El Papa invita en la parroquia romana del Santo Rostro de Jesús, a que nuestra vida
sea un reflejo de la de Cristo, en particular, en tiempos difíciles como el actual
Domingo, 29 mar (RV).- «Aun cuando llueve, sabemos que el sol está llegando, quizá
es un signo de este tiempo prepascual, en que sentimos los dolores del Señor y todos
los problemas de nuestro mundo de hoy, cada uno de alguna forma». Con estas palabras
ha saludado Benedicto XVI, sonriendo cordialmente, a los numerosos fieles de la parroquia
romana, que ha visitado esta mañana, y que a pesar de la lluvia le estaban esperando
para darle la bienvenida.
A pesar de la lluvia «sabemos también que el sol
existe, aunque esté escondido. Que Dios está cerca, nos ayuda y nos acompaña. Así
queremos ir hacia la Pascua, sabiendo que en nuestra vida hay sufrimientos y dificultades,
pero sabiendo asimismo que detrás está el sol de la Bondad divina», ha reiterado el
Santo Padre, que había salido del Vaticano a las nueve de esta mañana. Benedicto XVI
ha agradecido y bendecido a estos feligreses de la parroquia del Santo Rostro de Jesús
del barrio romano Magliana, que ha visitado pastoralmente.
«Invoquemos la
maternal intercesión de María para que nuestra existencia sea un reflejo de la de
Cristo ¡Recemos para que cuantos nos encuentren perciban siempre en nuestros gestos
y en nuestras palabras la pacificadora y consoladora bondad de su Rostro!». Con esta
vibrante y tierna exhortación, Benedicto XVI ha concluido la homilía, de la Santa
Misa, en la que ha hecho hincapié en la misión de los cristianos: ‘estar siempre al
servicio de los hermanos, también en tiempos difíciles como el actual, marcado por
una crisis social y económica general’.
Reflexionando sobre el Evangelio de
este quinto Domingo de Cuaresma, Benedicto XVI ha alentado a «compartir el estado
de ánimo de Jesús», reviviendo «el misterio de su crucifixión, muerte y resurrección,
no como espectadores ajenos y distantes, sino como protagonistas junto con Él». Ser
solidarios con Cristo en el momento del sufrimiento, asociándonos a su misión universal,
para compartir también su victoria, la del Amor sobre la muerte: «No bastaba en efecto
que el Hijo de Dios se encarnara. Para que se cumpliera el plan divino de la salvación
universal, era necesario que fuera matado y sepultado. Sólo así toda la realidad humana
es aceptada. En su muerte y en su resurrección se manifiesta el triunfo de la Vida,
porque era el triunfo de su amor. Él nos muestra que el amor, sólo el amor es más
fuerte que la muerte».
«Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y
plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte,
y fue escuchado por su humilde sumisión» (Hb 5,7). Jesús – verdadero hombre y Dios
– implora y glorifica al Padre, entregándose y confiando plenamente en la grandeza
de su Amor que transforma el mundo, como señala la Carta a los Hebreos, ha enfatizado
Benedicto XVI, poniendo de relieve la resurrección: «Fue escuchado en el sentido que
resucitó, que recibió la vida nueva y definitiva. Y la Carta a los Hebreos nos hace
comprender que sus oraciones, insistentes, con lágrimas y gritos, eran el verdadero
acto del Sumo Sacerdote que se ofreció a sí mismo y a la humanidad al Padre, para
transformar al mundo».
«No existe otro camino para experimentar la alegría
y la verdadera fecundidad del Amor que la de entregarse, perderse a sí mismos para
encontrarse verdaderamente». Exhortando a la entrega confiada y radical, el Santo
Padre ha señalado una vez más la importancia del seguimiento de Jesús. «El que ama
su propia vida la pierde y el que odia su propia vida en este mundo, la conserva para
la vida eterna».
Con esta expresión semítica fuerte y paradójica el Papa ha
recordado que el que sigue a Cristo se pone, por amor al Señor, al servicio de los
hermanos: «Queridos amigos, la invitación de Jesús resuena particularmente elocuente
en la celebración de hoy en esta parroquia. Pues está dedicada al Santo Rostro de
Jesús: aquel Rostro que ‘algunos griegos’, como dice el Evangelio, anhelaban ver.
Aquel Rostro que en los próximos días de la Pasión contemplaremos desfigurado a causa
de los pecados, de la indiferencia y de la ingratitud de los hombres. Aquel Rostro
radioso de luz y radiante de gloria, que brillará en el alba del día de Pascua ¡Mantengamos
nuestro corazón y mente en contemplación del Rostro de Cristo!
Bendiciendo
los esfuerzos de las comunidades eclesiales que también en Italia se están movilizando
para socorrer a las familias en dificultad, debido a la crisis económica, el Santo
Padre ha destacado la importante actividad de Caritas y de los miembros de la Comunidad
de San Egidio en favor de los más pobres y necesitados. Recordando también que esta
parroquia nació como homenaje a san Maxilimiano Kolbe, el Papa evocó a este sacerdote
polaco que murió en Auschwitz, ofreciendo su vida en cambio de la de un padre de familia.