2008-12-04 12:03:06

Al concluir su visita ad limina Apostolroum, el Papa confía a los obispos chilenos la actividad caritativa de sus diócesis y los anima a seguir cultivando el espíritu de comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos obispos, siendo para todos modelos e instrumentos de comunión


Jueves, 04 dic (RV).- A mediodía, en la Sala del Consistorio, el Papa recibió colectivamente a 31 prelados de la Conferencia episcopal chilena, con motivo de la conclusión de su quinquenal visita "ad Limina Apostolorum".

Benedicto XVI dio su cordial bienvenida a estos amados hermanos en el Episcopado con motivo del encuentro con el que culmina su visita “ad limina” -y que tal como dijo el Papa- le ha permitido compartir, como Sucesor de Pedro, las fatigas apostólicas que afrontan en esa amada tierra chilena. Después de agradecer vivamente a Mons. Alejandro Goić Karmelić, Obispo de Rancagua y Presidente de la Conferencia Episcopal, las amables palabras que tuvo a bien dirigirle en nombre de todos, el Pontífice expresó también su afecto y reconocimiento a sus respectivas diócesis y a todos y cada uno de los hijos de la Iglesia en Chile.

Tras recordar, citando el evangelio de san Lucas, que “el Señor Jesús, después de haber pasado la noche en oración, «llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos a los que llamó también Apóstoles» (Lc 6, 12); el Papa, afirmó que Él se ha fijado igualmente en estos queridos hermanos sucesores de los Apóstoles, y haciéndolos partícipes de su amor les ha encomendado extender por el mundo su mensaje de salvación (cf. Jn 15, 15). Y añadió textualmente:

«Por eso, os invito a cultivar una intensa vida interior y de fe profunda, porque en el trato íntimo con el Maestro en la oración, maduran las mejores iniciativas pastorales para responder a las necesidades espirituales del pueblo fiel y, así, partiendo de Dios podremos llegar hasta nuestros hermanos con una palabra eficaz de esperanza. Ciertamente las dificultades y los obstáculos son muchos, pero apoyándonos en la promesa de nuestro Señor, que nos asegura su presencia entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20), y en el poder de su Espíritu Santo, podremos lanzarnos con ilusión y entusiasmo a la gran tarea de llevar a Cristo a todos los hombres con el mismo ardor de los Apóstoles».

El Santo Padre destacó asimismo a los obispos chilenos que como fruto de un vasto esfuerzo de discernimiento eclesial, y en consonancia con el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, han elaborado unas apropiadas Orientaciones Pastorales para los próximos cuatro años. Se trata, en su opinión, de una gran empresa evangelizadora, a la que se han consagrado decididamente, y que exige de todos un esfuerzo particular de purificación y caridad. Porque como les dijo el Papa, estos prelados saben bien que el hombre de hoy siente urgente necesidad de ejemplos de vida verdaderamente evangélicos y coherentes. «Por eso –añadió-, la santidad de todos los miembros de la Iglesia, y especialmente de sus Pastores, es uno de los dones más preciosos que podéis ofrecer a vuestros hermanos».

Tras recordar que los numerosos santos y beatos de su tierra que, con su maravilloso testimonio de fe y de entrega al servicio de los hermanos son un patrimonio no sólo de la Iglesia católica sino de toda la sociedad chilena, el Papa los impulsó a seguir «proponiendo incansablemente el llamado universal a la santidad». Además, el Papa encomendó a ellos, de un modo especial a los sacerdotes, a quienes definió sus más cercanos colaboradores, a la vez que pidió a esos prelados que les transmitan su reconocimiento por su fidelidad al ministerio recibido y por su trabajo constante y abnegado.

En cuanto a los sacerdotes, Benedicto XVI no dejó de pedir a los pastores chilenos que se muestren muy cercanos en sus dificultades, y que los ayuden para que, entre las múltiples actividades que llenan su jornada, sepan dar la primacía a la oración y a la celebración de la Eucaristía, que los conforma a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Y, a este respecto, el Santo Padre los alentó para que no cejen en sus esfuerzos por mejorar la calidad de la formación humana, intelectual y espiritual de los seminaristas. Mientras no dudó en afirmar que «es necesario potenciar la dimensión vocacional de la vida cristiana en la pastoral con los jóvenes, mediante un adecuado acompañamiento espiritual que les permita responder con generosidad al llamado de Jesús en sus vidas».

