El Papa exhorta a los seminaristas a derramar la semilla de la Palabra en el mundo
de hoy, que ha cambiado lo trascendental por el pragmatismo de la ciencia
Sábado, 29 nov (RV).- Con motivo del centenario de la Fundación de los seminarios
regionales italianos de las Marcas, de Apulia, de los Abruzos y del Molise, Benedicto
XVI ha recibido a un numeroso grupo de seminaristas a los que, en su discurso, ha
subrayado que la tarea de los sacerdotes del tercer milenio es ofrecer a los hombres
que piensan que Dios no sea influyente en la cotidianidad y en la historia, la esperanza
que viene de “la inmutable Palabra de vida eterna que es Cristo”.
La contemporaneidad
en gran parte ha perdido las trazas del camino hacia el cielo. Domina - así lo ha
manifestado Benedicto XVI- el racionalismo y el concepto de fe, para muchos, se ha
trasladado de los bienes inmateriales de los valores al “bien” más tangible, producto
de los saberes científicos. El resto es subjetivo y muchas veces corre el riesgo -como
la religión- de ser considerado no esencial para la vida. Les corresponde sobre todo
a los sacerdotes y a quines se preparan para ello impedir que el anhelo humano de
Dios sea sofocado.
Benedicto XVI ha insistido una vez más en el papel y la
misión que les espera, en la Iglesia y en la sociedad, a quienes han elegido ser ministros
del Evangelio. El Sínodo sobre la Palabra de Dios ha recordado que entre los deberes
prioritarios de los presbíteros está el de derramar a manos abiertas, en el campo
del mundo, la Palabra de Dios”. Pero se ha preguntado el Papa ¿El hombre contemporáneo
siente todavía la necesidad de Cristo y de su mensaje de Salvación?
En el actual
contexto social, una cierta cultura parece mostrarnos el rostro de una sociedad autosuficiente,
deseosa de realizar los propios proyectos por sí sola, que elige ser el único artífice
de sus propios destinos, y que, por consiguiente, retiene irrelevante la presencia
de Dios y por los tanto la excluye de hecho de sus opciones y decisiones. En un clima
marcado por un racionalismo cerrado en sí mismo, que considera las ciencias prácticas
como el único modelo de conocimientos, lo demás se convierte todo en subjetivo y por
consiguiente incluso la experiencia religiosa corre el riesgo de ser vista como una
opción subjetiva, no esencial y determinante para la vida.
Por estas y otras
razones, ha reconocido Benedicto XVI, hoy “es sin duda más difícil” creer, acoger
la Verdad de Cristo, consumir la propia existencia por el Evangelio. Sin embargo,
ha observado, “como la crónica diariamente registra, el hombre contemporáneo aparece
muchas veces perdido y preocupado por su futuro, en busca de certezas y deseoso de
puntos de referencia seguros”: “El hombre del tercer milenio, como en todas las demás
épocas, tiene necesidad de Dios y lo busca incluso sin darse cuenta. El deber de los
cristianos, de manera particular, de los sacerdotes, es el de recoger este anhelo
profundo del corazón humano y ofrecer a todos, con medios y modos que correspondan
a las exigencias de los tiempos, la inmutable Palabra de vida eterna que es Cristo,
Esperanza del mundo”.
Por ello ha proseguido el Papa, es clara la importancia
de los años del seminario, durante los cuales -ha dicho- el futuro sacerdote debe
buscar “una relación personal con Jesús”. ¿Un modelo? En el año paulino, Benedicto
XVI ha indicado a los seminaristas un testigo por excelencia; el Apóstol de las gentes:
“La conversión no ha eliminado lo bueno y lo verdadero que tenía su vida, sino que
le ha permitido interpretar de manera nueva la sabiduría y la verdad de la ley de
los profetas y de ser así capaz de dialogar con todos siguiendo el ejemplo del Divino
Maestro. A imitación de san Pablo, queridos seminaristas, no os canséis de encontrar
a Cristo en la escucha, en la lectura y en el estudio de la Sagrada Escritura, en
la oración y en la meditación personal en la liturgia y en toda actividad cotidiana”.