este ministerio profético nos ha traído no pocas incomprensiones y ataques por parte de algunos sectores de la sociedad y del gobierno pero contamos con la luz y la fortaleza del Espíritu del Señor Jesús para seguir dando testimonio con fidelidad y alegría.

Santo Padre, deseo concluir estas palabras de salutación implorando su bendición apostólica sobre todas las diócesis de Venezuela, sobre sus pastores junto con sus presbíteros y diáconos, sobre los hombres y mujeres de especial consagración, sobre los laicos asociados, sobre todos nuestros candidatos al sacerdocio y sus respectivos seminarios, sobre nuestras comunidades parroquiales, sobre nuestros pueblos indígenas, nuestros campesinos, obreros, sobre los enfermos, los encarcelados, los secuestrados y los que han emigrado a otras naciones en busca de mejor calidad de vida. A través de nosotros, todos le piden filialmente les otorgue su paternal bendición.

En cuanto a nosotros, como pastores locales y miembros del Colegio Episcopal, estamos seguros que saldremos robustecidos de la experiencia eclesial que nos proporciona la Visita ad Limina y regresaremos al país con mayor fuerza y convicción para continuar anunciando el Evangelio y construyendo el Reino de Dios.

Mons. Ubaldo R. Santana Sequera, fmiArzobispo de Maracaibo

Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.








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