Jueves,
9 abr (RV).- Hoy hablaremos del perdón, como uno de los ingredientes fundamentales
del amor, justamente en este Jueves Santo. El perdón es sin lugar a dudas una condición
esencial para la convivencia, el perdón es un elemento consustancial del desarrollo
y de la madurez del amor entre los seres humanos. Por eso es tan importante y fundamental
en nuestras vidas.
Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo
que hacemos a la otra persona, a la que nos ofendió o nos agredió, sin darnos cuenta
que los únicos beneficiados somos nosotros mismos. El perdón es una expresión de amor.
Nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.
Perdonar
no significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no
significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni tampoco darle la razón a
alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos
negativos que nos causaron dolor o enojo. El perdón se basa en la aceptación de lo
que pasó.
De ahí que la falta de perdón te ata a las personas desde
el resentimiento. La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu
ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes. El perdón es una declaración
que puedes y debes renovar a diario.
Muchas veces la persona más importante
a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la
manera que pensabas. Para perdonar es preciso hacer conciencia y analizar muy bien
la situación, los contextos que rodean a las personas y los hecho, pero sobre todo
necesita de una gran acto de compasión, que significa esforzarse para ver a la persona
que nos agredió como un ser humano, que comete errores al igual que nosotros, por
ello el perdón pasa también por la humildad de reconocernos pecadores, humanos, que
cometemos equivocaciones cada día y por ello también cada uno debe aprender a perdonarse.
Ya en alguna ocasión el arzobispo emérito de Managua, cardenal Miguel
Obando Bravo, afirmaba en una homilía sobre este tema, que “el perdón es ante todo
una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo
de devolver mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios”.
Y
es que en la convivencia diaria son muchas las ocasiones y posibilidades que tenemos
de desacuerdos, de diferencias, de equivocaciones, todos somos humanos y los errores
y las faltas hacen parte también de nuestra naturaleza. Está en cada uno de nosotros
proponerse a obrar bien, a buscar encausar las acciones y sentimientos a favor de
la convivencia y de la paz.
Ante las actitudes de venganza, de odio,
de desamor lo único que de verdad repara y libera es perdonar. Y es que muchas personas
no pueden superar lo que hicieron o lo que les hicieron y se quedan viviendo la amargura
del pasado. Pues no se trata de olvidar lo sucedido, sino de hacer una purificación
de la memoria para no volver a cometer los errores del pasado, aprendiendo que sólo
el amor construye, mientras que el odio produce destrucción y ruina.
El
perdón y el amor van de la mano, se complementan un sentimiento con otro, porque son
la fuente misma de la aceptación y del amor a los demás y a nosotros mismos.