Escuchar el programa Jueves,
23 abr (RV).- Es maravilloso evidenciar y admirar el ambiente y la armonía de las
familias que perduran, que a pesar de la rutina y los años continúan unidas, con vínculos
fuertes y sólidos para darle el impulso por siempre a la unión que construyeron. Pero
¿cual es el secreto de estos matrimonios que son para siempre, que son reales y que
desafortunadamente hoy en día se ven amenazados y vulnerables ante la creciente ola
de separaciones y divisiones de los hogares?
En este mundo de rampante individualidad,
las relaciones son una bendición a medias, afirma el sociólogo Zygmunt Bauman cuando
se refiere en su obra “Amor líquido” a la fragilidad de los vínculos humanos en nuestras
sociedades contemporáneas, donde cada minuto aumentan las separaciones, las familias
monoparentales.
Al parecer la durabilidad de las parejas, de los matrimonios,
aún en condiciones tan adversas para ello como en los tiempos actuales, no es simplemente
un asunto que tiene que ver con el entendimiento y los niveles de comprensión, la
madurez de cada uno de los miembros de la pareja y los buenos canales de comunicación.
Según el neurólogo español Ignacio Morgado también existen razones bioquímicas que
contribuyen a las relaciones estables.
Y no hay ninguna duda que además de
estas explicaciones químicas, influye la manera como la relación se maneja, como se
construye. No se trata de “chispas a primera vista” como dicen popularmente, se trata
de saber en que momento está la relación y las necesidades puntuales que se requieren
en ese momento.
Un amor consolidado es el que se da entre personas que saben
lo que quieren, entre personas que, al superar la primera fase del enamoramiento,
manifiestan la voluntad de compartir su vida, de construir un proyecto en común.
Y para que eso dure, deben trabajárselo, igual que sucede con una empresa: negociar,
pensar, conocer, investigar... De lo contrario, el vínculo que realmente une y sostiene,
se disfraza de otra serie de razones y motivos que nos restan felicidad.
La
clave tiene que ver con un punto de equilibrio, una relación completamente horizontal
en todos los sentidos: desde la autoestima y la empatía, hasta el humor y la capacidad
de seducción, es decir, de enviar comunicación positiva sobre lo que uno quiere y
lo que le interesa.
La pareja que resiste es la que más se acerca al trabajo
en equipo, porque no hay duda que una relación de pareja es un proyecto en común que
caduca, que tiene momentos de decaimiento y que requiere esfuerzo para seguir construyendo,
para seguir avanzando a partir de una comunicación eficaz para resolver conflictos.
¿Cómo
superar la monotonía? La relación positiva de larga duración es posible siempre que
intervenga la amistad, sostiene el filósofo Joan Carles Mèlich. Esta no pide intercambio
sino reciprocidad –explica– y, a diferencia del enamoramiento, que sucede a nuestro
pesar, se construye y se desea. De ahí que la dificultad es tan generalizada, porque
cada día es mucho más difícil establecer relaciones de amistad.
Una amistad
exige compromiso, y esto es algo también en crisis en estos tiempos. Las personas
prefieren establecer relaciones de puertas abiertas, de tal flexibilidad que no implique
rupturas y por lo tanto dolor o corazones rotos, de ahí que las relaciones hoy se
piensen como contactos, como redes que se contactan diversamente.