Llamamiento de la Santa Sede ante la OSCE para eliminar la plaga del tráfico de personas,
el trabajo forzado y la prostitución; en favor de la estabilidad en Georgia y contra
el armamentismo y el terrorismo
Sábado, 6 dic (RV).- Tras haber ratificado en Oslo, en nombre de la Santa Sede, la
Convención sobre las bombas de racimo, el arzobispo Dominique Mamberti viajó a Helsinki
para participar en la décimo sexta reunión ministerial de la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa.
Presidiendo la Delegación de la Santa
Sede, también en esta cita en la capital finlandesa, el secretario para las Relaciones
con los Estados, se refirió a los temas más destacados previstos en los debates de
los ministros de exteriores de los 56 países de América del Norte, Europa y Asia Central,
que agrupa la OSCE. Cuya sede está en Viena y que se propone, entre sus principales
objetivos, tratar de prevenir conflictos y defender el respeto de los derechos humanos
y la democracia en sus países miembros. Esta cumbre de Helsinki se centró, en particular,
en la situación en Georgia, tras la crisis con Rusia, y en las propuestas de un nuevo
pacto sobre seguridad que haga frente a los desafíos del siglo XXI.
«Mi delegación
sigue con gran atención los esfuerzos emprendidos por la OSCE para consolidar y preservar
la paz», señaló Mons. Mamberti, haciendo hincapié en que la Santa Sede, aun compartiendo
las preocupaciones expresadas sobre el deterioro en la confianza y en la seguridad,
sigue exhortando a fortalecer el diálogo».
«Hay un punto en el que la Santa
Sede desea insistir», señaló Mons. Mamberti, agregando luego que «las crisis actuales,
en el marco de la OSCE, podrían llevar inevitablemente al deterioro de la calidad
de vida y de las expectativas legítimas de los estados soberanos. En Georgia – recordó
- permanece inestable la situación en las zonas de conflicto y en las que las rodean.
El invierno ha lanzado nuevos desafíos y la Santa Sede está profundamente preocupada
por las dificultades que sufren los desplazados en este país para volver a sus hogares».
En este contexto, Mons. Mamberti dirigió «un apremiante llamamiento» a todos
los estados miembros de la OSCE, que han suscrito solemnemente el Acta final de Helsinki,
para que «garanticen que sus propias acciones se inspiran en este histórico documento».
Al mismo tiempo, subrayó el prelado, «la Santa Sede sigue con gran atención las importantes
actividades de la misma Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa,
en lo que se refiere a la eliminación de los riesgos enlazados con los excesivos almacenamientos
de armamentos ligeros y de armas convencionales, a la lucha contra la proliferación
de las armas de destrucción de masa y, no menos importante, las iniciativas en la
lucha contra el terrorismo».
El secretario para las Relaciones con los Estados
puso de relieve asimismo la dimensión económica y ambiental y el deseo de la Santa
Sede de participar activamente en los trabajos del próximo Foro Económico y Ambiental,
alentando a «tutelar la institución de la familia, considerando en particular las
consecuencias que sufren las familias a raíz de las migraciones y de la actual crisis
financiera». Mons. Mamberti señaló también la importancia de que la OSCE mantenga
los numerosos compromisos asumidos en favor de la dimensión humana y recordó que «en
todos los continentes y países, la Iglesia católica lucha por garantizar que los derechos
humanos no sólo se proclamen, sino que también se respeten».
El derecho a la
libertad religiosa es uno de ellos, recordó asimismo Mons. Mamberti, subrayando que
«la Santa Sede pide que sea respetado universalmente y ve con preocupación los cada
vez más frecuentes episodios de violencia y los constantes actos de discriminación
e intolerancia contra los cristianos y los miembros de otras religiones».
«El
odio no puede encontrar justificación alguna entre aquellos que definen a Dios como
‘nuestro Padre’. Éste es un motivo más por el cual no se puede excluir nunca a Dios
del horizonte de la persona y de la historia humana. El nombre de Dios es un nombre
de justicia. Es un llamado urgente a la paz», enfatizó Mons. Mamberti, que antes concluir
su denso discurso reflexionó sobre la plaga del tráfico de personas, reiterando que
es una «explotación humana aberrante».
«La plaga del tráfico de seres humanos
es un fenómeno social que abarca múltiples dimensiones: miseria, pobreza, avidez,
corrupción, injusticia y opresión, que se manifiesta con la explotación sexual, el
trabajo forzado, la esclavitud y el reclutamiento de menores para conflictos armados»,
lamentó el Secretario para las Relaciones con los Estados, poniendo de relieve que
«las causas de estos fenómenos incluyen factores económicos, como el desequilibrio
entre los niveles de bienestar rural y urbano y el anhelo desesperado de huir de la
pobreza».
Sin olvidar que «a este problema contribuyen también factores jurídicos
y políticos, como la falta de legislaciones y la falta de conocimiento de parte de
los padres y de las víctimas de sus propios derechos ante la ley», Mons. Mamberti
se refirió también al analfabetismo, a la falta de una instrucción adecuada, a la
esclavitud y a la discriminación contra las mujeres.
«La globalización y el
aumento de las migraciones pueden crear mayor vulnerabilidad en algunos grupos de
personas - como las mujeres y los menores - que acaban siendo fáciles presas de los
traficantes, que, claro está, no tienen respeto alguno de la dignidad humana de las
personas y las consideran como meros productos de compra, venta, uso y abuso», destacó
Mons. Mamberti, lamentando luego también «la banalización de la sexualidad en los
medios de comunicación social y en la industria del entretenimiento, que alimenta
el declive de los valores morales y conduce al degrado de hombres y mujeres y al abuso
de los niños».
Una vez más, también en esta cumbre de Helsinki, la Santa Sede
ha querido subrayar «el compromiso de la Iglesia católica en favor de la dignidad
de toda vida humana. En particular, de los más vulnerables. Y garantizar su pleno
apoyo a los esfuerzos de la OSCE - con especial atención a mujeres y niños – para
eliminar la plaga del tráfico de personas, de la prostitución y del trabajo forzado».