Escuchar el programa Jueves, 12 feb
(RV).- Iniciamos estas reflexiones señalando una vez más la importancia de la familia
en todos nuestros órdenes de la vida, en la educación, en la convivencia, en la responsabilidad
de nuestros actos, en la manera como enfrentamos la vida, en fin, en casi todos los
escenarios donde nos movemos y por tanto lo financiero también está allí.
Durante
mucho tiempo el significado verdadero de "dar" ha sido usado y tergiversado por aquellos
que esperan recibir de otros la solución a sus necesidades afectivas o materiales,
sin hacer ningún esfuerzo para merecerlo, usando la manipulación y apelando a los
buenos sentimientos de los que generalmente cargan con las obligaciones. Y particularmente
estas situaciones se sienten mucho más en familias adultas, que por lo general tienen
un proveer que consideran inamovible, un persona que tiene la obligación de dar siempre
todo lo necesario para el desarrollo familiar.
Así mismo encontramos personas
que han crecido con la idea de que amar a otros es llegar hasta el sacrificio de sus
propios sueños, de entregarse por completo al cuidado de los hijos, los padres, los
hermanos, sobrinos, etc., sin realizar su propia vida, y por consiguiente con enormes
sentimientos de frustración y víctimas de las mismas circunstancias.
No cabe
ninguna duda de que la actitud de dar debe ser incondicional, abierta, sincera, sin
esperar retribuciones de ninguna índole. Pero, es también necesario saber establecer
ciertos límites, sobre todo cuando nos enfrentamos a situaciones donde existe por
parte de nuestros parientes dependencia, manipulación y falta de madurez para asumir
cada quien su propia vida en el momento justo.
Las relaciones son una calle
de doble vía, señalaba en un artículo reciente Maytte Sepúlveda, escritora y comunicadora
en temas de calidad de vida y comportamiento humano. Y agrega esta escritora en su
artículo que esa doble vía “significa que necesitamos aprender a entregar y a recibir
proporcionalmente. La reciprocidad y el respeto a los demás nos enseña a reconocer
y agradecer el esfuerzo que hacen otros para complacernos y apoyarnos, creando, así,
una relación interactiva. Cuando mantenemos el balance entre el dar y el recibir podemos
establecer límites en ciertos momentos que nos ayuden a dar sólo cuando la persona
nos ha pedido o cuando esté dispuesta a recibir, sin que se convierta en una pesada
carga de obligación para nosotros”.
No hay nada más satisfactorio que recibir
la alegría, las sonrisas, el entusiasmo de quien recibe lo que brindamos cotidianamente
de manera desinteresada. Todos los días brindamos de manera amorosa a nuestras familias
y semejantes amor, protección, seguridad, apoyo emocional -financiero, confianza,
armonía, porque está en nuestra naturaleza humana el darnos a otros en diversas formas
como una expresión amorosa.
Pero también tenemos que tener responsabilidad
con nosotros mismos y nuestros semejantes para no caer en manipulaciones y no permitir
que cada quien sea también creador y asuma su propia vida y sus responsabilidades.
Maytte señala que si “cada uno de nosotros estuviese dispuesto a ser considerado,
responsable, honesto y consciente al momento de dar y recibir, nuestras relaciones
serían más plenas y satisfactorias en el tiempo”.