La Santa Sede ratifica la Convención sobre las bombas de racimo
Jueves, 4 dic (RV).- Con la entrega del instrumento de ratificación sellado por Benedicto
XVI, después de la firma de la Convención sobre las bombas de racimo, la Santa Sede
ha ratificado este documento que prevé la prohibición del uso, producción, almacenamiento
y transferencia de estas armas. De las que ya existen y de la totalidad de las que
se han empleado hasta el momento. Esta Convención establece asimismo una serie de
disposiciones relativas al desminado de las zonas plagadas de residuos bélicos explosivos,
que se desprenden de las municiones de racimo. Y da un nuevo impulso a la cooperación
internacional y a la asistencia de las víctimas, abarcando en esta acción a las familias
y a las comunidades afectadas por los terribles efectos de estos artefactos.
La
ceremonia, que tuvo lugar ayer en Oslo, culmina la Conferencia de Dublín, del pasado
mes de mayo que aprobó precisamente esta Convención. La Santa Sede que ha presentado
asimismo una Declaración anexada a la ratificación, ha estado representada por Mons.
Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados que, en su intervención,
lanzó «un apremiante llamamiento a todos los países, en particular a los productores,
a los exportadores y a los potenciales utilizadores de municiones de racimo, para
que se unan a los que han firmado esta Convención, para decirles a todas las víctimas
y a todos los países tan duramente afectados por estas armas que su mensaje y su clamor
ha sido escuchado».
«Para brindar un señal político firme, la Santa Sede ha
querido ratificar esta Convención el mismo día de su firma», destacó Mons. Mamberti,
haciendo hincapié, en primer lugar, en el anhelo de manifestar a las víctimas la cercanía
humana que la Santa Sede y sus instituciones desean poner de relieve».
El
Secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, reiteró que «la paz
y la seguridad son preocupaciones centrales y legítimas que esperan continuamente
una respuesta adecuada, que vaya mucho más allá de la mera dimensión militar. Cualesquiera
que sean nuestras diferencias, en lo que se refiere al modelo geopolítico que defendemos,
todos debemos estar de acuerdo sobre la centralidad de la dignidad del hombre y sobre
el indispensable respeto de los derechos y deberes de la persona».
«La paz
y la seguridad pueden ser estables y duraderas sólo si se basan en la justicia, en
la solidaridad y en la fraternidad en el interior de los estados y entre los estados»,
reiteró asimismo el Arzobispo Mamberti, que concluyó luego su intervención poniendo
de relieve la importancia de este histórico momento, con el que «el edificio de la
paz se fortalece, con la esperanza de que se pueda consolidar cada vez más».
Al
mismo tiempo, Mons. Mamberti quiso expresar el aprecio y gratitud de la Santa Sede,
por el trabajo cumplido por todos los gobiernos que han participado en este proceso.
Así como a la Coalición contra las municiones de racimo y a la sociedad civil que
ha desarrollado un papel importante, a las agencias de la ONU y al Comité Internacional
de la Cruz Roja. «La Santa Sede sigue determinada en seguir trabajando con todas las
partes en causa para que la actuación de esta Convención sea un éxito, así como ha
sido su adopción ¡Las víctimas y los países afectados se lo merecen!».