Benedicto XVI califica de memorable su visita a Belén, se solidariza con las angustias
del pueblo palestino y les recuerda que los muros se construyen fácilmente, pero no
son eternos y pueden ser abatidos
Miércoles, 13 may (RV).- Benedicto XVI partió de los territorios palestinos con el
fuerte anhelo “de ver paz y reconciliación en estas tierras atormentadas”, cuya hospitalidad
y gentileza no dejaron de revelar, en los testimonios de sus residentes, las condiciones
de vida que se sufren en Gaza y en la Zona Oeste. Pero también las que el Santo Padre
ha podido comprobar personalmente. “Con angustia he visto la situación de los
refugiados que como la Santa Familia han tenido que abandonar sus casas. Y he visto
el muro - que se introduce en vuestros territorios, separando a los vecinos y dividiendo
las familias- circundar el cercano campo y esconder una buena parte de Belén”. “A
pesar de que los muros pueden ser construidos fácilmente, todos sabemos que no son
eternos y pueden ser abatidos” subrayó el Papa recordando que “ante todo es necesario
remover los muros que construimos entorno a nuestros corazones, las barreras que erigimos
contra nuestro prójimo”. El Papa renovó su llamamiento “a la apertura y a la generosidad
y a poner fin a la intolerancia y a la exclusión”, pues aunque pareciera que un conflicto
no tiene salidas siempre habrá motivos para esperar su solución con el esfuerzo paciente
y perseverante de aquellos que trabajan por la paz y la reconciliación. Mi más
ferviente deseo para ustedes, pueblo de Palestina, es que esto pueda realizarse pronto
y que puedan finalmente gozar de esa paz, libertad y estabilidad de la que por tanto
tiempo han sido privados. Y siendo aún más concreto, el Papa aseguró que aprovechará
“toda oportunidad para exhortar a quienes están involucrados en las negociaciones
de paz a trabajar por una solución justa que respete las legítimas aspiraciones de
ambos pueblos, israelí y palestino”. Mientras que por parte de la Santa Sede, el Papa
señaló como un paso importante, el establecimiento, cuanto antes, y de acuerdo con
la Autoridad Nacional Palestina, de la Comisión bilateral de Trabajo Permanente que
ya había sido delineada en el Acuerdo básico, firmado en el Vaticano el 15 de febrero
del año 2000. Al despedirse de los territorios palestinos, Benedicto XVI no dejó
de recordar la multitudinaria Misa en la Plaza del Pesebre, donde nació Jesús, “luz
de las naciones y esperanza del mundo”. También elogió el cuidado prestado a los niños
en el Hospital pediátrico de la Caridad (Caritas Baby Hospital). Y agradecido por
la cálida acogida, el Papa confió a todos a la protección del Omnipotente, para que
bendiga al pueblo palestino con la paz.