2009-03-29 14:23:19

El Papa invita en la parroquia romana del Santo Rostro de Jesús, a que nuestra vida sea un reflejo de la de Cristo, en particular, en tiempos difíciles como el actual


Domingo, 29 mar (RV).- «Aun cuando llueve, sabemos que el sol está llegando, quizá es un signo de este tiempo prepascual, en que sentimos los dolores del Señor y todos los problemas de nuestro mundo de hoy, cada uno de alguna forma». Con estas palabras ha saludado Benedicto XVI, sonriendo cordialmente, a los numerosos fieles de la parroquia romana, que ha visitado esta mañana, y que a pesar de la lluvia le estaban esperando para darle la bienvenida.

A pesar de la lluvia «sabemos también que el sol existe, aunque esté escondido. Que Dios está cerca, nos ayuda y nos acompaña. Así queremos ir hacia la Pascua, sabiendo que en nuestra vida hay sufrimientos y dificultades, pero sabiendo asimismo que detrás está el sol de la Bondad divina», ha reiterado el Santo Padre, que había salido del Vaticano a las nueve de esta mañana. Benedicto XVI ha agradecido y bendecido a estos feligreses de la parroquia del Santo Rostro de Jesús del barrio romano Magliana, que ha visitado pastoralmente.

«Invoquemos la maternal intercesión de María para que nuestra existencia sea un reflejo de la de Cristo ¡Recemos para que cuantos nos encuentren perciban siempre en nuestros gestos y en nuestras palabras la pacificadora y consoladora bondad de su Rostro!». Con esta vibrante y tierna exhortación, Benedicto XVI ha concluido la homilía, de la Santa Misa, en la que ha hecho hincapié en la misión de los cristianos: ‘estar siempre al servicio de los hermanos, también en tiempos difíciles como el actual, marcado por una crisis social y económica general’.

Reflexionando sobre el Evangelio de este quinto Domingo de Cuaresma, Benedicto XVI ha alentado a «compartir el estado de ánimo de Jesús», reviviendo «el misterio de su crucifixión, muerte y resurrección, no como espectadores ajenos y distantes, sino como protagonistas junto con Él». Ser solidarios con Cristo en el momento del sufrimiento, asociándonos a su misión universal, para compartir también su victoria, la del Amor sobre la muerte: «No bastaba en efecto que el Hijo de Dios se encarnara. Para que se cumpliera el plan divino de la salvación universal, era necesario que fuera matado y sepultado. Sólo así toda la realidad humana es aceptada. En su muerte y en su resurrección se manifiesta el triunfo de la Vida, porque era el triunfo de su amor. Él nos muestra que el amor, sólo el amor es más fuerte que la muerte».

«Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión» (Hb 5,7). Jesús – verdadero hombre y Dios – implora y glorifica al Padre, entregándose y confiando plenamente en la grandeza de su Amor que transforma el mundo, como señala la Carta a los Hebreos, ha enfatizado Benedicto XVI, poniendo de relieve la resurrección: «Fue escuchado en el sentido que resucitó, que recibió la vida nueva y definitiva. Y la Carta a los Hebreos nos hace comprender que sus oraciones, insistentes, con lágrimas y gritos, eran el verdadero acto del Sumo Sacerdote que se ofreció a sí mismo y a la humanidad al Padre, para transformar al mundo».

«No existe otro camino para experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del Amor que la de entregarse, perderse a sí mismos para encontrarse verdaderamente». Exhortando a la entrega confiada y radical, el Santo Padre ha señalado una vez más la importancia del seguimiento de Jesús. «El que ama su propia vida la pierde y el que odia su propia vida en este mundo, la conserva para la vida eterna».

Con esta expresión semítica fuerte y paradójica el Papa ha recordado que el que sigue a Cristo se pone, por amor al Señor, al servicio de los hermanos: «Queridos amigos, la invitación de Jesús resuena particularmente elocuente en la celebración de hoy en esta parroquia. Pues está dedicada al Santo Rostro de Jesús: aquel Rostro que ‘algunos griegos’, como dice el Evangelio, anhelaban ver. Aquel Rostro que en los próximos días de la Pasión contemplaremos desfigurado a causa de los pecados, de la indiferencia y de la ingratitud de los hombres. Aquel Rostro radioso de luz y radiante de gloria, que brillará en el alba del día de Pascua ¡Mantengamos nuestro corazón y mente en contemplación del Rostro de Cristo!

Bendiciendo los esfuerzos de las comunidades eclesiales que también en Italia se están movilizando para socorrer a las familias en dificultad, debido a la crisis económica, el Santo Padre ha destacado la importante actividad de Caritas y de los miembros de la Comunidad de San Egidio en favor de los más pobres y necesitados. Recordando también que esta parroquia nació como homenaje a san Maxilimiano Kolbe, el Papa evocó a este sacerdote polaco que murió en Auschwitz, ofreciendo su vida en cambio de la de un padre de familia.







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