2009-05-31 18:51:46

Regina Coeli: en la solemnidad de Pentecostés Benedicto XVI define el Espíritu Santo como alma sin la cual la Iglesia sólo sería una especie de agencia humanitaria y recuerda de forma especial a las víctimas del terremoto de los Abruzos


Domingo, 31 may (RV).- En la solemnidad de Pentecostés, Benedicto XVI ha tenido un recuerdo especial para la población de los Abruzos, duramente golpeada por el terremoto del pasado mes de abril, y para las comunidades eclesiales que todavía hoy sufren la persecución a causa de Cristo.

Tras el rezo del Regina Coeli, en una plaza de san Pedro abarrotada de fieles, el Santo Padre ha querido recordar que en estos días, numerosos jóvenes de los Abruzos se reúnen en torno a la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que ha sido llevada a su región por un grupo de voluntarios del Centro Internacional juvenil San Lorenzo de Roma.

En comunión con los jóvenes de esa tierra tan golpeada por el terremoto, pedimos a Cristo muerto y resucitado que infunda sobre ellos su espíritu de consolación y de esperanza. Un saludo especial dirijo a los niños de la Primera Comunión de Bagno de L’Aquila, que tras el seísmo, celebran la Misa en una tienda de campaña.

Y durante la oración mariana del Regina Coeli, en esta solemnidad de Pentecostés, Benedicto XVI ha recordado que la Iglesia esparcida por el mundo revive hoy el misterio de su propio nacimiento, del propio bautismo en el Espíritu Santo, que tuvo lugar en Jerusalén, cincuenta días después de la Pascua.

“El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. ¿Qué sería de la Iglesia sin Él? Sería un gran movimiento histórico, una institución social compleja y sólida, quizá una especie de agencia humanitaria. Y la verdad es que así la retienen quienes la consideran fuera de la óptica de la fe. Sin embargo, en realidad en su verdadera naturaleza y también en su presencia histórica más auténtica, la Iglesia está continuamente plasmada por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es precisamente el fruto invisible del Espíritu divino”.

Retomando los Hechos de los Apóstoles, el Pontífice ha recordado además que en el Cenáculo, mientras todos estaban reunidos en oración con María, de repente en el lugar en el que estaban reunidos resonó un viento recio y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían posándose encima de cada uno. Fue entonces cuando los apóstoles salieron y comenzaron a proclamar en distintas lenguas que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios muerto y resucitado.

Esta mañana, además, el Papa ha precisado que este año la solemnidad de Pentecostés coincide con el último día del mes de mayo, en el que habitualmente se celebra la fiesta mariana de la Visitación. “Un hecho -como ha notado el Santo Padre- que nos invita a dejarnos inspirar e instruir por la Virgen María, la cual fue protagonista de ambos acontecimientos. En Nazaret recibió el anuncio de su singular maternidad”.

De hecho, la joven María es un icono perfecto de la Iglesia en la perenne juventud del Espíritu, de la Iglesia misionera del Verbo encarnado, llamada a llevarlo por el mundo y testimoniarlo especialmente en el servicio de la caridad. El Papa ha invitado a todos a invocar la intercesión de María Santísima para que la Iglesia de nuestro tiempo sea reforzada con potencia por el Espíritu Santo.

“De forma especial, que sientan la presencia confortadora del paráclito las comunidades eclesiales que sufren la persecución por el nombre de Cristo, para que participando en sus sufrimientos, reciban en abundancia el Espíritu de la gloria”.

Finalizado el rezo mariano, Benedicto XVI ha saludado como de costumbre a los fieles presentes en distintas lenguas. Estas han sido sus palabras en español. RealAudioMP3

Saludo con afecto a los fieles de lengua española, en particular a los peregrinos de la Acción Católica de Jóvenes, de Córdoba. En el evangelio de las vísperas de esta solemnidad de Pentecostés, Jesús nos hacía esta invitación: “El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba” (Jn 7, 37). Acudamos a la fuente de su Corazón, de donde mana el torrente de agua viva: el Espíritu Santo Paráclito. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, para que brille sobre nosotros el esplendor de la gloria de Dios, que es el Espíritu, y nos veamos fortalecidos los que hemos sido regenerados por la gracia del Bautismo. ¡Feliz Domingo!







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