Al manifestar que conoce también la gran labor que han realizado para que los laicos asuman con responsabilidad y madurez las exigencias de su bautismo, participando según su propia condición laical en la misión de toda la Iglesia; el Obispo de Roma los impulsó a seguir ofreciéndoles «una adecuada educación en la fe, así como un contacto más asiduo con la Palabra de Dios, que los lleve a un mayor compromiso misionero en sus vidas»; porque ellos han recibido como vocación específica la «santificación del mundo, transformándolo desde dentro según el proyecto de Dios» (cf. ibíd., 31). Y añadió:

«Todos los sectores de la sociedad pueden ser iluminados con la luz de la fe. Pienso, entre otros, en el mundo de la cultura, de la ciencia y la política, en la promoción de la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, en la creación de condiciones de trabajo más justas y en la ayuda a los más desfavorecidos, en el cuidado del medio ambiente, en la defensa de la vida humana en todas las etapas de su existencia y en el derecho y obligación de los padres a la educación moral y espiritual de sus hijos».

Otro aspecto importante del ministerio que el Papa confió encarecidamente a los obispos chilenos es la actividad caritativa de sus diócesis en favor de los pobres. Y, por último, los animó a seguir cultivando el espíritu de comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos Obispos, sobre todo dentro de la misma Conferencia Episcopal y de la propia Provincia Eclesiástica; teniendo en cuenta que han sido «configurados con Cristo para amar a la Iglesia con el amor de Cristo esposo» (Pastores gregis, 13) y para velar y proteger su unidad. Por tanto, Benedicto XVI les pidió que sean para todos «verdaderos modelos e instrumentos de comunión».

Y se despidió de estos prelados, pidiéndoles que lleven a los Obispos eméritos, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los seminaristas, así como a todo el pueblo fiel, el saludo del Papa y la seguridad de su oración por ellos. «Pongo en las manos maternas de la Virgen del Carmen –dijo textualmente- vuestras personas, para que Ella guíe y conduzca a buen puerto vuestros afanes apostólicos, y os imparto la Bendición Apostólica, que hago extensiva a todos y cada uno de vuestros queridos fieles diocesanos».

Sigue la alocución completa de Su Santidad: RealAudioMP3

Señor Cardenal,
Queridos Hermanos en el Episcopado:

