Benedicto XVI elogia la fecunda actividad del Pontificio Instituto de arqueología
Cristiana centrada en “comprender el pasado y hacerlo presente a los hombres de hoy,
haciendo resonar el Evangelio de Cristo en todo tiempo y lugar”
Sábado, 20 dic (RV).- Benedicto XVI ha manifestado su profundo aprecio por la fecunda
actividad cultural, literaria y académica que el Pontificio Instituto de arqueología
Cristiana desarrolla al servicio de la Iglesia, en particular, y de la cultura en
general. Al recibir en audiencia al gran canciller, cardenal Zenon Grocholewski, al
rector, a los docentes, colaboradores y alumnos de este instituto que «se propone
hacer conocer los monumentos paleocristianos, en especial de Roma pero también de
las otras regiones de la antigüedad cristiana y de sus memorias históricas», el Papa
ha hecho hincapié en la importancia del estudio de los vestigios de la vida eclesial
a lo largo de los siglos, «para ‘comprender’ el pasado y hacerlo presente a los hombres
de hoy».
Pero, aún teniendo en cuenta los medios y ámbitos típicos de la arqueología
cristiana - la iconografía, la arquitectura, la epigrafía y la topografía – «la paciente
investigación del arqueólogo no puede prescindir de penetrar asimismo en las realidades
sobrenaturales, sin renunciar al análisis riguroso de los hallazgos arqueológicos»,
ha advertido Benedicto XVI, recordando - con la Constitución Dogmática del Concilio
Vaticano II, Lumen Gentium - los dos elementos - el humano y el divino - de la Iglesia
de Cristo, «señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo
el género humano» (LG 1): «En efecto, como bien sabéis, no es posible una visión completa
de la realidad de una comunidad cristiana, antigua o reciente que sea, si no tiene
en cuenta que la Iglesia se compone de un elemento humano y de un elemento divino.
Cristo, su Señor, habita en ella y la ha querido como ‘comunidad de fe, de esperanza
y de caridad en este mundo como organismo visible, y la mantiene constantemente, por
la cual comunica a todos la verdad y la gracia’ (LG 8), como recuerda el Concilio
Vaticano II. En esta ‘precomprensión’ teológica, el criterio de fondo no puede no
ser el de dejarse conquistar por la verdad investigada en sus auténticas fuentes -
con un espíritu limpio de pasiones y prejuicios – siendo la arqueología cristiana
una ciencia histórica y, como tal, basada en el estudio metodológico de las fuentes».
«La
difusión de la cultura artística e histórica, en todos los sectores de la sociedad,
brinda a los hombres de nuestro tiempo los medios para reencontrar sus propias raíces
y para profundizar en los elementos culturales y espirituales que los ayuden a edificar
una sociedad verdaderamente humana», ha destacado una vez más el Papa: «Cada hombre
y cada sociedad necesitan de una cultura abierta a la dimensión antropológica, moral
y espiritual de la existencia. Es, pues, mi ferviente anhelo que, gracias también
al trabajo de vuestro benemérito instituto, prosiga, aún más se intensifique, la investigación
de las raíces cristianas de nuestra sociedad».
Tras destacar que la experiencia
de este mismo instituto «prueba que el estudio de la arqueología - en especial de
los monumentos paleocristianos - consiente profundizar en el conocimiento de la verdad
evangélica, que se nos ha transmitido y ofrece la oportunidad de seguir a los maestros
y testigos de la fe que nos han precedido», Benedicto XVI ha exhortado a proseguir
el camino haciendo resonar el Evangelio de Cristo en todo tiempo y lugar:
«Conocer
la herencia de las generaciones cristianas pasadas permite a las sucesivas poder mantenerse
fieles al ‘depositum fidei’ de la primera comunidad cristiana y, prosiguiendo por
el mismo camino, seguir haciendo resonar en todo tiempo y en todo lugar el inmutable
Evangelio de Cristo. Es por ello que además de los importantes resultados alcanzados
en ámbito científico, vuestro Instituto se propone ofrecer una proficua contribución
al conocimiento y a la profundización en la fe cristiana. Acercarse a ‘los vestigios
del Pueblo de Dios’ es una forma concreta de constatar cómo los contenidos de la idéntica
e inmutable fe han sido acogidos y traducidos en vida cristiana según las cambiantes
condiciones históricas, sociales y culturales, a lo largo de muchos siglos».
Con
sus mejores deseos, acercándose ya la Navidad, el Papa ha alentado a los miembros
del Pontificio Instituto de arqueología Cristiana a perseverar en la custodia de la
vastísima herencia arqueológica, cultural y de espiritualidad católica de Roma y de
las regiones del mundo antiguo, que son «patrimonio precioso que se ha formado en
estos dos milenios y tesoro inestimable, del que, como hace el escriba del Evangelio,
hay que extraer incesantemente lo nuevo y lo antiguo» (cfr Mt 13,52).