Miércoles, 13 may (RV).- A propósito del envejecimiento, Rabindarath Tagore llegó
a escribir “Creí que mi viaje tocaba a su fin, que todo mi poder estaba ya gastado,
que ya habìa consumido todas mis energías y era el momento de guarecerme en el silencio
y en la oscuridad. Pero me di cuenta de que la obra de mi Creador no acababa nunca
en mí. Y cuando ya pensaba que no tenía nada nuevo que decir ni que hacer, nuevas
melodías estallaron en mi corazón. Y donde los senderos antiguos se borraban, aparecía
otra tierra maravillosa”.
José María Cabodevilla, en cambio, escribe: “Posee
la vejez sus valores propios, de grandísimo precio, y triste es confesar que nuestro
mundo los desestima o los ignora. Pensemos en esa sabiduría que es sobre todo profundidad
y buen sentido, que es incluso reconocimiento documentado de la propia ignorancia,
que es incluso olvido sabio de lo que un día se aprendió; esa capacidad de formular
un juicio más exacto, menos apasionado; el arte de manipular con algo mejor que con
ideas: con posibilidades, paciencia y fidelidad… La vejez que no es vejez, sino vida
renovada durante más tiempo…”.
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Dolores Aleixandre, teóloga y religiosa del Sagrado Corazón, licenciada en Filología
Bíblica Trilingüe. Profesora Emérita de Sagrada Escritura en Comillas, España… Autora
de: “Las puertas de la tarde. Envejecer con esplendor” Ed. Sal Terrae, España 2007