Ante los conflictos y tensiones en la actual situación mundial, Benedicto XVI destaca
la importancia de colaborar en favor de la justicia y la concordia entre los pueblos
Sábado, 13 dic (RV).- Benedicto XVI ha destacado la importancia, ante los conflictos
y tensiones en la actual situación mundial, de las fructuosas relaciones que existen
entre la Santa Sede e Italia y - mientras se acerca la fiesta de la Navidad del Señor
Jesús - ha dirigido sus mejores deseos de paz y prosperidad al amado pueblo italiano
y a toda la humanidad. Con estas palabras, el Papa ha concluido el discurso que ha
pronunciado esta mañana, visitando la embajada italiana ante la Santa Sede: «Mi deseo
de paz abraza a también a todos los países de la tierra, abarcando tanto a los representados
oficialmente ante la Santa Sede como a todos los demás. Es un deseo de luz y de auténtico
progreso humano, de prosperidad y de concordia. Realidades todas estas a las que podemos
aspirar con confiada esperanza, porque son dones que Jesús ha traído al mundo naciendo
en Belén. La Virgen María, que hace unos días veneramos como Inmaculada Concepción,
obtenga de su Hijo, el Príncipe de la paz - para Italia y para el mundo entero - estos
dones y todo verdadero bien anhelado».
Tras recordar las visitas que realizaron
sus tres predecesores - los Siervos de Dios Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II - el
Papa se ha referido también a los recientes encuentros que ha mantenido con el presidente
de la República de Italia y ha reiterado que «en la ciudad de Roma conviven pacíficamente
y colaboran fructuosamente» el estado de esta nación y la Sede Apostólica. Como se
recordará, el próximo mes de febrero, en la celebración del 80 aniversario de la firma
de los Pactos de Letrán, subrayándose así la colaboración y los importantes vínculos
diplomáticos, sociales y religiosos entre la Iglesia y este país: «Se trata de un
entendimiento más importante y significativo que nunca en la actual situación mundial,
en la que el perdurar de los conflictos y tensiones entre los pueblos hace cada vez
más necesaria una colaboración entre todos aquellos que comparten los mismos ideales
de justicia, solidaridad y paz».
Recordando su Encíclica Dios es Amor, Benedicto
XVI ha reiterado que «es propio de la estructura fundamental del cristianismo la
distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21), esto es,
entre Estado e Iglesia» (Deus Caritas Este, 28). Distinción y autonomía que con alegría
la Iglesia reconoce, respeta y acoge como gran progreso de la humanidad y como condición
fundamental para la misma libertad de la Iglesia y el cumplimiento de su misión universal
de salvación entre todos los pueblos.
Al mismo tiempo, el Papa ha hecho hincapié
en que la Iglesia siente como tarea suya, siguiendo lo que establece su propia doctrina
social -«a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano» (Ibid)-
dar un impulso renovado a las fuerzas morales y espirituales en la sociedad, contribuyendo
a abrir las voluntades a las auténticas exigencias de bien. En este contexto, Benedicto
XVI ha subrayado la importancia de la colaboración entre Iglesia y Estado y el valor
que tienen para la vida privada y pública los principios éticos que la Iglesia contribuye
a garantizar y promover con la dignidad humana de la persona y el bien común de la
misma sociedad.
El Santo Padre ha querido expresar su profunda gratitud por
la preciada contribución que esta sede diplomática, en particular, y las autoridades
italianas en general, ofrecen generosamente para que la Santa Sede pueda desarrollar
libremente su misión universal. Finalmente, Benedicto XVI ha calificado como «verdaderamente
significativo» el que la representación diplomática italiana ante la Santa Sede se
encuentre, desde 1929, en el mismo lugar donde vivió san Carlos Borromeo cuando era
joven y ejercía el cargo de colaborador del Romano Pontífice en la Curia Romana, guiando
la que se define normalmente como ‘diplomacia de la Santa Sede.
La visita del
Santo Padre había empezado con un momento de oración en la Capilla del antiguo e histórico
edificio que acoge la embajada de Italia ante la Santa Sede, el ‘Palazzo Borromeo’.
Palacio y capilla cuyo nombre está indisolublemente ligado, precisamente a la vida
de san Carlos Borromeo y que acaba de ser restaurada y bendecida hace algunos días
por el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
El Pontífice ha evocado
la profunda conversión que impulsó a san Carlos Borromeo a una vida evangélica y que
le llevó, siendo obispo, a la Archidiócesis de Milán. Entregándose plenamente a su
ministerio episcopal, promoviendo la reforma de la Iglesia según el espíritu del Concilio
de Trento y mostrando una cercanía constante a la población. En particular, durante
los años de la peste, por lo que se le llamó el «Ángel» de los que sufrían esta enfermedad.
«La vivencia humana y espiritual de san Carlos Borromeo muestra cómo la gracia divina
puede transformar el corazón del hombre y hacerlo capaz de un amor a los hermanos
que llega al sacrificio de sí mismo».