Una peregrinación con innumerables exhortaciones a la paz
Viernes, 15 may (RV).- Benedicto XVI llegará al aeropuerto internacional de Roma –
Ciampino - poco antes de las cuatro de esta tarde, según el programa previsto - tras
su peregrinación de paz a Tierra Santa. Exhortación – precisamente la de la paz -
que ha vibrado innumerables veces en la voz del Papa a lo largo de esta semana. Desde
el pasado viernes, cuando llegó a Ammán, hasta esta mañana, cuando se ha despedido
de Israel.
Crónica desde Jerusalén
Un
hombre vestido de blanco. Un peregrino. Un hombre de buena voluntad. Un constructor
de paz, en un mundo dividido por antiguos y nuevos rencores, y hasta por ese odio
profundo, que suele anidarse en el corazón de una humanidad verdaderamente enferma;
que persevera en el mal, y se niega a dar la vuelta a la página de la historia, para
construir sí un futuro de paz, pero comenzando ahora, en el presente.
Siendo,
además el Papa un hombre de esperanza, la renueva en los demás. ¡Cuántas imágenes
permanecerán grabadas en la historia de estos pueblos! Algunas quedarán sólo en la
memoria de las pocas personas que han podido ver de cerca al “Papa en acción”. Como
cuando Benedicto XVI, conmovedoramente, tomó en sus brazos a un niño prematuro, de
apenas dos kilos y medio de peso, que se encuentra ingresado en el hospital pediátrico
de la caridad de Belén. Imagen que podría remitirnos al debilitado pueblo palestino
que, como ese niño, ha sido obligado a vivir, recluido, entre el tristemente célebre
muro que han fracturado a las familias de estas tierras, impidiéndoles vivir y desarrollarse
en libertad y soberanía.
Un Papa que no teme cruzar el tan artificial
como real confín entre Israel y los Territorios Autónomos palestinos, a apenas diez
kilómetros de la Ciudad Santa, pasando por la antigua puerta de la tumba de Raquel,
para visitar Belén y su gente. Donde valerosamente defendió la causa de los hijos
más débiles, pero sin dejar de exhortarlos a no ceder a la tentación de la venganza,
a no caer en el terrorismo, ni en la desesperación. De hecho, recordamos, al despedirse
de Israel, dijo al presidente Simon Peres, que la visión del muro ha sido para él
una de las más tristes.
Un Papa peregrino que dice abiertamente al presidente
israelí que “la seguridad, la integridad, la justicia y la paz, en el designio de
Dios son inseparables. Y que “ningún individuo, ninguna familia, ninguna comunidad
o nación queda exento del deber de vivir en la justicia y trabajar por la paz. Mientras
insta directamente a las familias de esta tierra a no servir objetivos políticos mediante
conflictos y violencia y recuerda a los líderes religiosos que cualquier división
o tensión es una gran contradicción.
Un Papa ecuménico, que mantiene
encuentros y visitas de cortesía con musulmanes y judíos. Que reza en el Muro de las
Lamentaciones, donde deja una oración por la paz, y se quita los zapatos al visitar
la Cúpula de la Roca en la explanada de las mezquitas de Jerusalén. Un Papa que conoce
la importancia del diálogo con las Iglesias de Oriente, que están vivas y trabajan
por la unidad, como nos dijo el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación
para las Iglesias Orientales.
Pero tal vez una de las imágenes más
esperanzadoras, nos la ofrezca el final del encuentro interreligioso entre cristianos,
judíos, musulmanes y drusos que cantan -tomados de la mano con el Papa en el centro-
la oración que reza: “Salam, Shalom, Señor danos la paz, Dona nobis pacem”.
Ahora
quienes han sido interpelados directamente tendrán mucho que meditar y rezar.
Desde
Tierra Santa, María Fernanda Bernasconi, Radio Vaticano.