El conflicto israelí-palestino centra el discurso del Papa en el Campo de Refugiados
de Aida desde donde recuerda que la paz sólo llega cuando las partes enfrentadas están
dispuestas a ir más allá de las recriminaciones y trabajar juntas
Miércoles, 13 May (RV).- En el campo de refugiados de Aida Benedicto XVI ha exhortado
a las familias palestinas a apostar por la educación de sus hijos y cultivar la paz
en sus corazones, a pesar de la espiral de violencia, venganzas y destrucciones continuas,
porque sólo se alcanzará una solución justa y duradera a las legítimas exigencias
de ambas partes si palestinos e israelíes están dispuestos a romper el ciclo de las
agresiones.
El Santo Padre ha llegado a las 3 y media al campo de refugiados
de Aida, uno de los campos de prófugos en los Territorios Palestinos que acogen un
total de un millón 300 mil desplazados palestinos, producto de dos migraciones forzadas
principales: la de 1948 en el nacimiento del estado de Israel y la del 1967, tras
la guerra de los seis días.
El Santo Padre ha querido expresar en primer lugar
su solidaridad con todos los palestinos sin hogar que claman por volver a sus lugares
de nacimiento o por vivir permanentemente en una patria propia. Todo el discurso del
Pontífice a “quienes viven en condiciones precarias y difíciles” y con “limitadas
oportunidades de trabajo”, a “quienes tienen sus familias divididas por el encarcelamiento
de alguno de sus miembros”, y a quienes han perdido a seres queridos, ha girado constantemente
en torno al conflicto palestino israelí.
El Papa ha manifestado que, en efecto
“las legítimas aspiraciones a una patria permanente, a un Estado Palestino independiente
todavía no se han cumplido”, y que sabe perfectamente que “se sienten atrapados” en
una “espiral de violencia, de ataques y contraataques, de venganzas y destrucciones
continuas”. El mundo entero desea que se rompa esta espiral, anhela que la paz ponga
fin a las perennes hostilidades, y sin embargo esta misma tarde, ha dicho el Santo
Padre, es duro ser concientes de l punto muerto donde se encuentran los contactos
entre palestinos e israelíes.
Benedicto XVI ha lamentado la existencia del
muro “en un mundo donde las fronteras se abren cada vez más: al comercio, a los viajes,
a la movilidad humana, a los intercambios culturales”. En este contexto es trágico
ver todavía que se erigen muros. “Pero de ambas partes del muro es necesario un gran
valor para superar el miedo y la desconfianza. Es necesario magnanimidad para buscar
la reconciliación tras años de enfrentamientos armados”.
El Papa ha recordado
que la historia nos enseña que la paz solo llega cuando las partes enfrentadas están
dispuestas a ir más allá de las recriminaciones y trabajar juntas con una finalidad
común, tomando en serio los intereses y preocupaciones de los demás y buscando con
decisión construir una atmósfera de confianza.
En este mismo contexto el Santo
Padre ha reconocido el papel esencial de la ayuda humanitaria, pero “la solución de
un conflicto –ha dicho- es política. Nadie se espera que los pueblos palestino e israelí
lleguen solos. Es vital la ayuda internacional”. Por esta razón el Pontífice ha renovado
su llamamiento a las partes implicadas para que ejerzan su influencia en favor de
una solución justa y duradera, respetando las legítimas exigencias de todas las partes
y reconociendo su derecho a vivir en paz y con dignidad, según el derecho internacional.
“Los esfuerzos diplomáticos solo podrán tener éxito si los mismos palestinos e israelíes
estarán dispuestos a romper el ciclo de las agresiones”.
El Papa ha pedido
además a los jóvenes que se preparen profesionalmente porque ellos serán los responsables
del porvenir del pueblo palestino y a las familias les ha pedido que no dejen de apoyar
a sus hijos en la educación y en cultivar sus dotes, de forma que en el fututo la
comunidad palestina no carezca de personal especializado y bien formado.
También
el Pontífice ha tenido palabras de franco agradecimiento por el óptimo trabajo llevado
a cabo por muchas agencias de la Iglesia asistiendo a los prófugos aquí y en otras
partes de los Territorios Palestinos. “La Misión Pontificia para Palestina, fundada
hace casi 60 años para coordinar la asistencia humanitaria católica a los refugiados,
continúa la propia obra muy necesaria al flanco de otras organizaciones similares.
En particular el Papa ha mostrado su particular aprecio por la contribución de las
hermanas misioneras franciscanas del Corazón Inmaculado, así como a toda la Familia
Franciscana por hacerse “instrumentos de paz” en esta tierra.