2009-05-13 14:16:10

Una jornada en los Territorios Palestinos


Miércoles, 13 may (RV).- La jornada de hoy de Benedicto XVI transcurre en los territorios Palestinos y ha comenzado con la ceremonia de bienvenida, seguida de la Santa Misa celebrada en la sugestiva Plaza del Pesebre de Belén.

Crónica de la mañana RealAudioMP3

 

Prosigue la peregrinación del Papa en Tierra Santa, en esta región del planeta tan complicada desde el punto de vista político y religioso. Benedicto XVI dejó esta mañana Israel para transcurrir la jornada en Palestina. En este contexto llegó a Belén con su valentía trayendo un mensaje de paz, de esperanza, una invitación a la concordia en medio de un latente clima belicoso entre dos pueblos divididos por un odio antiguo. Y lo hizo recordando las palabras de su predecesor, Juan Pablo II: “no puede haber paz sin justicia, ni justicia sin perdón”. Por eso suplicó a las partes implicadas en este conflicto que dejen de lado el rencor y los contrastes porque una coexistencia justa y pacífica entre los pueblos de Oriente Medio sólo puede ser realizada mediante un espíritu de cooperación y mutuo respeto, en el que los derechos y la dignidad de todos sean reconocidos y respetados.

 

Belén, la ciudad de David, el lugar del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, se encuentra a apenas 10 kilómetros de Jerusalén, pero para entrar es necesario pasar por un “check point”, un punto de control militar donde los palestinos no pueden salir libremente, salvo excepciones, por lo que siguen sufriendo a causa de las agitaciones políticas, última de las cuales, recordamos, el conflicto de Gaza, de diciembre pasado, que costó tantas vidas inocentes, incluyendo la muerte de numerosos niños.

 

Tal como afirmó el Papa al saludar al presidente Mahmoud Abbas en la plaza del palacio presidencial, no habría podido venir a Tierra Santa sin aceptar su invitación de visitar estos territorios, para saludar al pueblo palestino. Y aseguró que la Santa Sede apoya el derecho de los palestinos a un Estado "en la tierra de sus antepasados, seguro, en paz con sus vecinos y con las fronteras reconocidas internacionalmente".

 

En la Plaza del Pesebre Benedicto XVI celebró la santa misa. Una plaza que se presentó abarrotada ante la presencia de diez mil fieles. Sin embargo, de los 250 católicos que viven en la Franja de Gaza, las autoridades israelíes concedieron 95 permisos, pero sólo 48 pudieron asistir a esta celebración con el Sucesor de Pedro. En la última oración de los fieles, en lengua árabe, se pidió por los niños de Gaza, que han sufrido por el miedo, la frustración, que han quedado huérfanos o han muerto.

 

En su saludo al Santo Padre el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal dijo a Benedicto XVI que el ya exiguo número de cristianos palestinos sigue decreciendo aquí en Belén y los territorios palestinos, si bien Tierra Santa están en el corazón de la Iglesia Universal. Cuyo pueblo joven anhela vivir una vida normal. Nosotros –dijo- anhelamos vivir en paz y seguridad en una tierra en que reine la coexistencia pacífica. Por eso añadió que ven en el Papa al mensajero de paz y solidaridad, mientras desean asegurarle su compromiso para vivir y proclamar la Buena Nueva de Jesucristo. Y elevó su plegaria para que Dios sostenga al Papa en su servicio a favor de la paz y la reconciliación.

 

Esta tarde, el Pontífice visitará en privado la Gruta de la Natividad, que señala el lugar donde nació Jesús y después irá a un hospital infantil. Posteriormente visitará el campo de refugiados de Aida, donde viven unos cinco mil palestinos. Aquí el Papa saludará a dos matrimonios, uno cristiano y otro musulmán, que tienen hijos prisioneros en Israel. Y donará 50 mil euros que el campo destinará a la construcción de tres aulas escolares a las que le darán el nombre de Benedicto XVI.

 

En Palestina, por lo que hemos visto, las personas, independientemente de su credo religioso, son acogedoras con su típico modo de ser medio-oriental. Y quienes no profesan el cristianismo, ven de modo positivo la visita del Papa, porque lo consideran un hombre de paz.

 

Este es el caso de un musulmán, ex refugiado en El Líbano, quien logró regresar a su casa -de la que había sido expropiado por las autoridades israelíes durante la construcción del vergonzoso muro que se yergue, precisamente, delante-. Al ver nuestra curiosidad por este muro, este joven padre de familia -además de presentárnosla- nos invitó a subir a la terraza para ver el ciertamente poco edificante panorama de los alrededores. Y lo hizo aún sabiendo que corría el riesgo de ser interrogado y hasta expulsado, porque desde las altas garitas los soldados podían observar que tomábamos fotografías.

 

Una nueva y triste realidad a la que hacer frente para tantas familias. Un muro alto y gris, en algunos lugares pintado con dibujos alusivos a la humillación, como la del feroz león –tal como lo hemos visto– que con sus dientes afilados desgarra una paloma, cuya cabeza está cubierta con la kefiah, el típico símbolo blanco y negro del nacionalismo palestino cuya utilización se remonta a la década de los años 30, tan popular en la época de Yasir Arafat.

 

O la de los dos asnos, uno blanco y otro negro, que rebuznando y en dirección contraria -mientras cargan sobre sí- uno a Palestina y el otro a Israel, no logran separarse y tomar cada uno su camino, porque están atados por la cola.

 

Desde Tierra Santa, María Fernanda Bernasconi, Radio Vaticano.

  








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