Homilía de las primeras vísperas: Benedicto XVI subraya que la presencia de Cristo
es un don que hay que compartir con todos, en particular con los jóvenes y como instrumento
para afrontar la crisis
Miércoles, 31 dic (RV).- Benedicto XI a las seis de la tarde de presidió las primas
vísperas de la Solemnidad que en honor la Madre de Dios y el Te Deun ante el Santísimo
Sacramento por el año solar que terminamos. El Santo Padre fue recibido con el canto
Tu es Petrus.
El Papa introdujo su homilía con continuas referencias a los
textos litúrgicos que nos propusieron las vísperas y a la iconografía mariana presente
en la Basílica de san Pedro, sin olvidar la historia que nos ha llevado a celebrar
esta Solemnidad desde la antigüedad como la Theotokos, Dei Genetrix. Asimismo recordó
a los Pontífices Pío XI y sobre todo, al Siervo de Dios Pablo VI “quien en 1969, retomando
una antigua tradición, fijó esta solemnidad el 1 de enero”.
Precisamente Pablo
VI, en la Exhortación Apostólica Marialis cultus del 2 de febrero de 1974 explicó
el por qué de esta elección y su conexión con la Jornada Mundial de la Paz. “Esta
tarde –dijo Benedicto XVI- colocamos en las manos de la celestial Madre de Dios nuestro
himno coral de agradecimiento al Señor por todos los beneficios que durante los pasados
doce meses nos ha ampliamente concedido. El primer sentimiento, que nace espontáneo
en el corazón esta tarde, es justo aquel de alabanza y de acción de gracias a quien
nos da el don del tiempo, preciosa oportunidad para hacer el bien; unido a nuestra
petición de perdón por las veces en que tal vez no lo empleamos con utilidad”.También
“esta tarde la Virgen misma, manifestó Benedicto XVI, nos recuerda el gran don que
Jesús nos ha hecho con su nacimiento, y cuán precioso “tesoro” constituya para nosotros
su Encarnación. En su Navidad Jesús nos vino a ofrecer su Palabra como lámpara que
guía nuestros pasos; viene a ofrecerse a sí mismo y de El, nuestra cierta esperanza,
debemos saber rendir cuentas en nuestra existencia cotidiana, conscientes de que “solamente
en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre”.
“La
presencia de Cristo es un don que debemos saber compartir con todos”, subrayó el Papa,
recordando que el encuentro con Cristo renueva la existencia personal y nos ayuda
a contribuir para la construcción de una sociedad justa y fraterna. “Es entonces que,
como creyentes, se puede dar una mayor contribución también para superar la actual
emergencia educativa. Cuanto más útil es entonces que crezca la sinergia entre las
familias, la escuela y las parroquias para una evangelización profunda y para una
valerosa promoción humana, capaces de comunicar ampliamente la riqueza que se desprende
del encuentro con Cristo”.
“En estos tiempos nuestros, marcados por incertidumbre
y preocupación por el futuro”, recordó el Papa, es necesario experimentar la viva
presencia de Cristo. Es María, Estrella de la esperanza, quien nos conduce a Él. Tras
aludir a sus palabras pronunciadas la Noche Buena en favor de los niños el Papa se
dirigió en particular a los jóvenes: “Queridos jóvenes, responsables del futuro de
esta nuestra ciudad, no tengáis miedo de la tarea apostólica que el Señor os confía,
no dudéis en elegir un estilo de vida que no siga la mentalidad hedonista actual.
El Espíritu Santo os asegura la fuerza necesaria para dar testimonio del gozo de la
fe y la belleza de ser cristianos. Las crecientes necesidades de la evangelización
requieren numerosos obreros en la viña del Señor: no dudéis en darle una pronta respuesta
si Él os llama. La sociedad necesidad ciudadanos que no se preocupen solamente de
sus propios intereses porque, como lo recordé el día de Navidad, el mundo va a la
ruina si cada uno piensa solamente en sí mismo”.
Benedicto XVI finalizó la
homilía pidiendo, ante la creciente crisis social y económica que azota al mundo entero,
a vivir de manera sobria y solidaria para salir al encuentro de manera especial de
las personas y de las familias en serias dificultades.