El Papa reafirma el compromiso irrevocable de la Iglesia católica para la reconciliación
entre cristianos y judíos y subraya que “la confianza es un elemento esencial para
el diálogo efectivo”
Martes, 12 may (RV).- Tras la visita al Muro de la Lamentaciones, Benedicto XV se
ha reunido con los dos grandes Rabinos de Jerusalén en el Centro “Hechal Shlomo”,
a quienes ha manifestado que “la confianza es un elemento esencial para el diálogo
efectivo” y que “la Iglesia católica está irrevocablemente comprometida en el camino
indicado por el Concilio Vaticano para una auténtica y duradera reconciliación entre
cristianos y judíos”.
Y en el contexto de este diálogo el Papa ha expresado
su satisfacción por el fruto producido por el diálogo entre las delegaciones de la
comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos y la del
gran Rabinato de Jerusalén para las Relaciones con la Iglesia Católica.
En
este sentido el Santo Padre ha querido subrayar que la buena voluntad de los delegados
para discutir abierta y pacientemente no sólo los puntos del acuerdo de la comisión
bilateral sino también los puntos de discordia ha allanado el camino para una colaboración
más eficaz en la vida pública. “Judíos y cristianos están interesados por igual en
asegurar el respeto por la sacralidad de la vid humana, la centralidad de la familia,
una sólida educación de los jóvenes, la libertad de religión y de conciencia para
una sociedad sana”. Unos temas, como ha dicho el Papa, que representan sólo la fase
inicial de aquello que esperamos sea un sólido y recio camino hacia una mejor comprensión
recíproca.
Tras indicar que existe una preocupación compartida frente al relativismo
moral y las ofensas contra la dignidad del ser humano, el Pontífice ha dicho además
que en Israel los cristianos valoran de forma particular las oportunidades de diálogo
con sus vecinos judíos.
DISCURSO COMPLETO
Distinguidos
rabinos,
Queridos amigos,
Estoy agradecido por la invitación
que me han hecho para visitar Hechal Shlomo y a encontrarme con ustedes durante este
viaje a Tierra Santa como obispo de Roma. Agradezco al rabino sefardí Shlomo Amar
y al rabino Askenazi Yona Metzger por sus calurosas palabras de bienvenida y por el
deseo expresado de continuar fortaleciendo los vínculos de amistad que la Iglesia
Católica y el Gran Rabinado se han comprometido diligentemente a avanzar en el último
decenio. Sus visitas al Vaticano en el 2003 y el 2005 son un signo de la buena voluntad
que caracteriza nuestras crecientes relaciones.
Distinguidos rabinos,
en reciprocidad ante tal actitud les manifiesto mi personal sentimiento de respeto
y estima por ustedes y sus comunidades. Les aseguro mi deseo de profundizar la mutua
comprensión y cooperación entre la Santa Sede, el Gran Rabinado de Israel y el pueblo
judío en todo el mundo.
Un gran motivo de satisfacción para mí desde
el inicio de mi pontificado ha sido el fruto producido por el diálogo en curso entre
la delegación de la comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los
judíos y la delegación del Gran Rabinado de Israel para las Relaciones con la Iglesia
Católica. Deseo agradecer a los miembros de ambas delegaciones por su dedicación y
el fatigoso trabajo para perfeccionar esta iniciativa, tan deseada por mi venerado
predecesor, el papa Juan Pablo II, como él mismo afirmó en el Gran Jubileo del año
2000.
Nuestro encuentro de hoy es una ocasión muy apropiada para agradecer
al Omnipotente por las muchas bendiciones que han acompañado el diálogo conducido
por la comisión bilateral, y por mirar con esperanza sus futuras sesiones. La buena
voluntad de los delegados para discutir abierta y pacientemente no los solo los puntos
de acuerdo, sino también los puntos de discordancia, ha allanado el camino para lograr
una colaboración más efectiva en la vida pública. Judíos y cristianos están interesados
por igual en asegurar el respeto por la sacralidad de la vida humana, la centralidad
de la familia, una sólida educación de los jóvenes, la libertad de religión y de conciencia
para una sociedad sana. Estos temas de diálogo representan solo la fase inicial de
aquello que esperamos sea un sólido y progresivo camino hacia una mejorada comprensión
recíproca.
Una indicación del potencial de esta serie de encuentros
se ha rápidamente visto en nuestra preocupación compartida de frente al relativismo
moral y a las ofensas que ello genera contra la dignidad de la persona humana. En
el acercamiento a las más urgentes cuestiones éticas de nuestros días, nuestras dos
comunidades se encuentran ante el desafío de comprometer a las personas de buena voluntad
a nivel de la razón, añadiendo simultáneamente los fundamentos religiosos que mejor
sostienen los perennes valores morales. Que pueda el diálogo que ha sido iniciado
continuar generando ideas de cómo sea posible a los Cristianos y a los judíos trabajar
juntos para aumentar la consideración de la sociedad por las contribuciones características
de nuestras tradiciones religiosas y éticas. Aquí en Israel los cristianos, desde
el momento en que constituyen solamente una pequeña parte de la población total, valoran
de modo particular las oportunidades de diálogo con sus vecinos hebreos.
La
confianza es, innegablemente, un elemento esencial para un diálogo efectivo. Hoy tengo
la oportunidad de repetir que la Iglesia Católica está irrevocablemente comprometida
en el camino decidido en el Concilio Vaticano II para una auténtica y duradera reconciliación
entre cristianos y judíos. Como la Declaración Nostra Aetate ha aclarado, la Iglesia
continúa a valorizar el común patrimonio espiritual a los Cristianos y Hebreos, y
desea una cada vez más profunda y mutua comprensión y estima, tanto mediante los estudios
bíblicos y teológicos, como mediante los diálogos fraternos. ¡Que los siete encuentros
de la comisión bilateral que ya han tenido lugar entre la Santa Sede y el Gran Rabinado
puedan constituir una prueba! Soy reconociente de su compartida afirmación que la
amistad entre la Iglesia Católica y el Gran Rabinado continuará a crecer en el respeto
y comprensión.
Amigos míos, expreso una vez más mi profunda consideración
por la bienvenida que me han dirigido hoy. Que nuestra amistad se siga poniendo como
ejemplo de confianza en el diálogo para los judíos y cristianos de todo el mundo.
Mirando los resultados alcanzados hasta ahora, y extrayendo nuestra inspiración de
las Sagradas Escrituras, que podamos apuntar con confianza a una siempre más convencida
cooperación entre nuestras comunidades – junto con todas las personas de buena voluntad
– en condenar el odio y la opresión en todo el mundo. Oro a Dios, que escruta nuestros
corazones y conoce nuestros pensamientos (Sal 139,23), para que continúe iluminándonos
con su sabiduría, y así podamos seguir sus mandamientos de amarlo con todo el corazón,
con toda el alma y con todas las fuerzas (cf. Dt 6,5) y amar al prójimo como a nosotros
mismos (Lv 19,18).