El secretario del Consejo pontificio para los emigrantes e itinerantes expone la “Posición
de la Iglesia Católica sobre la trata y la prostitución”
Jueves 21 may (RV).- Ayer se celebró en Roma el congreso organizado por la Asociación
“Comunidad Papa Juan XXIII”, titulado: “Sobre la dignidad no se trata. Cómo debelar
la prostitución esclavizada: testimonios, propuestas y experiencias”. Inauguraron
los trabajos de esta asamblea los ministros italianos para las Iguales Oportunidades,
Mara Carfagna, de Justicia, Angelino Alfano, y del Interior, Roberto Maroni, cuyas
intervenciones se alternaron con testimonios de víctimas liberadas de la explotación.
También intervino el ministro albanés de Justicia para afrontar el tema “El tráfico
de seres humanos: experiencias y éxitos”. Mientras poco antes de mediodía intervino
el arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Consejo pontificio para los emigrantes
e itinerantes, quien expuso la “Posición de la Iglesia Católica sobre la trata y la
prostitución”.
El tráfico de seres humanos –dijo Mons. Marchetto– es una ofensa
a la dignidad humana que la doctrina social del la Iglesia católica considera fundamento
de los derechos del hombre. Además, el secretario del Consejo pontificio para la Pastoral
de los emigrantes e itinerantes, explicó que “el tráfico de seres humanos es un problema
complejo, relacionado con la emigración pero que va más allá de la industria del sexo,
incluyendo el trabajo forzado de hombres, mujeres y niños en varios sectores industriales,
de la construcción, restaurantes, hotelería, agricultura, y servicio doméstico”. Y
añadió que si por una parte el trabajo forzado se relaciona con la discriminación
y la pobreza, con las usanzas locales, la carencia de tierra y el analfabetismo de
la víctima; por la otra tiene una conexión con el trabajo flexible y el buen mercado,
del cual muchas veces derivan bajos precios al consumo, que sirven de aliciente para
los dadores de trabajo.
A juicio de Mons. Marchetto las medidas actuales
para combatir el tráfico de seres humanos –si bien son severas– se revelan limitadas
e insuficientes e incluso pueden llegar a poner en peligro la vida de las víctimas,
por lo que se hace necesario afrontar las verdaderas causas para que desde el momento
en que las víctimas sean repatriadas no se vuelvan a encontrar en las mismas condiciones
de las que trataban de escapar.