2009-06-04 13:14:48

La Santa Sede, reiterando los apremiantes llamamientos del Papa, señala la urgencia de impulsar acciones concretas para que la crisis económica global no se repercuta en la salud de los pueblos más pobres


Jueves, 4 jun (RV).- «¡No podemos permitir que estos niños indefensos, sus padres y los demás adultos de las comunidades más pobres del mundo sean cada vez más vulnerables debido a la crisis económica global, ampliamente alimentada por el egoísmo y la codicia! Como ha destacado el Santo Padre, se necesita una fuerte solidaridad global, tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un “código ético común”, cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano (cf. Rm 2,14-15, Mensaje Benedicto XVI Jornada Mundial de la Paz 2009). Porque no se puede crear la justicia en el mundo sólo con modelos económicos buenos, aunque son necesarios. La justicia sólo se realiza si hay justos». (Discurso Benedicto XVI a los párrocos y clero de Roma, 26 de febrero de 2009).

Es el llamamiento que presentó Mons. Zygmunt Zimowski, presidente del Consejo pontificio para la pastoral sanitaria en su intervención ante la 62° Asamblea Mundial de la Sanidad, en Ginebra. El prelado hizo hincapié en que «la actual crisis económica hace emerger nuevamente el espectro de la cancelación o de una drástica reducción de los programas de asistencia exterior, sobre todo en los países en desarrollo, lo que pondrá dramáticamente en peligro sus sistemas sanitarios, que ya están colapsados por la grave incidencia de enfermedades endémicas, epidémicas y virales».

Mons. Zimowski, compartiendo las preocupaciones expresadas en esta reunión, por lo que se refiere al impacto y las repercusiones de la crisis económica global en la asistencia y los cuidados sanitarios, evocó el mensaje que el Papa dirigió a la cumbre del G20. Palabras con las que Benedicto XVI señalaba que «la salida de la actual crisis global sólo puede lograrse juntos, evitando soluciones marcadas por el egoísmo nacionalista o el proteccionismo», y con las que el Santo Padre exhortaba a impulsar un «fortalecimiento valiente y generoso de una cooperación internacional capaz de promover un desarrollo verdaderamente humano e integral» (Carta de Benedicto XVI al primer ministro británico Gordon Brown, en vísperas de la cumbre del G20, de Londres, 30 de marzo de 2009).

La delegación de la Santa Sede en esta asamblea mundial de la sanidad ha impulsado el llamamiento que integra la resolución propuesta en esta cita de Ginebra, señalando que es urgente que «los gobiernos desarrollen y alcancen los objetivos y las estrategias necesarias para mejorar la salud pública, con una atención especial a las injusticias en el sector sanitario». En particular, el presidente del Consejo pontificio para la pastoral sanitaria afirmó que «hay una preocupación compartida por millones de niños en todo el mundo que no logran alcanzar su potencial pleno debido a las grandes diferencias e injusticias existentes en el sector sanitario».

Se trata de una preocupación que el mismo Santo Padre destacó en su discurso a los participantes en la XIII Conferencia Internacional del Consejo pontificio para la pastoral de la salud, en noviembre de 2008. En aquella ocasión, recordamos, el Papa pidió «una acción firme para prevenir, en la medida de lo posible, las enfermedades, para curar a los niños enfermos con los descubrimientos más modernos de la ciencia médica y para promover mejores condiciones higiénico-sanitarias, sobre todo en los países menos favorecidos».

Tras recordar «la importante actividad y particular responsabilidad de organizaciones de matiz religioso y de miles de instituciones sanitarias gestionadas por la Iglesia, que brindan apoyo y cuidados a personas que viven en la pobreza», Mons. Zimowski señaló que el peso económico que afecta a los gobiernos, debido a la actual crisis financiera, se repercute también negativamente en las instituciones de la Iglesia, que a menudo no tienen acceso a los fondos gubernamentales o internacionales.

Y, en este contexto, aseguró que a pesar de todo ello estas instituciones de la Iglesia siguen luchando para servir a los más necesitados, a la vez que añadió que los valores que impulsan este servicio, junto con el carácter sacro y la dignidad de la vida humana abarcan algunos principios articulados en la Resolución presentada en esta Asamblea mundial. Es decir, «equidad, solidaridad, justicia social y acceso universal a los servicios».







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