1. Os doy mi más cordial bienvenida en este encuentro con el que culmina vuestra visita ad limina, y que me ha permitido compartir, como Sucesor de Pedro, las fatigas apostólicas que afrontáis en esa amada tierra chilena.
Deseo, ante todo, agradecer vivamente a Mons. Alejandro Goić Karmelić, Obispo de Rancagua y Presidente de la Conferencia Episcopal, las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme en nombre de todos. Expreso también mi afecto y reconocimiento a vuestras respectivas diócesis y a todos y cada uno de los hijos de la Iglesia en Chile.
2. El Señor Jesús, después de haber pasado la noche en oración, «llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos a los que llamó también Apóstoles» (Lc 6, 12). Él se ha fijado igualmente en vosotros, queridos hermanos sucesores de los Apóstoles, y haciéndoos partícipes de su amor os ha encomendado extender por el mundo su mensaje de salvación (cf. Jn 15, 15).
Por eso, os invito a cultivar una intensa vida interior y de fe profunda, porque en el trato íntimo con el Maestro en la oración, maduran las mejores iniciativas pastorales para responder a las necesidades espirituales del pueblo fiel y, así, partiendo de Dios podremos llegar hasta nuestros hermanos con una palabra eficaz de esperanza. Ciertamente las dificultades y los obstáculos son muchos, pero apoyándonos en la promesa de nuestro Señor, que nos asegura su presencia entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20), y en el poder de su Espíritu Santo, podremos lanzarnos con ilusión y entusiasmo a la gran tarea de llevar a Cristo a todos los hombres con el mismo ardor de los Apóstoles.
3. Como fruto de un vasto esfuerzo de discernimiento eclesial, y en consonancia con el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, habéis elaborado unas apropiadas Orientaciones Pastorales para los próximos cuatro años. Con ellas pretendéis suscitar en todos los fieles el gozo de seguir a Cristo, así como una mayor conciencia misionera que permita a toda la comunidad eclesial chilena afrontar con verdadero impulso apostólico los desafíos del momento presente.
Esta gran empresa evangelizadora, a la que os habéis consagrado decididamente, exige de todos un esfuerzo particular de purificación y caridad. Sabéis bien que el hombre de hoy siente urgente necesidad de ejemplos de vida verdaderamente evangélicos y coherentes. Por eso, la santidad de todos los miembros de la Iglesia, y especialmente de sus Pastores, es uno de los dones más preciosos que podéis ofrecer a vuestros hermanos. Recordando a los numerosos santos y beatos de vuestra tierra que, con su maravilloso testimonio de fe y de entrega al servicio de los hermanos (cf. Orientaciones Pastorales, n. 3), son un patrimonio no sólo de la Iglesia católica sino de toda la sociedad chilena, seguid proponiendo incansablemente el llamado universal a la santidad (cf. Lumen gentium, nn. 39-42).
4. Deseo asimismo encomendaros de un modo especial a los sacerdotes, vuestros más cercanos colaboradores, y os pido que les transmitáis mi reconocimiento por su fidelidad al ministerio recibido y por su trabajo constante y abnegado. Mostraos muy cercanos en sus dificultades y ayudadles para que, entre las múltiples actividades que llenan su jornada, sepan dar la primacía a la oración y a la celebración de la Eucaristía, que los conforma a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
A este respecto, os aliento para que no cejéis en vuestros esfuerzos por mejorar la calidad de la formación humana, intelectual y espiritual de los seminaristas. Además, es necesario potenciar la dimensión vocacional de la vida cristiana en la pastoral con los jóvenes, mediante un adecuado acompañamiento espiritual que les permita responder con generosidad al llamado de Jesús en sus vidas.
5. Conozco también la gran labor que habéis realizado para que los laicos asuman con responsabilidad y madurez las exigencias de su bautismo, participando según su propia condición laical en la misión de toda la Iglesia. Continuad ofreciéndoles una adecuada educación en la fe, así como un contacto más asiduo con la Palabra de Dios, que les lleve a un mayor compromiso misionero en sus vidas. Ellos han recibido como vocación específica la santificación del mundo, transformándolo desde dentro según el proyecto de Dios (cf. ibíd., 31). Todos los sectores de la sociedad pueden ser iluminados con la luz de la fe. Pienso, entre otros, en el mundo de la cultura, de la ciencia y la política, en la promoción de la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, en la creación de condiciones de trabajo más justas y en la ayuda a los más desfavorecidos, en el cuidado del medio ambiente, en la defensa de la vida humana en todas las etapas de su existencia y en el derecho y obligación de los padres a la educación moral y espiritual de sus hijos.
Otro aspecto importante de vuestro ministerio que deseo confiaros encarecidamente es la actividad caritativa de vuestras diócesis en favor de los pobres. En efecto, a ejemplo de la primera comunidad de discípulos (cf. Hch 2, 42-44), hemos de intentar que la Iglesia, como familia de Dios, sea un lugar de ayuda recíproca (cf. Deus caritas est, 32).
6. Por último, os animo a seguir cultivando el espíritu de comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos Obispos, sobre todo dentro de la misma Conferencia Episcopal y de la propia Provincia Eclesiástica. Queridos hermanos, habéis sido «configurados con Cristo para amar a la Iglesia con el amor de Cristo esposo» (Pastores gregis, 13) y para velar y proteger su unidad. Por tanto, sed para todos verdaderos modelos e instrumentos de comunión.
Al despedirme de vosotros, os pido que llevéis a los Obispos eméritos, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los seminaristas, así como a todo el pueblo fiel, el saludo del Papa y la seguridad de su oración por ellos. Pongo en las manos maternas de la Virgen del Carmen vuestras personas, para que Ella guíe y conduzca a buen puerto vuestros afanes apostólicos, y os imparto la Bendición Apostólica, que hago extensiva a todos y cada uno de vuestros queridos fieles diocesanos.
Vaticano, 4 de diciembre de 2008







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