El Papa denuncia los influjos negativos del mundo globalizado, como los elementos
destructivos de la industria de la diversión que tan insensiblemente explota la inocencia
y la fragilidad de personas vulnerables y jóvenes
Sábado, 9 may (RV).- Con la luz de Cristo que disipa la oscuridad - que las fuerzas
del mal intentan propagar sin cesar en nuestro mundo - la voz auténtica de la fe lleva
siempre justicia, caridad y paz a todos sin distinción, con especial atención a los
menores víctimas de personas sin escrúpulos. Lo ha recordado Benedicto XVI, esta tarde,
en la catedral greco melquita de San Jorge de Ammán. Con la celebración de las vísperas
en este rito, el Papa ha mantenido un encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas,
seminaristas y movimientos eclesiales, manifestando su profunda gratitud por esta
«bella oportunidad de experimentar la riqueza de nuestras tradiciones litúrgicas».
Haciendo
hincapié en el importante papel de las Iglesias Orientales y en el antiguo tesoro
vivo de sus tradiciones, que enriquece a la Iglesia universal, el Santo Padre ha destacado
los momentos de reconciliación, que han fortalecido maravillosamente la comunión de
la Iglesia. Recordando asimismo que todos los cristianos están llamados a responder
al mandamiento de Dios para llevar a los otros a conocer y amar al Señor – como hizo
san Jorge de forma dramática, según la narración popular – el Papa ha evocado los
antiguos lazos de las Iglesias Orientales con el Patriarcado de Antioquía, donde hace
dos mil años, los discípulos de Cristo fueron denominados por primera vez ‘cristianos’.
Benedicto XVI ha puesto de relieve que así, también hoy, «como pequeñas minorías
en comunidades diseminadas en estas tierras», se les reconoce a ellos también «como
seguidores del Señor». Y en este contexto, el Papa se ha referido a las destacadas
iniciativas de la caridad cristiana sin distinción alguna, también en esta región:
«La demostración pública de vuestra fe cristiana no se circunscribe sólo a la solicitud
espiritual que dedicáis los unos a los otros y a vuestro pueblo, por esencial que
ello sea. Sino que vuestras numerosas iniciativas de caridad universal se extienden
a todos los jordanos – musulmanes y de otras religiones – así como a un vasto número
de refugiados que este reino acoge con tanta generosidad».
Reflexionando sobre
las lecturas de estas vísperas - el salmo 103 y la carta de san Pablo a los Efesios
- el Santo Padre ha recordado la «necesidad de mantenerse alertas, con la conciencia
de que las fuerzas del mal obran continuamente para crear oscuridad en nuestro mundo».
En «nuestra ordinaria experiencia humana reconocemos la lucha espiritual, advertimos
la necesidad cotidiana de entrar en la luz de Cristo, de elegir la vida, de buscar
la verdad. De hecho, este ritmo – de substraernos del mal y circundarnos con la fuerza
de Dios - es lo que celebramos con el Bautismo, la entrada en la vida cristiana, el
primer paso a lo largo del camino de los discípulos del Señor. Evocando el bautismo
que Cristo recibió de Juan en las aguas del Jordán, la comunidad reza para que aquel
que está por ser bautizado sea liberado del reino de la oscuridad y llevado al esplendor
del reino de Dios, y así reciba el don de la vida nueva».
Este dinámico movimiento
de «la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la desesperación a la esperanza,
que experimentamos de manera tan dramática durante el Triduo y que es celebrado con
gran alegría en el periodo pascual, nos asegura que la Iglesia misma permanece joven.
Que vive, porque Cristo está vivo, ha resucitado verdaderamente. Vivificada por la
presencia del Espíritu, la Iglesia avanza cada día conduciendo a hombres y mujeres
hacia el Dios Viviente», ha reiterado también el Papa, refiriéndose luego a la importancia
de las liturgias greco melquitas y al anhelo de la Iglesia universal de «conducir
al pueblo a través del desierto hacia el lugar de la vida, hacia el Dios que nos da
la vida en abundancia».
Anhelo que caracteriza todos los trabajos apostólicos
de esta Iglesia local en Jordania cuya variedad y calidad son muy apreciadas, ha destacado
Benedicto XVI citando las guarderías infantiles, los lugares de instrucción superior,
los orfanatos, los asilos para ancianos, el trabajo con los refugiados, la academia
de música, los centros de atención sanitaria, los hospitales, el diálogo interreligioso
y a las iniciativas culturales:
«Vuestra presencia en esta sociedad es un
maravilloso signo de esperanza que nos cualifica como cristianos. Esperanza que llega
incluso más allá de las fronteras de nuestra comunidades cristianas. Así, frecuentemente
vosotros descubrís que las familias de las otras religiones, para las cuales trabajáis
y ofrecéis vuestro servicio de caridad universal, tienen preocupaciones y dificultades
que sobrepasan las fronteras culturales y religiosas. Esto se advierte particularmente
cuando se relaciona con las esperanzas y las aspiraciones de los padres paras sus
hijos. ¿Qué padre o persona de buena voluntad no se sentiría turbada frente a los
influjos negativos tan penetrantes en nuestro mundo globalizado, incluso los elementos
destructivos de la industria de la diversión, que con tanta insensibilidad explotan
la inocencia y la fragilidad de las personas vulnerables y del joven? No obstante,
con nuestros ojos fijos en Cristo- la luz que dispersa todo mal, reconstruye la inocencia
perdida y humilla el orgullo terrenal-, llevaréis una magnifica visión de esperanza
a todos aquellos que encontréis y serviréis».
Benedicto XVI ha concluido sus
palabras alentando a los que se están formando para el sacerdocio y la vida religiosa:
«Guiados por la luz del Señor Resucitado, llenos de su esperanza y vestidos de su
verdad y de su amor, su testimonio llevará abundantes bendiciones a aquellos que encontraran
a lo largo del camino. De hecho, la misma cosa es válida para todos los jóvenes cristianos
jordanos: no tengan miedo de dar su contribución sabia, comedida y respetuosa a la
vida pública del reino. La voz auténtica de la fe llevará siempre integridad, justicia,
caridad y paz».