2009-06-06 17:11:27

El Papa recuerda la importancia de la preparación de los seminaristas, de quienes se exige madurez, cualidades espirituales, celo apostólico y rigor intelectual


Sábado, 6 jun (RV).- «Madurez humana, cualidades espirituales, celo apostólico, rigor intelectual». El Papa ha destacado algunas de las aptitudes que se requieren a los futuros ministros de Cristo, al recibir al final de esta mañana a la comunidad del Pontificio Seminario Francés de Roma, que, al comienzo del Año Sacerdotal, es encomendado a los obispos franceses.

Refiriéndose a este momento importante de la historia del Pontificio seminario francés de Roma - que desde su fundación ha estado a cargo de la Congregación del Espíritu Santo y que ahora pasa a la Conferencia Episcopal de Francia - Benedicto XVI ha alentado a dar gracias al Señor por la importante labor cumplida por esta institución. Momento en el que el Papa ha querido asegurar sus oraciones por el gran apostolado misionero que desarrolla - en especial en África - esta misma Congregación, fundada por el venerable Padre Liberman, «cuyo carisma no ha perdido ni fuerza ni justicia».

Tras recordar que más de cinco mil seminaristas y jóvenes sacerdotes se han preparado en este seminario para desarrollar su vocación, Benedicto XVI ha hecho hincapié en la importancia de la preparación, recordando que «la tarea de formar a los sacerdotes es una misión delicada. La formación propuesta en el seminario es exigente, porque una porción del pueblo de Dios será confiada a la solicitud pastoral de los futuros sacerdotes, ese pueblo que Cristo ha salvado y por el cual ha dado su vida»:

«Es bueno que los seminaristas perciban que si la Iglesia se muestra exigente hacia ellos es porque ellos deberán cuidar lo que Cristo ha amado tanto. Las aptitudes que se requieren a los futuros sacerdotes son numerosas: la madurez humana, las cualidades espirituales, el celo apostólico, el rigor intelectual... Para alcanzar estas virtudes, los candidatos al sacerdocio deben poder, no sólo testimoniarlas ante sus formadores, sino aún más, deben ser los primeros beneficiarios de estas cualidades vividas y dispensadas por quienes tienen la tarea de hacerlas crecer».

En este contexto, el Papa ha recordado que «es una ley de nuestra humanidad y de nuestra fe, el que no seamos capaces de donar sino sólo lo que hemos recibido de parte de Dios a través de las mediaciones eclesiales y humanas que Él ha instituido»: «El que recibe la tarea del discernimiento y de la formación debe recordar que la esperanza que tiene hacia los demás es, en primer lugar, un deber para sí mismo. Este paso de testigo coincide con el comienzo del Año del Sacerdocio. Es una gracia para el nuevo equipo de sacerdotes formadores, reunido por la Conferencia de Obispos de Francia. Mientras ellos reciben su misión, reciben también - al igual que toda la Iglesia - la posibilidad de escrutar más profundamente la identidad del sacerdote, misterio de gracia y de misericordia».

Antes de concluir su discurso, el Papa ha querido recordar con emoción las palabras que solía decir el cardenal Suhard, hablando de los ministros de Cristo: «’Eterna paradoja la del cura. Lleva en sí los contrarios. Concilia, al precio de su vida, la fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre. Es pobre y sin fuerzas... No tiene en sus manos ni medios políticos, ni recursos financieros, ni la fuerza de las armas de las que otros se sirven para conquistar la tierra. Su fuerza es la de estar desarmado y de poderlo todo en Aquel que lo fortifica’ (Ecclesia n. 141, p 21, diciembre 1960). Que estas palabras puedan evocar también la figura del santo Cura de Ars y ser un llamado vocacional para numerosos jóvenes cristianos de Francia que desean una vida útil y fecunda para servir al amor de Dios».







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