En el rito exequial por el cardenal Pio Laghi, Benedicto XVI recuerda el celo pastoral
del purpurado y sus misiones especiales ante Israel, la Autoridad Palestina y Estados
Unidos, para contribuir al desarme y la paz en Oriente Medio
Martes, 13 ene (RV).- «Pidamos al Señor que haga partícipe a nuestro querido hermano
y amigo, cardenal Pio Laghi, de la bienaventuranza eterna, cuyas primicias pudo pregustar
ya en la tierra, en la comunión eclesial y en la construcción de lazos de paz y de
concordia entre los pueblos y las naciones, a las que fue enviado como Representante
Pontificio». Es el ruego que ha pronunciado Benedicto XVI en su homilía - esta mañana
en la basílica vaticana - durante el rito exequial por este purpurado italiano, destacando
su largo y abnegado servicio y «el bien que ha podido cumplir en los varios ámbitos
en que fue llamado a desarrollar su preciosa actividad pastoral y diplomática». Y
mencionando, en especial, el celo que dedicó en la promoción de las vocaciones y en
la formación del clero: «Podemos decir que toda la misión sacerdotal del Cardenal
Pío Laghi se ha cumplido en su abnegado servicio a la Santa Sede».
Uniéndose
a cuantos lloran por el fallecimiento del cardenal Pío Laghi - prefecto emérito de
la Congregación para la Educación Católica y patrono de la Soberana Orden Militar
de Malta - a los familiares, amigos y a todos aquellos que han apreciado sus dones
humanos y sacerdotales, el Papa se ha dirigido a los numerosos participantes en este
rito de exequias, celebrado por el Card. Angelo Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio.
Y, evocando el mensaje de las Bienaventuranzas, Benedicto XVI ha reiterado que «Jesús
sigue enseñando a sus discípulos, también hoy, con estas enseñanzas siempre válidas,
que constituyen la Carta Magna de una vida cristiana auténtica».
Destacando
«con gratitud las misiones especiales», que el Siervo de Dios Juan Pablo II encomendó
a este purpurado, como enviado especial a Israel y ante la Autoridad Palestina, en
mayo de 2001, para entregar un mensaje pontificio, con el fin de que ambas partes
decidieran un alto el fuego y reanudaran el diálogo, Benedicto XVI ha recordado que
el cardenal Laghi fue también enviado especial de Juan Pablo II ante el Presidente
de Estados Unidos, en marzo de 2003, llevando entonces un mensaje del Papa, para presentar
la posición y las iniciativas emprendidas por la Santa Sede para contribuir al desarme
y a la paz en Oriente Medio: «Misiones delicadas que él intentó cumplir, como siempre
con fiel dedición a Cristo y a su Iglesia. ‘He tenido la intensión de amar a Cristo
– escribe en su testamento espiritual - y de servirlo toda mi vida. Si bien, a menudo,
mi humana fragilidad me haya impedido manifestarle de forma siempre edificante, como
hubiera querido, mi amor, fidelidad y entrega plena a su voluntad’».
Tras
recordar el largo itinerario pastoral y diplomático en las Nunciaturas de diversas
naciones – Nicaragua, Estados Unidos, India - y después, de cinco años en la Secretaría
de Estado, como Delegado Pontificio en Jerusalén y Palestina con el cargo también
de Pro-Nuncio en Chipre y de Visitador Apostólico para Grecia, Benedicto XVI se ha
referido también a cuando el cardenal Laghi fue Nuncio en Argentina, así como a su
misión de Delegado Apostólico en Estados Unidos. En los años en los que se establecieron
las relaciones oficiales entre la Santa Sede y el gobierno de Washington.
Una
vez más, Benedicto XVI ha reiterado que «conformándonos en la Palabra de nuestro Señor
y Maestro, nos es posible transformar en fuente de paz y en manantial de alegría también
las pruebas y los sufrimientos que, inevitablemente, forman parte de nuestra peregrinación
terrenal». Y «confiando en que ahora podrá contemplar el rostro de aquel Jesús, que
tanto quiso amar y servir en los hermanos», el Papa ha recordado las palabras con
las que el cardenal Laghi terminaba su testamento espiritual, anhelando exhalar su
último respiro «con el dulce nombre de María y el de su adorable y divino Hijo Jesús».