Llamamiento del Papa a los responsables de las instituciones públicas para aliviar
los sufrimientos causados por la crisis y el desempleo y en favor de la tutela de
la familia
Domingo, 24 may (RV).- “Hermanos y hermanas en el gozoso clima pascual, en el día
solemne de la Ascensión al cielo del Señor, invoquemos la poderosa intercesión de
San Benito para que vigile siempre sobre esta Iglesia diocesana y sobre todo el continente
europeo”. En el 65 aniversario de la destrucción y reconstrucción de la Abadía de
Montecasino y de la ciudad de Casino, el Papa ha pedido que “imploremos a Dios, Padre
de Misericordia, para que conceda benigno el don de la paz a la humanidad entera y
alivie a cuantos sufren aún bajo el peso de la violencia y de la guerra”.
Benedicto
XVI ha introducido con estas palabras la Santa Misa que ha presidido en la plaza -
que a partir de hoy lleva su nombre - en este histórico lugar benedictino y en la
que se habían reunido cerca de 20 mil fieles. En su densísima homilía, el Papa ha
hecho hincapié en la solemnidad de la Ascensión – que, en primer lugar, significa
el aposentamiento de Cristo en la realeza de Dios sobre el mundo, y, con el Señor,
toda la familia humana:
“En Cristo ascendido al cielo, el ser humano ha entrado
de forma inaudita y nueva en la intimidad de Dios”, ha subrayado el Pontífice señalando
que el “cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más intrépido
y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y por siempre
a la humanidad, Aquél en el que Dios y hombre están para siempre inseparablemente
unidos. Y nosotros nos acercamos al cielo, es más, entramos en el cielo, en la medida
en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con Él. Por lo tanto, la actual
solemnidad de la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado,
invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros”.
Reiterando la
constante presencia del Señor que acompaña a la Iglesia y al Pueblo de Dios hasta
el fin del mundo - por lo que Jesús no está ausente - Benedicto XVI ha evocado la
Regla benedictina, que recomienda no anteponer nada a Cristo. Sin que ello signifique
alejarse del “compromiso de construir una sociedad en la que la solidaridad sea expresada
con signos concretos”: “La espiritualidad benedictina, que bien conocéis, propone
un programa evangélico sintetizado en el lema: ora et labora et lege. Oración, trabajo
y cultura”.
En primer lugar, el Papa ha reflexionado sobre la oración la herencia
más bella que san Benito dejó a sus monjes: “sendero silencioso que conduce directamente
al corazón de Dios. Y respiro del alma que nos devuelve la paz en las tempestades
de la vida”. Asimismo el Santo Padre ha alentado a cultivar la escucha atenta de
la Palabra divina, para poder ser “profetas de verdad y de amor, en un compromiso
coral de evangelización y promoción humana”.
En particular, en lo que se refiere
al trabajo, Benedicto XVI ha destacado una vez más la importancia de humanizar el
mundo laboral, característica típica del alma del monaquismo. En este contexto, el
Papa, que conoce bien la situación crítica de tantos trabajadores, ha expresado su
cercanía que ha sido acogida con un gran aplauso: “Expreso mi solidaridad a cuantos
viven una preocupante situación de precariedad”.
Además de manifestar su solidaridad
a los que sufren con reducciones de sueldo o llegan a ser despedidos, el Papa ha deseado
que “la herida del desempleo impulse a los responsables de la cosa pública, a los
empresarios y cuantos tienen posibilidades, a buscar –con la contribución de todos,
soluciones válidas para resolver la crisis de desempleo, creando nuevos puestos de
trabajo y salvaguardando así también a la familia”.
A este propósito, el Papa
se ha preguntado: ¿cómo no recordar que la familia tiene hoy urgente necesidad de
ser tutelada mejor, porque está fuertemente insidiada en las raíces mismas de su institución?.
“Pienso en los jóvenes –ha dicho- que fatigan para encontrar una actividad laboral
que les permita construir una familia. A ellos quiero decir: ¡no se desanimen, queridos
amigos, la Iglesia no os abandona!”.
Luego, destacando la importancia también
de la cultura y de la educación en la tradición benedictina, con el anhelo y compromiso
de innumerables hombres y mujeres que han meditado e investigado para mejorar la vida
espiritual y material del hombre, Benedicto XVI ha recordado que en la Abadía de
Montecassino se percibe claramente que la cultura europea ha sido la búsqueda de Dios
y la disponibilidad de escucharle, necesidad que sigue siendo actual también en este
tiempo nuestro.
“Sé también –ha señalado el Papa- que en preparación de esta
visita mía, habéis celebrado un encuentro sobre el tema de la educación para solicitar
en todos la viva determinación para transmitir a los jóvenes los valores irrenunciables
de nuestro patrimonio humano y cristiano. En el actual esfuerzo cultural tendiente
a crear un nuevo humanismo, fiel a la tradición benedictina ustedes intentan justamente
subrayar también la atención al hombre frágil, débil, a las personas discapacitadas
y a los inmigrantes”.
El Santo Padre ha agradecido que se le haya dado la oportunidad
de inaugurar hoy la “Casa de la Caridad”, donde se construye con hechos una cultura
atenta a la vida». Benedicto XVI ha sellado su homilía con una intensa exhortación:
“¡Queridos hermanos y hermanas! No es difícil percibir que vuestra comunidad, esta
porción de la Iglesia que vive alrededor de Montecassino, es heredera y depositaria
de la misión, impregnada del espíritu de san Benito, de proclamar que en nuestra vida
nadie ni nada deben quitarle a Jesús el primer lugar; la misión de construir, en el
nombre de Cristo, una nueva humanidad con la insignia de la acogida y de la ayuda
a los más débiles. Os ayude y acompañe vuestro santo Patriarca, con santa Escolástica
su hermana; os protejan los santos Patronos y sobre todo María, Madre de la Iglesia
y Estrella de nuestra esperanza. Amén”.