XVII Jornada Mundial del Enfermo: el Papa invita a reflexionar sobre la experiencia
de la enfermedad y subraya que “la fe nos ayuda a considerar la vida humana bella
y digna de ser vivida” y “en Cristo encontramos la respuesta al enigma del dolor y
de la muerte”
Miércoles, 11 feb (RV).- “La fe nos ayuda a considerar la vida humana bella y digna
de ser vivida en plenitud incluso cuando es debilitada por el mal. En Cristo encontramos
la respuesta al enigma del dolor y de la muerte”. Así lo dijo Benedicto XVI al saludar
a los fieles presentes, esta tarde, en la Basílica de San Pedro, en ocasión de la
memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes y de la XVII Jornada Mundial del Enfermo.
Tras
el rezo del Santo Rosario presidido por el padre Giovanni Toni de la Unión italiana
de trabajadores sanitarios (UNITALSI), asociación que junto a la Obra Romana de Peregrinaje
organizaron el encuentro, tuvo lugar la Celebración eucarística presidida por el Cardenal
Javier Lozano Barragán, presidente del Pontificio Consejo para la pastoral de la Salud.
Al concluir la Misa, el Papa bajó a la basílica vaticana para dirigir un saludo, a
los organizadores, religiosos, voluntarios y en especial, a los enfermos allí congregados
expresándoles su agradecimiento y cercanía espiritual.
En efecto, el Santo
Padre enfatizó que esta jornada “nos invita a hacer sentir con mayor intensidad a
los enfermos la cercanía espiritual de la Iglesia”, la cual, como lo escribió en su
encíclica Deus Caritas est “es la familia de Dios en el mundo, pues en su interior
nadie debe sufrir por la carencia de lo necesario”. Al mismo tiempo, el Pontífice
invitó a reflexionar sobre la experiencia de la enfermedad, del dolor, y más en general,
sobre el sentido de la vida que se puede realizar plenamente incluso cuando se sufre.
En particular, como lo propuso en su mensaje para esta jornada, el Papa recordó el
sufrimiento de los niños enfermos que son las criaturas más débiles e indefensas.
“¡Es
verdad! ¿Si ya nos quedamos sin palabras ante un adulto que sufre, qué decir cuando
el mal golpea a un pequeño inocente? ¿Cómo percibir aún en situaciones tan difíciles
el amor misericordioso de Dios, que nunca abandona a sus hijos en la prueba?”
Benedicto
XVI reconoció que son frecuentes y a veces inquietantes estas interrogantes pues en
el plano humano no encuentran las respuestas adecuadas dado que el dolor, la enfermedad
y la muerte quedan, en su significado, insondables para nuestra mente. Pero es allí-
aseguró el Papa- donde nos ayuda la luz de la fe.
“La Palabra de Dios nos revela
que también estos males son misteriosamente ‘abrazados’ por el designio divino de
salvación; la fe nos ayuda a considerar la vida humana bella y digna de ser vivida
en plenitud incluso cuando es debilitada por el mal”.
El Santo Padre explicó
que Dios ha creado al hombre para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad
y la muerte entraron en el mundo como consecuencia del pecado, y a pesar de ello,
“el Señor no nos abandona, Él, el Padre de la vida, es el médico por excelencia del
hombre y no cesa de inclinarse amorosamente sobre la humanidad que sufre”.
El
Papa recordó que el Evangelio nos muestra que Jesús aleja los espíritus y cura a los
enfermos indicando el camino de la conversión y de la fe como condiciones para obtener
la curación del cuerpo y del espíritu, pues con su pasión y su muerte transforma
profundamente nuestra debilidad, tal como lo escribió su predecesor Juan Pablo II
en la Carta apostólica Salvifici doloris . “sufrir significa hacerse susceptibles,
particularmente abiertos a la obra de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a
la humanidad en Cristo”.
Al asegurar que la vida del hombre no es un bien
disponible, sino un precioso cofre que custodiar y cuidar con toda la atención posible
desde su inicio hasta su final, Benedicto XVI dijo: “La vida es misterio que de por
sí requiere responsabilidad, amor, paciencia, caridad, por parte de todos y de cada
uno de nosotros. Aún más, es necesario circundar de premuras y de respeto a quien
está enfermo y sufre. Esto no es siempre fácil; pero sabemos de donde podemos tomar
el valor y la paciencia para enfrentar las vicisitudes de la existencia terrenal,
en particular, las enfermedades y todo tipo de sufrimientos. Para nosotros cristianos
es en Cristo donde se encuentra la respuesta al enigma del dolor y de la muerte”.
Benedicto
XVI recordó que la celebración eucarística es el memorial perenne de Cristo crucificado
y resucitado que venció el mal con su amor y, por lo tanto, es en la escuela de Cristo
eucarístico que debemos aprender a amar la vida siempre y aceptar nuestra aparente
impotencia frente a la enfermedad y la muerte.
El Santo Padre concluyó su
discurso recordando que Juan Pablo II quiso que la Jornada Mundial del enfermo coincidiera
con la fiesta de la Virgen Inmaculada de Lourdes, porque allí, la Madre celeste vino
a recordarnos que sobre esta tierra estamos todos de pasaje y que la verdadera y definitiva
morada del hombre es el Cielo. El Papa exhortó a mirar hacia esa meta pues la luz
que viene de lo Alto nos ayuda a comprender y a dar sentido y valor también a la experiencia
del sufrimiento y de la muerte.